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El Sitio de 1774-1775

Plano Sitio 1774-1775.

Por Isabel Migallón

Cada 19 de marzo, festividad de San José, desde hace más de dos siglos la ciudad de Melilla recuerda y rinde homenaje a los defensores de la Plaza. A aquellas personas que soportaron más de cien días de asedio.
Además de depositar una corona de laurel junto al monumento dedicado al mariscal Juan Sherlok, se celebra una función religiosa porque así se estableció en su momento. Pero lo realmente importante es que a día de hoy, bien entrado ya el siglo XXI todos los melillenses les recuerden y no olviden su heroica gesta.
Mucho se ha escrito al respecto y por personas con conocimientos más amplios que los míos. Nada nuevo voy a aportar, solo dedicarles estas líneas, escritas desde la más profunda admiración, respeto y agradecimiento.

Mariscal Sherlok.-

El brigadier Juan Sherlok o John Sherlok nació en 1705 en Irlanda; era hijo de Peter Sherlock, nombrado barón y caballero por el Jacobo III de Inglaterra. Durante la rebelión irlandesa de 1741, los Sherlock habían perdido sus enormes posesiones en el condado de Waterford.

Esta situación propició el que John emigrase a España pero con la esperanza de regresar a su patria en el momento que un católico ocupara el trono de Inglaterra. Mientras tanto, siguiendo los pasos de su padre y su abuelo, prestó sus servicios en el Regimiento Ultonia.

Ingresó en el Ejército Español en 1719. Luchó en la guerra contra Inglaterra en 1727 cuando se intentó reconquistar Gibraltar. Terminada ésta participa en la expedición del Conde Montemar, que reconquistó la Plaza de Orán, perdida durante la Guerra de Sucesión. Permanece allí hasta diciembre del mismo año. Toma parte en la Campaña de Extremadura de 1735 y vuelve de nuevo a Orán, donde queda de Guarnición hasta 1748, asistiendo a varias acciones de guerra al mando de una Compañía de granaderos.

Fue gobernador interino de Mazalquivir y participó en la Guerra de Italia e hizo completa la Campaña de Portugal. En 1769, con el empleo de coronel, pasa a Ceuta hasta finales de abril de 1770. De allí pasó a Badajoz hasta 1773 regresando al norte de África.

Con posterioridad, en junio de 1774 es nombrado comandante en jefe de Melilla por el rey Carlos III. Fue escogido para dirigir la defensa de la Plaza, en calidad de Comandante General, en atención a sus cualidades personales… “ por la confianza que tiene (el Gobierno) en el zelo y experiencia de V.S. según
Desde el 9 de diciembre del citado año hasta el 19 de marzo de 1775, Juan Sherlok defendió la ciudad africana del ataque del sultán Mohammed III de Marruecos.

Cuando la situación era desesperada, la llegada de una flota desde España con refuerzos permitió a Sherlok romper el asedio y deshacerse de la amenaza marroquí.

El 13 de enero de 1776 fue nombrado gobernador militar y político de Sanlúcar de Barrameda, destino en el que estuvo hasta el 30 de abril de 1791. Durante este tiempo desempeñó varias veces, con carácter interino la Capitanía General de Andalucía. fue nombrado gobernador de Sanlúcar de Barrameda, donde murió el 25 de julio de 1794 con 89 años.

En el barrio del Polígono hay una calle con su nombre.

El Asedio de 1774.-

En 1773, una comisión compuesta por el mariscal de campo Luis Urbina, el ingeniero director Juan Cavallero y el ingeniero Ricardo Aylmen emite informes sobre las obras a ejecutar, el armamento necesario y el plan de defensa en caso de ataque. Asímismo, el gobernador José de Carrión Andrade presenta un elaborado plan defensivo de la plaza con indicación de las necesidades de armamento y suministros.
En junio de 1774 es nombrado comandante general de Melilla el mariscal de campo Juan Sherlok, un militar de origen irlandés de gran prestigio para que dirigiera las operaciones en caso de un asedio. Los acontecimientos se precipitaron y el sultán en una carta datada el 19 de septiembre de 1774, dice que se propone desalojar a los cristianos de sus posiciones norteafricanas, desde Ceuta hasta Orán, y que no ha roto el tratado de paz, arguyendo, falsamente, que el acuerdo se refería solamente a los ataques por mar y no por tierra.

