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Melilla en otra dimensión

La exigencia del Sindicato Médico de Melilla de «Recentralización de la Sanidad y la Educación» en toda España es más que oportuna, a la vista de adónde hemos llegado en Cataluña, con el uso, «corrupto y clientelar», de la Sanidad y la Educación. Karl Popper escribió su libro más famoso e influyente, «La sociedad abierta y sus enemigos», en circunstancias muy difíciles, en plena II Guerra Mundial. El concepto de sociedad abierta, contrapuesto al de sociedad tribal, cerrada, se popularizó desde entonces, desde que, como Popper escribió, «admiro la esperanza de Marx de un decrecimiento de la influencia estatal, porque el más grave peligro del intervencionismo es el de conducir al aumento del poder estatal y la burocracia, lo que constituye una seria amenaza para la democracia… y porque, además, la libertad es lo único que puede asegurar la seguridad».

Marx, el mismo Karl Marx -el filósofo, no el actor- también estaba a favor del decrecimiento de la influencia estatal, del decrecimiento del intervencionismo que conduce al aumento, incontrolable, de la burocracia y del poder de uno o de unos pocos, lo que lleva a un desenlace en el que «la libertad equivale a la sumisión idolátrica al poder.. cerca los límites de la libertad del individuo y ejerce sobre él una coerción económica, cultural, educativa y política» (Almudena Negro y Jorge Vilabes en su libro «Contra la socialdemocracia. Una defensa de la libertad», un libro en el que se propone una medida más que interesante: la derogación del IRPF, «gracias al cual el Gobierno nos controla»).

En lo que a Melilla se refiere, es más que evidente que el modelo económico de la ciudad se ha agotado y que la situación es ya desesperante y desesperada. El modelo económico melillense es el de un intervencionismo gubernamental casi absoluto y su inevitable consecuencia es un desastre económico igualmente absoluto, que seguirá siendo inevitable si, como SODEMEL lleva proponiendo desde su creación, no se termina con este intervencionismo absorbente y paralizante. Si, como ocurre ahora, los mismos actores, con las mismas ideas, con la misma sumisión paralizante ante lo público, son los que -por milésima vez- se van a reunir la próxima semana para intentar resolver la terrible situación económica y social que padecemos, es más que predecible deducir que, una vez más y como la experiencia nos demuestra, todo seguirá tan mal como ahora está.

Dicho con otras palabras: si no se cambia el modelo, no se cambia el resultado. El cambio de modelo es el drástico decrecimiento de la influencia de lo público y de la burocracia en Melilla, que constituyen «una seria amenaza para la democracia y para la libertad», una libertad sin la que no es posible ni la seguridad ni el desarrollo económico y social. El cambio de modelo es que, por ejemplo, la Ciudad Autónoma de Melilla, en vez de ignorar o dificultar que se pongan en práctica las 23 medidas concretas que SODEMEL ha propuesto para el desarrollo de Melilla, las apoye y facilite. El cambio de modelo es atraer y alentar la inversión en nuestra ciudad, en vez de intentar colocar a más recomendados y presuntos votantes de los partidos políticos. El cambio de modelo es dejar de perder un tiempo precioso y empezar ya a negociar nuestra entrada en la Unión Aduanera Europea. El cambio de modelo es elegir a una persona con dedicación y capacidad suficiente para poder afrontar el problema de nuestras fronteras que, en contra de lo constantemente prometido, son cada vez más un problema para nuestra ciudad, en vez de una solución. El cambio de modelo es que los ciudadanos melillenses nos podamos dirigir a la Administración para conseguir apoyos lícitos y eficaces, no para suplicar que te paguen lo que te deben o que te reciban cuando quieran (que no sea mi caso no quiere decir que no sea el caso) o hayan vuelto del café, por ejemplo. El cambio, en resumen, es reconocer y aplicar lo que todo el mundo sabe y casi nunca se aplica: que la soberanía reside en el pueblo, no en las instituciones de las que nos hemos dotado para concretar tal soberanía popular.

Como en mí es habitual, no quiero terminar esta Carta inmerso en el pesimismo. Creo que tenemos capacidad de cambiar y oportunidades de mejorar. Creo que podemos conseguirlo, a base de esfuerzo, dedicación, imaginación y cariño por una ciudad, esta nuestra, que tiene un gran potencial de desarrollo. Por eso me da más rabia y más pena que desaprovechemos ese potencial. Por eso me parecen tan bien iniciativas como la del Sindicato Médico de Melilla, presidido por mi amigo Jesús Delgado Aboy, de presentarse en Cataluña en las próximas elecciones sindicales del gremio. Para empezar, el tal Sindicato tiene una muy valiosa peculiaridad: no hay liberados de trabajar en su seno. Para continuar, su oferta a los muchos médicos catalanes «no afines al régimen indepentista» es admirable. En último término, su exigencia de «Recentralización de la Sanidad y la Educación» en toda España es más que oportuna, a la vista de adónde hemos llegado en Cataluña, por poner el último, y lamentable, caso del mal uso, «corrupto y clientelar», de la Sanidad y la Educación. Enhorabuena a todos los miembros del Sindicato por tan imaginativa y generosa decisión, que coloca a Melilla en otra dimensión, la nueva y posible nueva dimensión.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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