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EL TORREON DEL VIGIA

La “normalidad” y el Protocolo

A punto de lograr, mañana, la Fase 3 de lo que llaman desescalada, no solo estamos pendientes de lo que nos dejan o no hacer, sino que nos planteamos la vida a partir de hoy. Partimos de ser un pueblo mediterráneo que en relación a los del norte de Europa tenemos unos determinados usos sociales que difieren. A un mayor contacto físico se une el ser más comunicativo, incluyendo la expresividad, así como el compartir con otros, hogares y emociones. El paso por esta zona del mundo de variadas civilizaciones nos ha hecho singulares. Pero ¿cómo vamos a afrontar con el Covid-19 los usos y costumbres? A diario los medios de comunicación nos hacen unas tablas virtuales del comportamiento con otros. De momento ese saludo firme de manos estrechadas o abrazos y besos, ya está siendo sustituido por codos que se rozan, por hacerlo al estilo asiático de leve inclinación del torso o las hay quienes chocan sus traseros, o dan la bienvenida con el saludo rockero mientras otras optan por hacer ademan de besar mejillas. Maneras que seguirán aumentando conforme la imaginación las fabrique. Aquí en este sur del continente una boda (añadimos comuniones o bautizos) que tenga esa consideración debe superar los doscientos invitados, nada hay escrito pero la costumbre se hace ley. Convendrá conmigo que entre ese número muchos se preguntarán que hacen allí. Aquí esa máxima de calidad mejor que cantidad resolvería lo escrito en la línea anterior. Hay otras partes del Protocolo social, como almuerzos o cenas de empresa, la solución, aquí sin duda es, sin olvidarse de nadie, montar más mesas con menos comensales o tal vez recuperar aquellas que en forma de “u” ya quedaron para otros tiempos. En tanatorios y funerales, más que un número estaríamos hablando de la ya preceptiva distancia social. ¿Lograremos en todo ser más fríos? ¿Conseguiremos no aproximarnos y por tanto no tocar ni brazos ni hombros? ¿Como se adaptarán las comunidades que conforman Melilla a este tiempo? En lo inmediato encontraremos respuestas. Y hablemos ahora de las mascarillas, elemento obligatorio de uso para llevarlas tapando boca y nariz y no en la barbilla o como ya se ven como pulseras en las muñecas. Además de las razones de prevención, que no corresponden a esta columna, fíejese como el contacto visual, desde que las usamos ha aumentado. Hasta ahora había demasiadas miradas perdidas o esquivas pero el portar las mascarillas donde debemos nos ha hecho que, como en el caso de los atriles, para hablar nos sintamos no tan desnudos y con un punto de apoyo. Veremos menos masas, como en los estadios de fútbol, menos aglomeraciones en general y más espacios entre las mesas en restaurantes y cafeterías, así como en los barrilitos. El verano en las playas nos pondrá a prueba de ser cumplidores con los drones como testigos y con semáforos que regularan el tráfico humano en la arena. En las piscinas, sobre todo de las urbanizaciones, se llevarán controles de acceso con días y horas prefijadas. Vivimos tiempos de reinventarnos.

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