Pocas semanas después, Ceuta es atacada y ante eso, Carlos II declara la guerra a Marruecos el 23 de octubre de 1774. El 9 de diciembre, las fuerzas marroquíes llegaron y se asentaron en las proximidades de Melilla, con lo cual se inició el Sitio, que no concluiría hasta el 19 de marzo del año siguiente.

Entraron por la zona denominada la “Casa del Renegado” en el Atalayón. Montaron su campamento en las estribaciones del cerro de San Lorenzo, en la zona derecha del río de Oro (que en aquella época desembocaba en el mar por la plaza de España). Establecieron cinco baterías de cañones y tres morteros en San Lorenzo, Tarara, Santiago, Horcas y La Puntilla.
El sultán mandaba el ala derecha de su ejército y sus hijos Muley Ali y Muley Mimon mandaban respectivamente el centro y el ala izquierda.
Habitaba una hermosa tienda de campaña, adornada con estandartes verdes, rojos y amarillos. Otra espaciosa tienda inmediata le servía de Mezquita. Cuando salía a pasar revista a sus tropas, montaba un brioso caballo blanco, ricamente enjaezado. Otras utilizaba una lujosa carroza. Según se dice, la tienda del sultán, así como la carroza que utilizaba en las revistas de tropas, eran un regalo del rey Carlos III.
El 16 de diciembre, aprovechando la llegada de una embarcación francesa, con cargamento de cal y ladrillos, se ordenó que marcharan a Málaga las mujeres y los niños, que permanecieron en aquella ciudad, hasta la terminación de las hostilidades.
En los primeros días del Sitio, la superioridad del fuego estuvo de parte del ejército sitiador, que disponía de una excelente Artillería, adquirida en Inglaterra, Holanda, etc. Pero con la llegada de refuerzos, especialmente, de un destacamento del Segundo Batallón de Artillería de Cádiz, con moderno material, mejoró notablemente la situación.
La moral de los defensores no decayó ni un momento, a pesar del terrible bombardeo a que estuvieron sometidos.
La mayor parte de los edificios fueron alcanzados, dándose la curiosa coincidencia, de que la primera descarga enemiga, arruinó la Casa del Gobernador. El Real Hospital recibió también algunos proyectiles, provocando incendios, que fueron rápidamente sofocados, sin que ocasionaran víctimas.
La Virgen de la Victoria, Patrona de la Ciudad y demás imágenes de la Iglesia de la Purísima Concepción, fueron trasladadas, mientras duró el Sitio a la Cueva del Conventico, situada debajo de la residencia de los Padres Capuchinos, habilitándose dicha cueva para celebrar el culto.
Un aspecto bélico muy interesante, en el ataque y defensa de Melilla fue la Guerra de Minas, en la que los sitiadores pusieron sus esperanzas tratando de abrir brecha en las sólidas murallas de la Plaza. Todo el subsuelo comprendido entre el Ataque Seco y la muralla exterior, fue perforado por los sitiadores, tratando de aproximarse para volarla. Desde el cuarto recinto se les contraminó, inutilizándoles varias minas y ocasionándoles fuertes pérdidas.

El primer caído español fue el soldado Juan Rodríguez, del regimiento de la Princesa, muerto el 22 de diciembre; había nacido en Torralba, provincia de Toledo.

