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Una situación insostenible

La frontera avanza, pero sus pasos hacia adelante son tan lentos, que no se ven los resultados. Todos, empresarios, profesionales y ciudadanos, necesitamos celeridad en las soluciones, una virtud de la que, lamentablemente, carecen las administraciones públicas. Quizá, para cuando lleguen, ya sea demasiado tarde La presidenta de la Confederación de Empresarios, Margarita López Almendáriz, rodeada de su equipo directivo, lo ha dicho bien claro: la situación que atraviesa el tejido empresarial de Melilla es «crítica» y «absolutamente insostenible». Hay empresas y comercios de nuestra ciudad que están al borde del cierre. No pueden seguir de esta manera. No es que Almendáriz haya descubierto la pólvora porque todos en Melilla ya sabíamos del difícil panorama que sufren los empresarios. Pero sí es importante que López Almendáriz lo mostrara en una reunión donde estaba la plana mayor de la Ciudad Autónoma, la Delegación del Gobierno y los cuerpos de seguridad. Faltaba mesa para todos los que se reunieron en torno a ella, en la que las administraciones querían demostrar que les importa lo que está pasando y que están dispuestos a ayudar a solucionarlo. Hoy, previsiblemente, volverán a encontrarse con el mismo mensaje pero en la calle, porque hay convocada una manifestación general que desde las dos administraciones se ha intentado contrarrestar apuntando a la politización por el apoyo mostrado por formaciones como Coalición por Melilla y Ciudadanos. También recordando el poco efecto de las pancartas para buscar una solución real y alegando una ausencia de sentido a la protesta cuando se está trabajando en los despachos para buscar soluciones.
Nadie pone en duda que no haya interés en encontrar una solución desde los poderes públicos. Si no fuera así, francamente sería para echarlos a patadas por no trabajar en los intereses generales de la ciudad a la que sirven, que tanto depende de esa frontera que tenemos compartida con Marruecos. Y aunque se ha trabajado por intentar mejorarla en los últimos tiempos, la realidad es que la frontera no termina de ser esa máquina bien engrasada que aspiramos a tener.
Llevamos años escuchando hablar de todos los problemas que rodean a la frontera. Ríos de tinta han corrido en torno a este asunto, porque su desarrollo no ha tenido el mismo ritmo de crecimiento de población de los territorios que conecta, así como las necesidades de sus habitantes y sus respectivas economías, también crecientes. El resultado es obvio, lo vemos a diario, con unas fronteras que presentan una falta de capacidad manifiesta, que a su vez ahoga a quienes viven de ella. Un colapso que sufren no solo los usuarios que tratan de cruzar de un lado a otro, sino también los profesionales que prestan servicio en ellas, como oímos prácticamente a diario en boca de los sindicatos y asociaciones de Policía y Guardia Civil. La situación es tan delicada, que la semana pasada vinieron hasta Melilla los responsables nacionales de estas organizaciones, todos a una, para dar un toque de atención sobre lo que está pasando y reclamar soluciones. La frontera avanza, pero sus pasos hacia adelante son tan lentos, que no se ven los resultados. Todos, empresarios, profesionales y ciudadanos, necesitamos celeridad en las soluciones, una virtud de la que, lamentablemente, carecen las administraciones públicas. Quizá, para cuando lleguen, ya sea demasiado tarde.

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