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Buenos días

Niños

Es así. Ni me entretienen, ni me agradan, ni me divierten. ¡Me deslumbran.¡ Los he visto pintar, con un simple trozo de carbón en mitad de una acera, trozos de Giotto y restos de Códices Gregorianos. Lo hacen jugando. Como si nada. Y después le inventa una tonadilla y unos gritos y vuelan. Retozan y brincan y están tan tranquilos. Tan hermosamente tranquilos.

Los niños. ¿Quiénes son?… con esas caras que destruyen la violencia y ganan en todos los frentes. Se caen y entonces se descubre, que la gravedad es una conjura contra algo, pero no contra ellos. Y hay un referéndum, hace dos mil años, donde van todos los patriarcas más viejos del mundo, a preguntar, en qué forma se debe ganar de una vez un reino para siempre. Un estado para la eternidad. Y le responden escuetamente: Tenéis que ser como niños. ¿Qué pasa con esta gente chica y sin fuerza, que mueve más urgencias que todos los arrebatos energéticos del hombre?… No sé. Es raro todo eso. Muy raro. Aparecen en cualquier sitio, pero siempre lo mismo: desnudos. Y se acoplan al engranaje de la selva o al comedido acento de un palacio, como si tal cosa. ¡Como si no existieran años! ¡Como si no existieran distancias, aluviones, traumas, batallas, esfuerzos y gestos!… ¡Como si no existiera nada, desde una selva a un palacio! ¡Qué barbaridad!… Y ven la guerra y están dentro de ella y lloran, pero sin odio ni rencor. Sus lágrimas son como letras de un idioma desconsolado. No lloran por la guerra ni por sus consecuencias. No. Lloran por un simple acto que les haga perder de pronto su encantamiento. Un trato brusco. Una frase dura. Lloran por eso. Los he visto jugar con caña de bambú, saltándolas, y a la vez contando los cañonazos que una batería cercana estremecía el paisaje… ¡Bum!… ¡Uno!… ¡Bum!… ¡Dos!… ¡Bum!… ¡Tres!… y siempre, siempre, el último sonido que se oía, era la voz del niño y no la voz del arma. ¡Hay que ver!… ¡Cuánto saben sin saber!…

Y siguen entre nosotros estos pequeños desconocidos, como carcomas del tiempo y avispas del alma. Mirándolo todo. Preguntando todo… ¿para qué? Si después resulta que una generación deja el gas porque ha preferido alumbrarse eléctricamente.

Los niños, ¿de dónde llegan? ¿De atrás o de delante?… No quiero perderme en cavilaciones que sólo me conducirán a perderme en mí mismo. Prefiero enredarme entre sus inocentes trazos de carbón en una cabeza picasiana o en un caballo de Chagall y deslumbrarme.

O leerlos. Cuando se ponen a escribir. Ni todo el ímpetu arrollador de Márquez, consigue meter en una sola línea, tanto germen vivo y tanta destrucción a la vez, para dejar a la Creación enseñorearse. Ya lo dijo Picasso: “¡Ochenta años trabajando de pintor y no sé hacerlo como un niño!”… Por eso he querido dejar, como un futuro más prometedor para este modesto trabajo, las improntas cósmicas de algunos pequeños ciudadanos voladores. Ya que únicamente ellos son los que están constantemente, enseñando a nacer a todas las cosas… ¡Hasta siempre! Y que los Reyes, no solo os visiten una vez al año, sino un año entero cada vez. Sois la alegría de la vida.
.Buenos días, pues con vosotros, son mejores

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