El 8 de enero de 1775 (también se sitúa el hecho en las primeras horas del día 9) el cabo Alonso Martín, murió con doce desterrados, “hombres de reconocido valor” defendiendo heroicamente las murallas del fuerte de Victoria Grande. Salieron intrépidamente a cuerpo descubierto, sorprendiendo al centinela de una mina enemiga a quien dieron muerte, procediendo a volarla con bombas de mano de “nueve pulgadas”, e incendiando a continuación una trinchera enemiga, guarnecida por doscientos hombres, que se dieron a la fuga creyendo que se trataba de un ataque de toda la guarnición de Melilla. Don Alonso Martín y sus valientes desterrados, consiguieron retirarse sin sufrir bajas, al amparo de los fuegos de los Fuertes del Rosario, Victoria Grande y San Antonio.
Al tener conocimiento del hecho, el Rey Don Carlos III, decretó el ascenso a Sargento de Don Alonso Martín y el indulto de los desterrados, que habían tomado parte en la arriesgada salida.
Bien entrado el año 1775, convencido el Sultán de la inutilidad de sus esfuerzos para conquistar la Ciudad, tan bizarramente defendida, decidió levantar el Sitio y solicitar la paz.
En las primeras horas del día 16 de marzo, desde la Plaza se contempló con alegría, cómo las fuerzas enemigas desmontaban su campamento, procediendo a cargar la impedimenta en mulas y camellos, que poco después emprendían la marcha por el camino de Mazuza seguidos del propio Sultán Sidi Mohamed ben Abdalah.
A las dos de la tarde, precedidos de bandera blanca, se presentaron unos parlamentarios, presididos por el Caid Amar, quienes manifestaron que en nombre del Sultán, solicitaban del Rey de España el restablecimiento de la Paz, para lo cual y desde aquel momento, desistían de todo acto de hostilidad contra la Plaza, con la que deseaban mantener en el futuro relaciones amistosas, al propio tiempo que anunciaban que volverían con pliegos de su Señor el Sultán para el Rey de España.
El día 17 continuó la retirada del Ejército Marroquí, sin que volvieran los parlamentarios. Lo hicieron el 18, entregando al mariscal Sherlok, dos cartas del Rey de Marruecos, una para el Rey de España y otra para el ministro de Estado, marqués de Grimaldi, que las que hacían protestas de amistad.
El último caído en combate fue el soldado Raimundo Cabellera, de Infantería, muerto el 18 de marzo de 1775.
Por fin, el 19 de marzo de 1775 y después de cien días de asedio, se alejaban definitivamente de la vista de Melilla, los últimos contingentes del ejercito sitiador, en medio de la general alegría de los melillenses.

El mariscal Sherlok se apresuró a comunicar la buena nueva al Rey; la noticia produjo gran satisfacción en la Corte. Y Carlos III por Real Orden de 28 de marzo de 1775 felicitaba efusivamente a todos los defensores de Melilla:

“Quiere el Rey, que V.E. en su Real Nombre, dé las gracias muy particularmente a esa Guarnición, por el esmero, con que se ha portado en la obstinada defensa de esa Plaza, contra las Armas del Rey de Marruecos, y la gloria que de su constancia y fidelidad le resulta a la Nación y a sus Reales Armas, y de Orden de S.M. lo participo a V.E. para que disponga su cumplimiento…”

Esta Real Orden fue solamente leída por el propio mariscal Sherlok, a la Guarnición formada, con sus armas y banderas…
Por su parte, la población de Melilla, que tan abnegadamente había soportado los riesgos e incomodidades del Sitio, acordó, con fecha 2 de septiembre del mismo año, asignar 600 reales de vellón, para celebrar anualmente, con la mayor solemnidad (tres capas, sermón, volteo de campanas y desfile de la Guarnición), una función religiosa, cada 19 de marzo, en acción de gracias por el Levantamiento del Sitio de los años 1774-17…

