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FÚTBOL-ENTREVISTA

Luis Miguel Carrión: “No consigo entender a esos entrenadores que no hablan con sus futbolistas”

Luis Miguel Carrión, en su etapa de entrenador de la U.D. Melilla, en el partido de la Copa del Rey ante el Real Madrid

Cualquier departamento de contratación de una gran empresa se frotaría las manos con Luis Miguel Carrión (Barcelona, 1979). Los que más saben de esto que ahora llaman ‘recruitment’ priorizan habilidades como la capacidad de adaptación, la actitud, la motivación, el compromiso, las habilidades interpersonales y la proactividad. El técnico catalán podría apuntarse un tic en todas ellas. Quizá un poco por esto, y sobre todo por lo visto durante su primer año de trabajo en Soria, el C.D. Numancia ha ejecutado hace apenas un par de días la renovación de su contrato. Carrión eha dirigido también a la U.D. Melilla en la temporada 2018-19 y consiguió clasificarla para el Play-Off de ascenso a la Segunda División A pesar de su juventud, Carrión ha vivido prácticamente de todo en el fútbol. Creció deportivamente en la cantera del Barça, donde cultivó cierto gusto por el juego ofensivo y de posesión que ahora predica -con matices- como entrenador. Exceptuando las dos temporadas que estuvo con el Nàstic en Segunda, vivió casi toda su carrera como jugador en Segunda B, quizá condicionado por la grave lesión de rodilla que había sufrido en el club culé. Con sólo 31 años debutaba en los banquillos con el equipo femenino del R.C.D. Espanyol, ganando la Copa de la Reina. Ya en Córdoba, donde había actuado anteriormente como futbolista, ejerció de segundo entrenador (de Pablo Villa, del ‘Chapi’ Ferrer y de Djukic), dirigió a al filial blanquiverde y acabó como técnico del primer equipo en su primera experiencia en la categoría de plata. Y en Melilla, donde también había jugado, llevó a la Unión Deportiva a la segunda ronda de las eliminatorias por el ascenso, algo que acabó de convencer al Numancia, su actual escuadra, para ficharle.
Sus ex jugadores, los que más le conocen, le definen como un entrenador dialogante, cercano, que trabaja muy bien la cohesión grupal.
-¿Cómo gestionó su llegada a una cantera tan importante como la del F.C. Barcelona?
Al menos yo era de Barcelona, y aunque tardaba una hora cada día en llegar a entrenar, tenía la casa cerca. La mayoría de mis compañeros vivían en La Masía porque eran de fuera: de Málaga, de Murcia, de todos lados. Puedo decir, en ese aspecto, que el cambio no fue tan traumático para mí. Recuerdo que Iniesta, el pobre, estuvo un mes llorando hasta que se adaptó. Iniesta ha llegado a donde ha llegado, pero hay muchísimos otros que no lo consiguen. Pero hay que decir que el Barcelona cuidaba muy bien este aspecto. Tenía mucho personal pendiente de la cantera, de que los jugadores tuvieran un buen comportamiento.
-¿No son demasiado exigentes y resultadistas estas canteras grandes con los jóvenes?
Lo que ocurre en estos equipos de fútbol base es que suelen acostumbrarse a ganar muy fácilmente. Exceptuando partidos contra el Espanyol, el Cornellá o la Damm, se gana fácil. Se va creando una concepción errónea de lo que es el fútbol. En las categorías inferiores parece que no cuesta tanto ganar, pero luego te encuentras un paso muy grande, que es el de juveniles a profesional, y no estás tan preparado. Antes estaba el Barça ‘C’, que te ayudaba un poco a superar ese escalón de nivel, pero ahora vas directo al B, y ahí te cuesta mucho más porque los rivales no son los de División de Honor, son bastante mejores. Pero lo más difícil es salir de esa casa, algo que me pasó a mí. Allí lo tienes todo, las mejores instalaciones y cuidados, pero de repente cambia tu realidad. También pasas de estar con gente de tu edad a estar con gente mayor, más veterana, con otras inquietudes… Yo tengo que reconocer que ese cambio me costó. El Barcelona te acapara mucho el pensamiento futbolístico. Te marcan un estilo y de ahí no sales. Tampoco debería ser del todo así, porque no es la realidad de lo que te encuentras en otros sitios.
-¿Qué valores positivos le marcaron de la filosofía culé?
La educación que allí recibes te ayuda después a trabajar muchas cosas de forma mecánica, y ya no te digo sólo con respecto al juego, sino en el trato con la gente. El Barça es un club que te marca para siempre, tanto a nivel deportivo como en el resto de los aspectos. La Damm, donde jugué antes, era también un club señor en esto. Lo primero eran la educación y los valores, más allá de que fueras un gran jugador.
-Una grave lesión lastró su crecimiento en el equipo blaugrana, algo que acabó condicionando su salida del filial. ¿Cómo vivió todo aquello siendo tan joven e inexperto?
