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El rincón de Aranda

La Casa del Cura

Hace la friolera de más de 60 años, este que les escribe, junto a varios “andarríos” (como nos decía mi abuela), andaba zascandileando, jugando a la pelota, o conduciendo un “carrillo de bolones” por la explanada del Cementerio, Duque de la Torre, Castelar, Sagasta y Cádiz, a las 4 de la tarde. También intentando colarnos, por las tapias junto a la fuente, a su interior, para leer los epitafios que figuran en las distintas tumbas, nichos y panteones. Y digo “intentando”, porque los niños no podíamos acceder a él, sin ir acompañados de un mayor, que en este caso yo lo hacía muy a menudo con mi madre. A mi lo que más me atraía era la figura del “Ángel”, que en realidad es una dama alada, (la diosa Niké), ya que se le pueden ver sus venerables pechos, con la Hoja de Laurel, en su mano izquierda y en la derecha, la Corona del Martirio, como ofrenda a todos los que descansan en sus sagrados patios.

Mi padre me decía, que debajo de la cruz que preside el monumento, y corona el panteón, nos indica que en esa cripta recibieron sepultura miles de mártires cristianos (sic). Y en la peana en que se apoya, se halla grabada la Cruz de Lorena, con la primera y última letra del alfabeto griego (Alfa y Omega); y las cuatro vidrieras que dan luz a la cripta, representan las veneras de las cuatro órdenes militares:
Alcántara, Calatrava, Montesa y Santiago. Este Panteón, por todos los signos descritos es un Panteón Cristiano, un Monumento Nacional, como el de la Constitución de Cádiz, y el del Soldado de las Campañas de la Plaza de España, realizados por suscripción nacional. Como dato histórico, el 7.01.1911, el Vicario Eclesiástico D. Miguel Acosta Algarra, bendijo la primera piedra de ese Panteón de Héroes, ante el Rey Alfonso XIII, tras ser colocada por éste.

He leído en este periódico de 12 de julio, que la “Casa del Cura”, está deshabitada hace más de 20 años; y ocupada por personas sin techo, que la están dejando hecha una pena; y digo “pena” porque esa casa, con signos del modernismo tan latentes en nuestra ciudad, como cientos de sus edificios, que podemos admirar en sus calles, pienso como el PSOE, que le pide al Gobierno de la Ciudad que actúe sobre ese abandono. Yo les pregunto: ¿Es que no podrían habilitarla para una oficina municipal, donde informasen sobre la Historia de nuestro Cementerio?, o bien sobre algo de turismo, que no vendría mal a nuestra ciudad. Claro que antes, y a pesar de estar enclavado en la zona de Bien de Interés Cultural (BIC), lo deben denominar:
“CEMENTERIO NACIONAL DE HÉROES DE ESPAÑA”, que ya están tardando lo suyo; porque sería justo que dejasen la desidia e hicieran algo de provecho. También informar al público que hasta el 28.09.1897, ejerció el cargo de Conserje, Manuel Fernández Cano; y el 27.01.1914, fue nombrado Capellán del Cementerio, por la Junta de Arbitrios, a propuesta del Obispo de Málaga, D. Francisco Ontiveros Martínez, fallecido muy anciano en Málaga, en la década de los 70, del pasado siglo. También que desde el 26.04.1906, las inscripciones en el Libro de Registro del Cementerio las firmaba el Conserje, Francisco Escaño, cariñosamente llamado: Sr. Frasquito. Ahora a cualquiera que tiene un rostro enfermizo dicen: “Que le quedan dos telediarios”. Entonces era: “A ese le falta poco para ir a Casa de Frasquito”.

También me encantaría saber: por qué ya no tañe la campanita de “Acarreo”, en cada entierro?. Tengo entendido que es la que estaba en el antiguo Cementerio de San Carlos de la Alcazaba, siendo trasladada al de Ntra. Sra. del Carmen, en su inauguración, (actual de La Purísima). Sería muy ilustrativo que los estudiosos opinaran al respecto. Porque deben saber que pudiera ser la misma que antaño se hallaba colgada en lo alto de la escalinata de la puerta principal, tañendo cada vez que trasladaban un cadáver para su entierro.

En esa casa modernista, cuando yo era pequeño, solían comentar los vecinos, que había un fantasma; pero debo decir que lo único esotérico que pudimos ver allí, era al cura Ontiveros, regañando, de muy malos modos, a los chaveas cada vez que una pelota caía en el zaguán de su casa, o por el ruido que hacíamos con los “carrillos de bolones”, cerca de su cancela.

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