Noticias del Sitio.-
Suplemento a la Gazeta de Madrid
17 de enero de 1775
“El Rei nuestro Señor recibe frecuentes avisos de la Plaza de Melilla, y siempre nuevas seguridades de la pericia, vigilancia y actividad con que el Comandante General D. Juan Sherlok, asistido del notorio ardimiento y ánimo infatigable de toda la Guarnición, prosigue en la defensa de aquella débil Plaza; y aunque desde que se tubieron los primeros indicios del rompimiento entre esta Corona y los Estados de Marruecos se dieron eficaces disposiciones para que no careciesen los Presidios de cosa alguna necesaria, y para mantenerlos en el mejor estado de defensa; con todo, como es indispensable surtirlos succesivamente de víveres y de quanto conduzca a su conservación se les han enviado repetidos socorros y en especial a la Plaza de Melilla, acometida ya por las armas del Rei de Marruecos Lo riguroso de la estación y lo bravo de aquella Costa dificultan se acerquen a ella embarcaciones grandes; pero no por esos impedimentos ha dexado de insistirse en dirigir reiteradamente de nuestros Puertos, varios buques, de todos portes, escoltados del Navío S.Genaro, y de Fragatas y Xabeques de guerra, con abundante provisión de víveres y municiones y con refuerzos de Tropa, de que al fin se ha conseguido desembarcar mucha parte, despues de haberlo intentado en vano hasta quatro veces. Este logro se ha debido a la dirección y acertada conducta de los Comandantes de Marina, como el tesón de los Patrones y tripulaciones, respectivas, que han sabido acreditar su intrépido denuedo, pues a vista de no ser dable a los Vageles mayores aproximarse a la Plaza, se emprenhendió con sumo riesgo, y se efectuó con feliz éxito socorrer por último aquel Presidio, conduciendo en barcos y lanchas considerable porción de víveres, de pertrechos y de gente.
Sin omitir otras varias providencias y oportunas precauciones, se han destinado dos Navíos de línea, con 6 Fragasta y 9 Xaveques, para que crucen sobra las costas y entre Cabos, con el fin de convoyar a los Navíos del Comercio de Indias, de impedir transporten los Moros por el Estrecho de Gibraltar artillería gruesa contra los Presidios, y de que se mantengan en las inmediaciones de estos mismos para protegerlos y auxiliarlos en caso urgente, abrigando los continuos socorros que se prosigue en enviarles, y en especial los dirigidos a Melilla, adonde se sostendrán con vigor y hasta el último trance, en quanto las circunstancias de esta Plaza lo permitan, el decoro de las armas del Rei.
Para completa inteligencia de lo ocurrido, así en la Plaza como en el Campo Moro, se dará aquí el siguiente resumen de los avisos que sobre el particular se han recibido.
El 6 de Diciembre de 1774 avisó D. Juan Sherlok, que a las dos de la mañana de aquel mismo día había sabido que el Rei de Marruecos se hallaba acampado a cinco leguas de la Plaza de Melilla con un numeroso Exército de Caballería, al que debía seguir el resto con la Infantería y tren de artilleria. En 10 del mismo mes notició que le día 8 por la noche se puso el Exército en movimiento y que se hallaba a quatro leguas de la Plaza. Que el 9 a las diez de la mañana, se empezó ya a descubir, y a la una y media formó su campamento a la vista de ella y baxo del tiro de cañon; y que según el terreno que ocupaba y número de tiendas que se veían, reconoció ser un campo volante como de unos cinco mil hombres entre Infantería y Caballería, los que con el vivo fuego que les hizo la artilleria de la Plaza se vieron obligados a retirarse por dos veces, alejándose con pérdida considerable. Que aquel mismo día empezaron los enemigos a disparar granadas reales desde el ataque de S. Lorenzo, y succesivamente del de Santiago, arrojando bombas de a 12 pulgadas que causaron algun estrago en las casas, haciendo fuego al mismo tiempo con su antiguo cañón, colocado en el expresado sitio de Santiago, adonde observó conducían como unos ocho cañones para formar en él una batería. Que el resto del día entraron en el campo volante 8 y hombres, y que después de establecidos en el pasaron a la ligera a apostarse en el sitio llamado de la Rambla, resguardado de la Puntilla y Ataque Seco, denotando ser su intención empezar