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Carta del Editor

¿Es evitable el choque de civilizaciones?

En Melilla, afortunadamente y al menos por ahora, las relaciones entre la población que proviene de la civilización occidental y la que lo hace de la islámica están más en el terreno de lo distante que en el ámbito de lo violento, pero lo único que sabemos hoy en día es que el cambio es inevitable, profundo y rápido, que las relaciones entre las distintas civilizaciones que pueblan Melilla no se parecen nada a las que fueron y que no sabemos cómo serán en el futuro Me preocupa el sesgo que están tomando las cosas en Melilla. Todo esto del borrego marroquí y la increíble situación a la que se ha llegado no hace, en mi opinión, sino destacar algo que aquí existe y que no se quiere reconocer o, como es tan frecuente en esta civilización del espectáculo (según definición de Mario Vargas Llosa, "la vida ya no se vive, sino que se representa") en la que nos encontramos, un algo peligroso, un choque que existe aunque se intenta ocultar bajo palabras vacuas del tipo convivencia ejemplar, integración, ausencia de conflictos y así.

Lo cierto, creo, es que aquí conviven, viven en el mismo espacio, porque ha sido y es inevitable, dos tipos de culturas mayoritarias que son muy diferentes y cuya integración -como se demuestra en todo el mundo- no es nada fácil, por no decir que es sumamente difícil. No quiero decir, como Samuel Huntington, que el choque de civilizaciones sea inevitable, pero sí coincido con él en que el crecimiento de nociones como la democracia y el libre comercio desde el fin de la Guerra Fría sólo ha afectado realmente a la cristiandad occidental, mientras que el resto del mundo ha intervenido muy escasamente. También coincido en que hoy las líneas de fractura entre civilizaciones son casi todas religiosas y especialmente lo son entre lo que Huntington llama civilización occidental y la civilización islámica, puesto que "cada una cuenta con sistemas de valores significativamente distintos", de manera que las relaciones entre esas dos civilizaciones "variarán de lo distante a lo violento, pero la confianza y la amistad serán raras".

En Melilla, afortunadamente y al menos por ahora, las relaciones entre la población que proviene de la civilización occidental y la que lo hace de la islámica están más en el terreno de lo distante que en el ámbito de lo violento, pero lo único que sabemos hoy en día -aunque algunos quisieran el imposible de que nada cambiara, que todo permanezca estático- es que el cambio es inevitable, profundo y rápido, que las relaciones entre las distintas civilizaciones que pueblan Melilla no se parecen nada a las que fueron y que no sabemos cómo serán en el futuro, ni siquiera en el futuro próximo. Sólo sabemos, como el episodio -entre cómico y trágico- del tránsito de los borregos marroquíes está demostrando, que esto empieza a tener tintes más próximos a lo violento (de momento sólo verbal) que a lo distante y que la confianza y la amistad entre los miembros de las dos civilizaciones mayoritarias no sólo serán (como hoy son) raras, sino que van a pasar a ser muy escasas, por muy buena voluntad que pueda haber, y de hecho hay, entre sectores minoritarios de ambas civilizaciones.

Nuestra ciudad tiene muchas posibilidades de desarrollo (SODEMEL está trabajando lo indecible para localizarlas e impulsarlas) pero también tiene muchos problemas irresolutos. Si, como leía esta semana en un periódico nacional, es indispensable en España "una reforma integral de las administraciones públicas" para circular por la senda del desarrollo, el empleo, la libertad, en Melilla no es que dicha reforma integral de las administraciones públicas sea indispensable, es que resulta vital, absolutamente imprescindible para la ciudad y para que podamos tener algún futuro digno.

Incluyo también dentro de esa reforma integral de las administraciones públicas la de los partidos políticos locales, que son los cauces democráticos de la representación popular. El panorama político local es ciertamente lamentable y está llevando a Melilla a una confrontación de tipo religiosa, la que potencia el tipo de fracturas entre civilizaciones a las que se refería Samuel Huntington. Estaría bien que en nuestra ciudad hubiera un partido local fuerte, equilibrador e impulsor de lo propio, pero es una catástrofe que un partido local sea un partido religioso, porque, entre otras catástrofes, conduce y alienta inevitablemente la religiosidad conceptual y electoral del otro. Por este camino no hay salida y, en ese sentido, sí es acertado lo que decía esta semana Juan José Imbroda -sin que yo quiera, en este momento, entrar en el análisis sobre las causas y los causantes próximos o remotos de esos incendios- acerca del peligro de que provocando incendios acabemos por quemarnos todos. La única manera que veo para salir de esta situación, que se torna cada vez más insoportable, es asumir que hay que cambiar y que sólo una Melilla desarrollada, con un fortísimo sector privado que atraiga inversiones y personas de valía, que permita una economía dinámica y un paro mínimo, a base de posibilidades abiertas y creativas (no en el sector publico) para los melillenses, sólo a base de eso se puede salvar Melilla.

Por cierto, me ha llamado mucho la atención lo que me ha hecho llegar un amigo (con el comentario adicional de que el monarca ha dicho lo mismo que yo vengo diciendo en muchas de mis Cartas del Editor): el discurso que el Rey de Marruecos, Mohamed VI, pronunció con motivo de su XVIII cumpleaños en el trono. Decía literalmente, entre otras valientes, inusuales y duras críticas al sector público y a muchos de los políticos en el ejercicio del poder, que es necesario terminar en Marruecos con "las disparidades entre el sector privado -marcado por la eficacia y la competitividad, gracias a un modelo de gestión basado en seguimiento, control e iniciativa- y el sector público, particularmente la administración pública, que produce deficiencias de gobernanza y escasa rentabilidad…porque muchos funcionarios públicos carecen de la competencia y la ambición necesarias, no siempre les mueve el espíritu de responsabilidad, pasan pocos momentos dentro de la sede de su trabajo y prefieren contentarse con un sueldo mensual seguro, a pesar de su insuficiencia, en lugar de desplegar esfuerzos para medrar socialmente", y añadía el monarca que "entre los problemas que obstaculizan el desarrollo de Marruecos figura el bajo nivel de la administración pública, mientras que, por el contrario, las regiones que registran una actividad intensa del sector privado (Casablanca, Rabat, Marraquech y Tánger) viven al ritmo de una actividad económica que proporciona riqueza y oportunidades de empleo".

Una de las notorias primeras consecuencias del discurso del Rey marroquí ha sido la dimisión de un político poderoso al que conozco bien, Ilyas al Omari, secretario general del segundo partido de ese país, el PAM (un partido al que se considera muy próximo al Rey) con el argumento de que cree que el monarca tiene razón, él se considera aludido y piensa que deben sustituirle otros que consigan hacerlo mejor. La iniciativa de Mohamed VI, como la de Ilyas al Omari, me parecen más que convenientes. Echo de menos que en España, y dentro de ella muy especialmente en Melilla, no se produzcan iniciativas y decisiones semejantes. E insisto: o se logra en Melilla "una actividad intensa del sector privado" o el choque de civilizaciones será, aquí, inevitable.

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