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Carta del Editor

Cambios en el poder

"El PP no debe olvidar que ha sido expulsado del poder por la confluencia de siempre, los socialistas aliados a la extrema izquierda y los nacionalistas…Todos contra la derecha, y con la ayuda de Ciudadanos, un partido que quiere liderar a la derecha sin ser de derechas", escribe Edurne Uriarte. La cuestión es si el Partido Popular es hoy, en la práctica, un partido de derechas o uno de centro-izquierda, cercano a las tesis que defendía el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, inclinado hacia lo público, más intervencionista que respetuoso con la libertad, más avergonzado de que se pueda pensar que son de derechas que lo contrario (que sería estar preocupado por haber llegado a ser un adminículo de la izquierda española, aliada de la extrema izquierda y los separatistas antiespañoles). Los cambios de poder, con esa política temerosa, eran inevitables. "El PP no debe olvidar que ha sido expulsado del poder por la confluencia de siempre, los socialistas aliados a la extrema izquierda y los nacionalistas…Todos contra la derecha, y con la ayuda de Ciudadanos, un partido que quiere liderar a la derecha sin ser de derechas", escribe Edurne Uriarte. La cuestión es si el Partido Popular es hoy, en la práctica, un partido de derechas o uno de centro-izquierda, cercano a las tesis que defendía el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, inclinado hacia lo público, más intervencionista que respetuoso con la libertad, más avergonzado de que se pueda pensar que son de derechas que lo contrario (que sería estar preocupado por haber llegado a ser un adminículo de la izquierda española, aliada de la extrema izquierda y los separatistas antiespañoles). Los cambios de poder, con esa política temerosa, eran inevitables.

El tsunami de la toma del poder nacional por el PSOE de Pedro Sánchez ha sido, y creo que seguirá siendo, tremendo. Su repercusión en Melilla, no menos tremenda. Por lo pronto ha despojado al actual PP local de uno de sus principales argumentos electorales, muy importante dada la cercanía de las más que muy importantes elecciones locales del mayo próximo: la conveniencia de votar a un partido local que coincida con el nacional. Eso ya no será posible, porque parece evidente que Sánchez no tiene ningún interés en convocar elecciones, que ha venido para quedarse, por una parte, y por otra también resulta más que improbable que los mismos que le han colocado en el poder -extrema izquierda y antiespañoles- quieran desalojarlo de ese poder para que puedan sustituirlo los desalojados, ya sin Mariano Rajoy pero con no demasiadas posibilidades de una verdadera, necesaria y profunda renovación.

Lo de las concertinas de Melilla y Ceuta y las declaraciones del nuevo ministro del Interior, el juez Grande-Marlaska, es otro ejemplo del tsunami en el que nos encontramos. El mito de la socialdemocracia lo destruye la inmigración ilegal, oigo y lo comparto. Imbroda recordaba el jueves que las concertinas las instaló el PSOE, previo gasto de varios (9) millones de euros de ese dinero público que, como se piensa y es lo considerado como políticamente correcto, no es de nadie y no cuesta nada (aunque la realidad es que es de todos y vía los impuestos obligatorios y confiscatorios, además de ser de todos, a todos nos cuesta mucho). Ventura insistía en la diferencia de renta per cápita entre Marruecos y España (11 veces menor la de Marruecos, como Daniel Ventura dijo, aunque nuestro periódico cometió un error y los transformó en el 11%) y el efecto llamada que eso significa. Ahora el mismo PSOE, con otros cargos o al menos con algunos de esos cargos, parece que quiere quitar las concertinas y sustituirlas por algo todavía indefinido, por más guardias civiles quizás (que son más gasto público y no salen gratis aunque, repito, algunos se lo crean). ¿Las consecuencias para Melilla, Ceuta, España y Europa? El nuevo ministro del Interior no ha dicho nada de ello y hay que deducir que no ha calculado nada, que no ha contado con melillenses, ceutíes, españoles y europeos para hacerse una idea de lo quieren o pueden hacer. En suma que, como decía y lamentaba Mario Vargas Llosa en su libro "La civilización del espectáculo", el espectáculo es más importante que la realidad, sobre todo cuando el espectáculo -como pasa con los políticos- lo pagamos, y en muchos casos lo sufrimos, los demás.

La crónica de una mujer anunciada se ha cumplido en el caso del nombramiento de la primera delegada del Gobierno en Melilla. Produce una cierta ternura oír las primeras declaraciones de Sabrina Moh, tan inexperta, tan tierna, tan ilusionada y con tan buenos propósitos. Nada nuevo, lo de los buenos propósitos, en las declaraciones de los políticos, pero la tarea de Sabrina no va a ser fácil, porque la situación de Melilla no lo es y aunque a su favor tiene, de inicio, el apoyo de los comerciantes de Melilla que estaban, en su inmensa mayoría, absolutamente desesperados con Abdelmalik el Barkani y que esperan de la delegada un cambio radical, un reconocimiento a la innegable -aunque tantas veces negada- importancia que el comercio y el respeto a las iniciativas comerciales tienen para nuestra ciudad. Crear estímulos que despierten la creatividad -entre lo que dedicar demasiado tiempo al paso de los borregos marroquíes no está incluido- es la mejor política. Aburrir a los que tienen iniciativas, la peor. Para ello se necesita, además de ganas, preparación, pero, en fin, ya veremos.

Posdata
Mariano Rajoy ha abandonado también su escaño en el Congreso y ha pedido el reingreso en su puesto funcionarial del Cuerpo de Registradores. Los funcionarios tienen, sobre el resto de los españoles, esa ventaja a la hora de abandonar la política. Los directores provinciales melillenses cesados con los que he tenido ocasión de hablar me han manifestado su intención de volver a sus puestos funcionariales pre políticos, lo que me parece muy bien. Como mal me parecería, e insisto en el tema, que se colocara a cualquier de los cesados en la Ciudad Autónoma o cualquier otro puesto dependiente del Gobierno local, ya más que superpoblado de cargos.

El PP, ya en la oposición en casi todas partes y con las encuestas vaticinando un enorme fracaso del partido, ha puesto de actualidad, con una denuncia al alcalde de Valencia, algo que se utiliza muy poco pero que debería utilizarse bastante más: la figura de la prevaricación administrativa, dirigida personalmente contra un funcionario o político en ejercicio. Denunciar por prevaricación a un organismo publico no es eficaz. Hacerlo contra un político o funcionario concreto sí puede serlo. Así, quizás, se pondría coto a la extendida paralización administrativa que, por ejemplo en Melilla, tanto daño hace.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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