los ataques por estas alturas y dirigirlos al Fuerte grande la Victoria. Al tiempo de partir el correo con estas noticias, se presentó el Alcaide de aquel Campo, acompañado de un Baxa, de parte del Rei su amo, a intimar se rindiese la Plaza por abandono o capitulación: a que respondio el Comandante, por medio del Gobernador, que uno y otro estaban mui distantes de pensar en entregarla en manera alguna, y si resueltos a defenderla hasta el último extremo, lo qual seria quando no quedase Español alguno con vida mediante cuya respuesta se retiraron. Con fecha de 21 escribió Sherlok que hasta aquel día habían seguido los enemigos su empeño en bombardear la Plaza; aunque con menos acierto que al principio, y en batirla tambien con su artilleria, que por ser de corto calibre no ocasionaba daño considerable.que como en esta ocasión observaron los enemigos que varias embarcaciones se dirigian a la Plaza, establecieron con parte de aquella artilleria una bateria detrás de la Puntilla, con la mira de alejarlas y de dificultar el desembarco de los socorros que intentaran introducir; pero que este procuró contrarrestar su empeño arruinándoles la bateria que habían levantado a la parte del mar debaxo del Fuerte antiguo de S.Lorenzo, y que volvían a restablecer con bastante trabajo por el vivo y continuo fuego que se les hacía; y que sin embargo pudieron en aquel mismo dia baxar a ella algunos de los morteros que tenian en el citado parage. Que como la falta que el enemigo padecía de artilleria de batir podía ponerle en la precision de intentar un asalto, bien fuera general, o principiandole solo por los Fuertes exteriores, quedaba con la mayor vigilancia para precaver un golpe arrebatado. Que con esta precision le habia sido forzoso fatigar la Guarnicion hasta el extremo, teniendola todas las noches sobre las armas sin el menor descanso, lo que esta habia sufrido con singular constancia hasta aquel dia, no obstante el desconsuelo que habia experimentado de haber llegado repetidas veces a vista de la Plaza los socorros, que por la contrariedad de los tiempos se volvían a España sin poder desembarcar la Tropa y efectos que se enviaban para su refuerzo y alivio; y finalizaba diciendo que hasta aquella hora habian arrojado los enemigos mas de 700 bombas, sin otra desgracia que la de tres desterrados muertos y doce heridos.
Con fecha de 30 aviso el Capitán General de la Costa que habiendose serenado el tiempo en la mañana del 27 y empezado a correr viento de tierra, logró la satisfaccon de que se hiciesen a la vela para Melilla en aquella misma noche y la mañana siguiente diez y ocho embarcaciones cargadas de Tropa, víveres y efectos, convoyadas por quatro Xaveques del Rei en dos divisiones, y que según seguian los vientos favorables debía esperarse que en la tarde del 29 hubiesen podido llegar a su destino, y tambien el Navío de guerra S.Genaro, que al mismo fin conducia otro convoi desde Cádiz, y pasó a la vista de Málaga.
En carta de 3 del presente mes de Enero dice el mismo Capitán General que por algunas embarcaciones que han regresado de Melilla, y no pudieron mantenerse sobre aquella Costa por la intempestiva y rigurosa variación del viento, habia sido que en la noche del 30 del mes anterior lograron introducir en aquella Plaza al Ingeniero Director Don Juan Caballero y 700 hombres de Infanteria y Artilleros con algunos efectos de boca y guerra; pero que habiendose mejorado el tiempo se habían hecho nuevamente a la vela en aquella madrugada, convoyadas de las Fragatas y Xabeques del Rey, con lo equipages, efectos y Tropa que no pudieron desembarcar en aquella noche, llevando orden de presentarse delante de Melilla, para entregar allí de lo mismo que conducían a los demás Presidios todo quanto aquel Comandante les pidiera, y de seguir después con el resto a sus respectivos destinos…”

Muchos fueron los días que aquellos valientes melillenses lograron, a pesar de lo extremo de la situación, soportar los continuos ataques de las tropas del sultán. Su valentía y arrojo hizo posible que hoy continúe hondeando en lo más alto de la Vieja Melilla, la bandera española.

Isabel Mª Migallón Aguilar

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