Cuando me rompí la rodilla fue algo traumático. Yo era internacional en las categorías inferiores de la Selección y había debutado en amistosos con el primer equipo. Pensaba que aquello era lo peor que me podía pasar en la vida, pero hablando luego con otros compañeros me di cuenta de que lo mío era una mierda. Después de la lesión te cuesta algo más volver y ya no eres el mismo. La gente espera de ti lo de antes y no lo puedes dar. Es diferente. Eso sí, la lesión me hizo muy fuerte mentalmente, aunque me pudiera perjudicar a nivel deportivo.
-¿Es lo peor que puede pasarle a un futbolista?
Es un calvario. Yo tuve la “suerte” de pasar aquello en casa. Hay gente que se lesiona y está sola fuera, sin ayuda. Estar un año sin poder jugar es duro, sobre todo cuando estás haciendo una buena temporada y se te corta todo; cuesta mucho asimilarlo y puedes quedarte en el camino. Ya no por la lesión, sino porque no seas capaz de asimilar la situación y salir de ella.
-También se vería obligado a asimilar que no todo empieza y acaba en el estilo táctico del Barcelona.
Sí, nada es igual que en el Barça, donde es todo mecánico y siempre en base al juego de posición y con balón. Y claro, llegabas a otro sitio e igual te ponían a subir gradas y tú dices “¿pero esto qué es?”. Te choca, pero es la realidad. Y muchos jugadores que no llegan a triunfar en el Barça sí que lo hacen por ahí porque tienen ese gen competitivo y una buena capacidad de adaptación, aparte de la base con el balón que se llevan de allí. En cambio, otros que son buenísimos en juveniles y van para estrella en la cantera llegan a un Segunda B y no juegan.
-Ha reconocido que Luis César Sampedro, que fue su entrenador en el Nàstic, sería una inspiración para usted. ¿Qué le gustaba o aprendió de él?
Más que por lo que proponía Luis César, que me gustaba cmo trabajaba pero tenía un modelo totalmente diferente al mío, era que, por primera vez, veía que se trabajaba algo para un partido y salía. Aunque no me gustara la forma de jugar. Ahí me empezó a entrar el gusanillo. De hecho, me gusta mucho más entrenar que jugar. Si me preguntas, la época más feliz y gratificante de mi trayectoria deportiva es la actual, con diferencia. Ser entrenador es más divertido, pero también más duro, y cuando pierdes un partido te llevas a casa todo. Pero no creo que haya nada similar a trabajar algo para un partido, que el jugador te crea y que salga sobre el terreno de juego. Esa es la mayor felicidad que puedo tener.
-¿Qué cualidades ha de tener un buen técnico?
Hay que ser valiente siempre, pensar en positivo y trabajar. No me gusta eso de que la imagen valga más de lo que tú eres realmente. En Instagram o en Twitter puedes parecer un tipo de persona que luego no eres, y para mí es importante ser uno mismo. No puedo con esos entrenadores que se venden con palabrería, contando historias, cuando realmente lo que hay que hacer es trabajar. Y luego, trabajando, pues te pueden llegar las cosas o no. Pero bueno, todo esto se ha instalado un poco en el fútbol actual y hay que aceptarlo.
-¿También hay que aceptar y entender que muchos futbolistas se comporten como estrellas de rock, que estén excesivamente pendientes de sus egos?
Bueno, a lo mejor el que está todo el día mirando el Instagram, luego te da la vida en el campo. Aun así, yo lo primero que les explico es una enseñanza que, de jugador, me contaron cuando estábamos pasando una dinámica negativa con el Córdoba: “Mira, yo tengo un hermano que trabaja en una sucursal de banco. Tiene dos carreras, dos másters, uno de ellos internacional. ¿Sabes cuánto gana? 50.000 euros. Nadie juega a ser director de un banco de pequeño”. Esto me hizo reflexionar. Siempre nos estamos quejando, pero ganamos bien y hay mucha gente que le gustaría estar donde estamos. Vamos a tratar de darle valor a las cosas, hasta cuando perdamos. Los futbolistas profesionales han tenido inyecciones económicas grandes desde muy jóvenes, hoy en día más. Y claro, o tienen a alguien al lado que les indique el camino de lo que tienen que estudiar y demás o vivirán su vida creyéndose lo más y luego viene el batacazo. Cuando tienes un entorno que te adula, que te dice lo que quieres oír, cuesta mucho más darse cuenta de esto. De todas maneras, hay gente muy maja también y eso es lo bonito de un grupo, saber llevar a todos.
-¿Entiende que la presión derivada de una gran exposición mediática pueda acabar afectando en el rendimiento de los futbolistas?
Es que al final, y enlazando con la pregunta anterior, es la parte económica la que lo corrompe todo. Si realmente lo piensas, cuando eres benjamín, ¿qué presión tienes? Ninguna. Siendo cadete igual. Pero en el fútbol profesional cada vez hay más gente metida en el ajo, más medios que lo retransmiten todo, más intereses de todos. Antes había un partido que veíamos, el del Plus, y todo el resto de la jornada la seguíamos a las cinco de la tarde por la radio. Ahora se pueden ver todos los partidos del mundo, estás todo el día en la diana y el aficionado tiene mil plataformas para opinar. Entonces, ¿qué pasa? Que el jugador lee lo que la gente dice. Y lee lo positivo y lo negativo. Y leyendo lo negativo, hay muchos jugadores de alto nivel a los que le puede la presión, que es algo que he vivido de cerca y me ha llegado a sorprender. Yo lo noto hasta en Segunda, y en una ciudad pequeña como Soria. En menor medida, pero se nota. Al final, saber llevar bien toda esta presión es lo que te empuja a llegar más o menos arriba.
