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La responsabilidad, en el otro lado

¿Se imaginan que en vez de marroquíes, los menores emigrantes fueran españoles? ¿Qué dirían entonces las oenegés y partidos de la oposición? Seguramente, sus acusaciones no irían dirigidas al lugar donde fueran esos menores, pongamos Marruecos, Francia o Portugal. Lo más probable es que sus voces críticas fueran levantadas contra el gobierno de España por permitir esa emigración clandestina de sus menores o no hacer nada por impedirlo o, al menos solucionarlo El debate sobre los menores extranjeros no acompañados, siempre presente en la opinión pública melillense, está estos días más vivo que nunca a raíz del fallecimiento de dos jóvenes en centros dependientes de la Ciudad Autónoma. Dos tragedias que están siendo objeto de análisis e investigación en los tribunales sin que, por desgracia, eso sea suficiente para acallar la polémica hasta que la Justicia se pronuncie. Lejos de todo eso, el cruce de declaraciones es incesante, aunque algunas estén tiznadas de oportunismo y demagogia, exigiendo responsabilidades en el lado equivocado de la valla.
Estos días estamos viendo cómo diversas oenegés y partidos de la oposición responsabilizan a la Ciudad Autónoma de lo ocurrido. Es cierto que el fallecimiento de esos dos menores se ha producido en centros de su competencia y que ambos estaban tutelados por dicha administración pública, pero no hay que olvidar dónde está realmente el origen del problema, que es en Marruecos. Tanto en los padres que se desentienden de sus hijos menores de edad, dejándolos que accedan de manera irregular a otro país o incluso entrando con ellos de manera legal para luego abandonarlos, como en las autoridades marroquíes que miran a otro lado en un problema en el que tiene mucho que decir.
¿Se imaginan que en vez de marroquíes, los menores emigrantes fueran españoles? ¿Qué dirían entonces las oenegés y partidos de la oposición? Seguramente, sus acusaciones no irían dirigidas al lugar donde fueran esos menores, pongamos Marruecos, Francia o Portugal como ejemplos al ser los países vecinos. Lo más probable es que sus voces críticas fueran levantadas contra el gobierno de España por permitir esa emigración clandestina de sus menores o no hacer nada por impedirlo o, al menos solucionarlo.
Partiendo de esa base, hay que dar la razón a aquellos que critican que el problema de los menores se nos está yendo de las manos en Melilla. Nuestros centros acogen a unos 600 en estos momentos, muchos más de su capacidad máxima, a los que habría que sumar el centenar que vive en las calles. El hacinamiento es real, y no puede ser permanente, porque el mucho esfuerzo que hace la Ciudad Autónoma se ve ensombrecido por los problemas que acarrea esa situación.
Es necesario hacer algo al respecto, sin esperar eternamente a que los gobiernos de España y Marruecos reaccionen, puesto que ninguno ha mostrado interés real en solucionar este grave problema pese a la buena sintonía que existe entre ambos. Una cosa está clara, y es que seguir con una postura inamovible es un error, porque la capacidad de Melilla no es infinita y podría llegar el día en que la caldera termine estallando.

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