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Columna educación

Por Hache o por Be

La lacra de la carencia de centros escolares en nuestra ciudad no es reciente, se pierde en la memoria de los tiempos, como tampoco lo es el retraso por una excusa u otra en la ejecución de los proyectos que se publicitan a bombo y platillo como solución. Y mayo de 2018 no podía ser menos: como en tantas otras ocasiones, en tantos meses, de tantos años y en tantos proyectos y nuevos centros, los retrasos, las excusas y las haches y las bes nos garantizan que los nuevos centros no estarán cuando nos dijeron que estarían. ¡Mejor no hablar de cuando deberían haber estado!
El nuevo centro de Gabriel de Morales, cuya primera piedra hace tiempo, mucho tiempo, nos aseguraron que se pondría en enero de 2017, sufre un nuevo retraso: “motivos administrativos” demoran el derribe del viejo acuartelamiento en cuyo solar se ubicará el nuevo centro. No cabe duda de que, como nos demuestra la experiencia, este retraso sufrirá el efecto multiplicador al que estamos habituados. Lo que no sabemos es si se trata de una hache o una be.

Y qué podríamos decir del antiguo Mercado Central. Estamos como hace unos meses. Sin licencia de primera ocupación, sin planes para la construcción de la salida de emergencia. Y un nuevo viaje de técnicos de Madrid para reunirse con la Consejería de Fomento para tratar de desbloquear la situación. A este paso, estos centros nos van a costar más en viajes y dietas que en construcción. Y, hoy por hoy, lo único seguro es que el próximo curso está más cerca y que nada asegura que los centros a ubicar en estas instalaciones puedan empezar a desarrollar su labor en ellas el próximo septiembre. En fin, que por hache o por be, los centros que con tanta urgencia y desde hace tanto tiempo se necesitan en nuestra ciudad ven postergada su construcción o puesta en marcha sine die, una y otra vez.

Y las alternativas no llegan o se implementan con excesiva lentitud: nada se hace para llevar a cabo la propuesta de SATE-STEs de aumentar una línea provisionalmente en aquellos centros que dispongan de espacio o tengan en sus aledaños espacio público para ello y, por otra parte, para instalar cuatro aulas modulares se tarda ¡un año y medio!
Lo que sí está claro, meridianamente claro, es que el próximo 10 de septiembre, los docentes de nuestra ciudad volverán a enfrentarse a unas aulas extremadamente saturadas, con más alumnos de los que la normativa vigente permite, y en unas condiciones laborales que superan ampliamente lo requerido por el cumplimiento del deber, y todo porque unos y otros no se deciden a remar en la misma dirección para poner fin a esta problemática. ¿Cuál será la próxima excusa? ¿Hache, o be?

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