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Carta Abierta de Víctor Manuel Ramírez Martínez

Hoy quiero compartir con ustedes lo que considero unas humillantes experiencias por las que ninguna persona debería pasar y que tristemente sufrí durante mi detención por la UCO el pasado martes 17 de febrero.
A media mañana de ese día, encontrándome en la Delegación de la empresa Eulen, se personaron un teniente de la Guardia Civil y un cabo, ambos pertenecientes a la unidad policial, informándome el primero de ellos que me encontraba detenido, explicándome los motivos e informándome de mis derechos, todo ello con una educación y amabilidad en el trato exquisitas. Es a partir de ese momento cuando da comienzo mi pesadilla, al yo expresar que no entendía los motivos de dicha detención, por lo que el subordinado me expresó , tras lo cual y sin más explicaciones fui trasladado a mi domicilio, donde se practicó el registro del inmueble. Ya en las oficinas de la academia de mi propiedad, encontrándome junto al citado cabo de UCO y un guardia civil, mientras este último practica el registro, el cabo, en actitud chulesca e intimidatoria se dirige a mí e insufla . Ante mi sorpresa, pues eso no puede ser cierto, le invité a que me las mostrase.

El inicio de mi humillación
Como respuesta a lo anterior, el cabo de la benemérita adornó mi persona con una serie de improperios, descalificativos e insultos, que por mucho que desease transmitírselos tal como ocurrieron, no podría ni aproximarse a lo que en esos momentos sentía, y que consiguieron que mi moral y condición humana bajase a estratos bajo la suela de mis zapatos.

Me instruyó sobre mi triste existencia con frases como , , , y otra serie de barbaridades que no quiero ni recordar, al menos hoy y aquí.

El señor cabo de UCO me instruyó muy bien de su condición y pensamientos políticos, incluso de sus objeciones a su propia ideología basadas en lo que pudieran ser a mi entender odios personales, cuando expresó sin tapujos , después bordaría su elocuencia con un .

Durante el registro, tan destacado profesional encontró un documento referente a otra empresa, motivo por el que, dando muestra de una sagacidad innata, me preguntó por qué se encontraba el citado papel en mi poder, y como se ve que no convencí en mi contestación, añadió , así, sin dolor y sin cambiar de marcha.

Como quiera que resulte dentro de la normalidad para un detenido, fui ingresado en calabozos, y esa misma tarde, otra vez el cabo, me sacó de ellos para prestar declaración, conduciéndome a una oficina próxima. Al finalizar mi manifestación, mi pertinaz acompañante volvió a guiarme hasta los calabozos, cuando para mi sorpresa, al pasar de una dependencia a otra me dijo , a lo que contesté , obteniendo nuevamente un cuasi hipérbaton . Supongo que ello adaptándose a que mi declaración no se ajustaba a sus pretensiones, ya que mi madre me dotó de una nariz casi ridícula.

No volví a ingresar en calabozos, y me trasladaron directamente a los de la Jefatura Superior de Policía, donde el agente UCO que me trasladó, recibiendo órdenes telefónicas me introdujo en una concreta celda, y cómo no, ya ocupada por un narcotraficante, con el que compartí esa preciosa velada. Entrañable.

Por si no hubiesen sido bastantes las emociones de ese día, dos después, y ya en libertad, llega a mis oídos a través de empleados de Eulen que están declarando en la Comandancia de la Guardia Civil, citados por UCO, que Francisco Javier Castro Meléndez se encuentra en tan honorable edificio en compañía de agentes de la unidad que instruye la tosca operación policial. No es que me extrañase tal hecho, no sería la primera vez que esto ocurría, lo de ir a comandancia digo, pero…

¿Qué hacía Francisco Castro con UCO?
No lo sé pero, se presentan grandes dudas sobre este hecho no falto de curiosas coincidencias.

En meses anteriores, citado a declarar que fui por policía judicial de la Guardia Civil, en relación a la causa que investigaba a Lisbeth Salander, se me mostraron ciertos correos electrónicos de Eulen que reconocí de inmediato, e informé de que los mismos habrían sido extraídos de mi cuenta personal mail, y con total seguridad en tiempos en que el amigo Francisco Castro trabajaba para la misma empresa que yo, y a más inri en mi misma oficina.

Claro que todo esto no tendría la más mínima importancia si el Sr. Castro Meléndez no hubiese sido detenido en el mes de diciembre como coautor de delitos de revelación de secretos y por pertenencia a grupo criminal, concretamente bajo el que operaba al parecer la famosa Lisbeth Salander.

No hay que olvidar que este peculiar y hasta entrañable personaje de las redes sociales, se vanagloriaba de tener contacto directo con UCO, que no lo digo yo, que lo decía el personaje, lo que apareció con demasiada frecuencia en publicaciones realizadas en facebook y twitter. Dicen las malas lenguas del lugar, que pocas veces erraría.
¿Fue llamado a declarar Francisco Castro como testigo?, ¿Fue como imputado?, ¿Fue como colaborador? No lo sabemos, aún, lo que sí sabemos es que esto huele mal, muy mal, sobre todo tras las muestras de alegría que él mismo dio en las redes sociales el día de las detenciones y motivado por ellas, donde no faltaron ni tics, ni tacs, ni booms! rememorando buenos momentos.

Para terminar con esta epopeya, y que no me vea yo en otra, quiero compartir con ustedes el sentimiento de impotencia surgido de la humillación, la estupefacción y el maltrato psicológico que sufrí en mis carnes de manos de todo un señor Guardia Civil, no exento de taras y deficiencias en su conducta para con el ciudadano de a pie, que hicieron sentirme degradado a límites ilógicos hasta hoy.

Esto no habría de quedar aquí, y las acciones legales que pueda ejercer las llevaré a cabo sin duda, dentro del respeto a la ley, y por supuesto bajo el paraguas de las buenas maneras y el respeto al prójimo, cuya ausencia en algunas personas hace que nos demos cuenta de lo que es capaz el ser humano, o algunos de ellos, por inexplicables odios personales o ideológicos.

Finalmente, dar gracias a los Agentes de Policía Nacional, Guardia Civil y UCO, salvo obvia excepción, cuyo trato humano, correcto, educado y hasta extremo en comprensión, hacen que siga confiando en ellos como siempre lo he hecho, sin que acciones tan viles y faltas de clase como la relatada, puedan manchar el nombre de ninguno de ellos.

Firmada: Víctor Manuel Ramírez Martínez

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