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Atril ciudadano

Final de junio

Recientemente he tenido la oportunidad de estar en un colegio y he recordado el ambiente del mes de junio, con mucho calor y los jóvenes nerviosostambién por los exámenes del final de curso. Aunque hace bastantes años que no me siento detrás del pupitre, el ambiente colegial me ha hecho pensar en otro “examen final”,uno que no sé si será en un mes de junio… Me refiero a la prueba definitiva de la que habló san Juan De la Cruz:A la tarde de la vida te examinarán en el Amor.No es para inquietarse, pero está claro que siempre seremos novatos anteun examen así, cuyo resultado no depende en último término de lo que sabemos, sino de cómo vivimos.

A san Josemaría Escrivále tocó presentarse a eseexamenfinal un día de junio, un día26, en 1975. Estaba entrando, no en el aula, sino en su habitación de trabajo, en su casa de Roma. Al traspasar el umbral de la puerta del despacho, miraría a una imagen de la Virgen de Guadalupe que colgaba en la pared, como tenía costumbre, y se desplomó con un fatal infarto. Por lo que escribieron sus colaboradores más cercanos, sobre todo el beato Álvaro del Portillo, que era su director espiritual, parece que presentía el desenlace desde hacía meses.

San Josemaría predicaba que no debíamos tener miedo a la muerte ni miedo a la vida. No solo lo predicaba, sino que he visto que lo gritaba triunfalmente en algunos de los encuentros multitudinarios que mantuvo en sus últimos años de vida y que, como tantos documentos, están colgados en internet. Además, como amaba profundamente la vida y la época que le tocó vivir, también decía que quería morir “exprimido como un limón” y “sin dar la lata”, a ser posible habiéndose podido afeitar ese día. Dios le concedió tales deseos.

Como han hecho todos los que han llegado a ser santos, Escrivá predicó el amor ante todo con el ejemplo de su vida, repleta de muestras de cariño para quienes vivían con él o le trataron. Pero también habló de la caridad —entendida como participación en el Amor de Dios—, dándole el lugar preeminente que le dio nuestro Señor, como perfección en el amor. Sabía que todos necesitamos aprender a querera lo largo de la vida, como lo sabía igual el doctor de la Iglesia, san Juan de la Cruz,cuyo citado dicho de Luz y AmorA la tarde de la vida…concluyecon palabras algo menos conocidas, pero no menos fundamentales: Aprende a amar como Dios quiere ser amado; y deja tu condición.

En una de las audiencias de los miércoles, el Papa Francisconos ha dado un clave para seguir el consejo del místico carmelita y aprender a amar como Dios quiere ser amado. Explica el Papa que la Caridad no es, ante todo, un don de algo, sino un don de sí. De este modo encontramos a Cristo en el otro. Y concluye “[La Caridad no] es pensar que, si amamos, es porque nosotros somos buenos; como si la caridad fuera una creación del hombre, un producto de nuestro corazón. La caridad, en cambio, es sobre todo una gracia, un regalo; poder amar es un don de Dios, y debemos pedirlo. Y Él lo da gustoso, si nosotros se lo pedimos. La caridad es una gracia: no consiste en el hacer ver lo que nosotros somos, sino en aquello que el Señor nos dona y que nosotros libremente acogemos. Y no se puede expresar en el encuentro con los demás si antes no es generada en el encuentro con el rostro humilde y misericordioso de Jesús”.

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