-Esta presión, lógicamente, también se vive desde su puesto. ¿Cómo le afecta a usted?
La llevo bien. Como ellos, también aprendes a llevarla, y a mi me ayudó la etapa del Córdoba, en la que estaba de segundo entrenador. Teníamos mucha presión, sobre todo cuando estábamos más abajo en la tabla, y aprendí bastante. Muchas veces el entrenador tira más para el resultado porque creemos que cambiando la manera de jugar, siendo más “seguros”, van a salir mejor las cosas. El ser humano, instintivamente, tiende a protegerse. Entonces, al igual que es importante trabajar la preparación física, también resultará conveniente hacerlo con la mental. Si está demostrado que este aspecto afecta al rendimiento de jugadores y equipos, ¿por qué está tan poco normalizado el trabajo de los psicólogos en el fútbol?
Es una rama que está un poco olvidada del mundo del fútbol, y no entiendo por qué. También hay mucha gente que, en nuestro mundillo, se ha aprovechado. Llega y dice “yo hago coaching” y ya está, voy allí y cuento mi película. Hay quien hace ‘coach’ que puede ayudarte como hay psicólogos que no te ayudarían en la vida, o como hay una persona que conoces un día que puede acabar influyéndote o hasta un libro que te leas y que te de las claves. Pero si estamos viendo que deportistas olímpicos, que van al milímetro con todo lo que tienen que hacer, todos trabajan con psicólogos, ¿por qué en el fútbol no? A lo mejor me hubiera ayudado en mi época, yo me busqué las soluciones por mi cuenta. Es algo que creo que sigue faltando en el fútbol.
-¿Y la gestión de un vestuario femenino, cómo es, qué principales diferencias ha encontrado?
Ahora ha cambiado bastante la cosa con respecto a cuando yo estuve. Gracias a Dios hay más ingresos, han conseguido un convenio… La gente piensa que es un mundo muy complicado y diferente y no es así. Pero sí que hay varios aspectos distintos. Por ejemplo, y aunque esto también esté cambiando, al haber muchas menos futbolistas federadas, tienes en tu plantilla desde niñas con 15 años a otras con 35. Esto hace que puedas tener conversaciones con unas que con otras no puedes tener. Luego te das cuenta que las mujeres son bastante más inteligentes, por normal general, aunque siempre haya de todo. Trabajando cosas tácticas, por ejemplo, me he encontrado con más chicas que me preguntaban el por qué de las cosas que hacíamos, pero también han sido más fieles en lo que les pedía.
-¿No son tan arrogantes como los chicos?
No, quizá también tenga que ver que no hay tanto dinero y porque, por ejemplo, en mi época en el Espanyol, entrenábamos a las 21’00 horas y muchas venían de trabajar o de estudiar porque sabían que no se podían dedicar exclusivamente al fútbol. Llegaban reventadas. Afortunadamente, y como he dicho, ahora ha cambiado algo todo esto. Cobran más, están más cuidadas, los entrenadores están mejor preparados… En mi época también lo estaban, pero todavía escuchabas a alguno de la hornada antigua criticar a las chicas de mala manera. Ahora hay muy buenos entrenadores en el fútbol femenino.
-¿Considera que el fútbol femenino es un buen paso para un entrenador?
Sí, claro, pero a los clubes les sigue costando confiar en esos entrenadores que pasan del femenino al masculino. Muchas veces dicen “bueno, este es el de las chicas”. Pero bueno, mira en la Real Sociedad, donde ha estado hasta hace nada Gonzalo Arconada, un entrenador que tiene un ascenso con el Numancia a Primera División y ganó la Copa de la Reina con ellas.a
-¿Qué hace falta para abandonar del todo los clichés relacionados con el futfem?
Se siguen viendo problemas de sexismo, pero cada día menos. En esto los medios también han ayudado, sacando mucho más todo lo que ocurre y señalando a los responsables. Por ejemplo, me parece un acierto poner chicas a arbitrar, y aunque tengan algún fallo hay que aprender a respetar, es una vergüenza que se sigan escuchando frases de la posguerra en ciertos campos de fútbol.
-¿Falta educación en las gradas?
Como en la sociedad en general. Desde el respeto se puede opinar y criticar, pero la gente se obceca. Y se ha mejorado en esto porque se ha denunciado, porque antes le podías decir cualquier cosa a un árbitro y no pasaba nada. Luego está el tema de los padres, sobre todo, que es lo más preocupante. Yo he tenido compañeros que han entrado llorando al vestuario por lo que su padre le ha dicho a un árbitro o a él. Dices: “hostia, ¿qué estás criando? Esto es un deporte”. Cada vez, sin embargo, hay más consciencia al respecto.

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Javier Blanco

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