Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Carta del Editor

Muchos melillenses votan lo que consideran lo menos malo

Más vale tener sedes sin fábricas que fábricas sin sedes, una buena oportunidad para Melilla, que se tiene que desarrollar en sí misma y ayudando al desarrollo de nuestro entorno marroquí.

Melilla y Ceuta son las únicas fronteras terrestres que Europa tiene en África A propósito del éxodo masivo de sedes sociales y fiscales de empresas catalanas, leo que un reputado economista catalán, Andreu Mas-Colell, escribió en 1994: «Lo esencial es que las sedes de las empresas estén en el territorio: a medio plazo, más vale tener sedes sin fábricas que fábricas sin sedes… las sedes son la consideración central para la calidad económica de un país…porque necesitan gente dotada de creatividad y porque dan mayor estabilidad a la estructura económica de un territorio». En resumen: es mejor tener las sedes que las fábricas. Por eso, escribe el periodista catalán Xavier Vidal-Folch, «Los gobiernos municipales, regionales y nacionales se afanan en atraer sedes, con infinitos apoyos indirectos y enormes subvenciones directas. ¿Todos? bueno, la mayoría».

Frenazo industrial en Cataluña, mientras se dispara Madrid, titulan los periódicos. «La marca Barcelona está muerta», añade el presidente de la Cámara de Comercio de España. La inestabilidad política, la intromisión de los políticos y su burocracia en la vida de los ciudadanos y especialmente en la de los autónomos, pequeños, medianos y grandes empresarios -que son la vida económica de los pueblos- lleva a la inevitable consecuencia del empobrecimiento general de esos pueblos, como ha ocurrido -y es sólo el último ejemplo- en Cataluña.

Que sea mejor, como efectivamente creo que es, tener las sedes de las empresas que las fábricas representa una buena oportunidad para Melilla, que tiene poco territorio, pero importantes ventajas fiscales. El reto está en que el gobierno local «se afane en atraer sedes, con apoyos indirectos y subvenciones directas», que entre en el grupo de «la mayoría» que lo hace, porque la competencia es mucha. Hacerlo no es lo mismo que intentarlo o decir que se va a hacer. Hacerlo es que los apoyos indirectos y las subvenciones directas sean claras, inteligibles y rápidas. Con el control necesario, pero rápidas, con la mentalidad de que los empresarios -aunque los haya malos, que los hay- no son una molestia para los burócratas, sino la razón de su existencia, los que justifican los sueldos públicos que aquéllos perciben. Y entendiendo que hay instrumentos, empresas privadas como SODEMEL, que pueden hacer la tarea de atracción de empresas con mucha más rapidez y eficacia, por razones contrastadamente obvias, que la administración pública.

Por supuesto que la estabilidad política es importante, como yo dije hace años refiriéndome a Melilla (sin que los que después utilizaron, con contumacia, el mismo argumento mencionaran siquiera el origen del argumento local) y como el caso de Cataluña acaba de demostrar, pero la estabilidad política es un medio, no un fin en sí misma. Una estabilidad mezclada con poca eficacia es doblemente mala. Una estabilidad anclada en la inmovilidad, en tiempos en los que, como decía en mi Carta de la semana pasada, todo cambia y el cambio es imprescindible e inevitable, es también mala.
¿Cómo ven los melillenses la situación política actual de la ciudad? Pues nada bien, me temo. ¿Cuál es el panorama político de Melilla a un año y medio de las importantes elecciones locales? Pues nada claro, me parece. Sólo veo muy claro que Melilla ha cambiado mucho, va a seguir cambiando y el cambio -repito que inevitable y necesario- se ha de producir también en la estructura política de la ciudad, que hoy es ya claramente insatisfactoria. Por arriba, por abajo y por en medio. A derecha, a izquierda y por el centro. Para una etnia, para otra y para las demás. Para Melilla, para España, para Europa, para Marruecos y para (esto es muy importante) el resto de África.

Digo esto último porque en una magnífica conferencia -aunque le sobrara algo de la larga sesión expositiva inicial- que pronunció el jueves José Isaías Rodríguez García-Caro, conferencia inaugurada por Daniel Conesa (Promesa), ponente presentado por Margarita López Almendáriz (CEME), sobre «El futuro de las relaciones España-Marruecos en el marco de la Unión Europea», el ponente resaltó algo muy importante que, quizás por su obviedad, no se considera con la trascendencia debida, la que tiene: Melilla y Ceuta son las únicas fronteras terrestres que Europa tiene en África. Repito: Europa en África, no sólo con Marruecos, sino con toda África. E insisto, porque algunos melilenses (no «melilleros», como alguno de los participantes en el coloquio se empeñó en decir) de origen marroquí repitieron durante el coloquio el ya conocido mantra de que Melilla depende de Marruecos y, como consecuencia, debemos de hacer lo que Marruecos quiera que hagamos, lo que «a Marruecos» le guste y, lógicamente (según esa lógica-ilógica) evitar lo que, según los «melilleros», le disguste. Una lógica-ilógica que sólo puede llevar a una conclusión: si Melilla, parte de España y Europa, sólo sirve para hacer lo que «Marruecos» quiera, lo mejor es que deje de ser española y europea. No sé qué harían los «melilleros» entonces, aunque lo que evidentemente no harían es ganar mucho dinero con el tráfico fronterizo, sin duda alguna. Mi opinión, larga e insistentemente expresada por mí y por los integrantes de la Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEMEL), es que Melilla se tiene que desarrollar en sí misma y ayudando al desarrollo de nuestro entorno marroquí, de manera que ambos países, y otros países africanos, se beneficien del desarrollo de la Melilla española y, por lo tanto, europea
También es cierto que, como dijo José Isaías en el transcurso de su conferencia, no todo es política, pero sí es necesaria una buena política como sustrato en el que se puedan apoyar el desarrollo y el cambio imprescindibles en Melilla. Recordemos, pues, la estructura política actual de Melilla. En las elecciones de mayo de 2015, el Partido Popular obtuvo 13.654 votos y 12 diputados; Coalición por Melilla 8.445 y 7 diputados; el PSOE 4.013 votos y 3 diputados; Ciudadanos 2.154 y 2 diputados; PPL – una escisión del PP y después de la campaña más sucia de la historia de Melilla- 1.734 votos y 1 diputado, que después ha servido para posibilitar el Gobierno del PP, el partido más insultado por el PPL. Los demás partidos -UPyD, Podemos, IU y Equo- se quedaron sin representación en la Asamblea local (hubo, además, 398 votos nulos y 314 votos en blanco). Como tendencia, en comparación con las anteriores elecciones locales de 2011, lo más llamativo es que el PP perdió más de 3.000 votos (el PPL sólo obtuvo 1.734) y pasó del 53,91% del voto válido de 2011 al 42,7% de 2015, un 11,2% menos.

Una de las inevitables conclusiones del análisis cuantitativo, y cualitativo, del resultado de las últimas elecciones locales es que los melillenses no tienen opciones ilusionantes y comprometidas con el cambio que la ciudad necesita. Dicho de otra manera: muchos votan lo que consideran lo menos malo, no lo mejor, y lo hacen cada vez menos. Pero como esta Carta ya se ha alargado demasiado, y como ocurría en las películas antiguas, dejo el análisis de esa situación para la siguiente Carta.

Loading

Enrique Bohórquez López-Dóriga

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€