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Carta del Editor

Una gran noticia: Casado, presidente del PP

Me avergüenza el Gobierno que tenemos ahora en España, en nuestra patria en peligro. Me avergüenza en el sentido de que, por más que lo intente, no encuentro punto alguno con el que identificarme, aunque fuera solo parcialmente. Y me indigna que sea yo uno más de los que, con mis impuestos indirectos -los más cuantiosos- y directos -los más folclóricos- tenga que pagar a toda esta inmensa caterva de personas -y personos, según ellos- que cobran de nosotros, de lo mucho que nos obligan a pagar, sin que estemos de acuerdo con la manera en la que emplean nuestro dinero. Me avergüenza el Gobierno que tenemos ahora en España, en nuestra patria en peligro. Me avergüenza en el sentido de que, por más que lo intente, no encuentro punto alguno con el que identificarme, aunque fuera solo parcialmente. Y me indigna que sea yo uno más de los que, con mis impuestos indirectos -los más cuantiosos- y directos -los más folclóricos- tenga que pagar a toda esta inmensa caterva de personas -y personos, según ellos- que cobran de nosotros, de lo mucho que nos obligan a pagar, sin que estemos de acuerdo con la manera en la que emplean nuestro dinero. Me adelanto a decir, dedicado a aquellos que me han tachado durante tantos años y sin conocerme de pro PP, que no considero que los últimos gobiernos del Partido Popular lo hayan hecho significativamente bien, sino todo lo contrario, exceptuando el siempre importante ámbito económico y teniendo en cuenta la enorme catástrofe que heredaron del nefasto Zapatero.

Alexis de Tocqueville escribió, en el siglo XIX, en su gran libro "La democracia en América", sobre los peligros de "la omnipotencia de la mayoría". "Una perversa alquimia transforma el oro de la decisión democrática en el plomo de la explotación rentista, protagonizada por los gestores públicos y los grupos de presión" escribía el lunes Pedro Schawrt en Actualidad Económica, y añadía que "la crisis de confianza del público en la autoridad de los políticos presenta una oportunidad de cambio de rumbo en la forma de llevar los asuntos públicos en las sociedades occidentales". El gran problema es que cambiar de rumbo social cuesta casi tanto como cambiar de forma de pensar y, como consecuencia, de actuar, y esto, como los hechos nos demuestran diariamente, cuesta muchísimo (especialmente cuando aparecen en la escena política, local por ejemplo, superimbéciles políticos, como un tal y despreciable F. P. un individuo que vive de una tienda en Nador, que insulta a los musulmanes, que no sabe absolutamente nada de Melilla pero que, como todo ignorante que roza la bestialidad, se permite insultar y calumniar. Recibirá su merecido este tipejo, prototipo de lo peor de la escena política local, al que nadie conoce ni conocerá, afortunadamente y que, por sus lamentables hechos, me recuerda a otro supergafe político local, Julio Liarte).

Tocqueville, un gran intelectual, político y jurista francés, uno de los precursores del liberalismo, tuvo una vida muy agitada y padeció diversos tipos de tiranías (sus padres se libraron, por días, de ser guillotinados). Vivió varios años en Estados Unidos y allí escribió, en el año 1840, el libro que antes mencioné, el libro y el análisis de un país que nació en democracia y que, por eso, se convirtió en la primera potencia mundial, pero también opinó, basándose en su propia experiencia personal y familiar, sobre esos peligros de la omnipotencia de la mayoría y sobre la necesidad del cambio en la forma de llevar los asuntos públicos en las sociedades occidentales.

Lo que yo apoyo desde hace mucho tiempo es lo mismo, esa necesidad del cambio en la forma de llevar los asuntos públicos. Una necesidad que es, al mismo tiempo, una inevitabilidad en un mundo profundamente cambiante y con un ritmo de cambio cada vez más rápido. No es fácil, ni lo va seguir siendo, el cambio, pero por el bien último de todos hay que intentarlo, empezando por los que más responsabilidades públicas y privadas tienen (o tenemos, si se quiere). La actual situación política de España es insostenible, incluso considerándola como un tránsito (a no se sabe dónde, por cierto). A la situación política y económica de Melilla se le puede aplicar un calificativo similar.

Un simple vistazo a la actual situación basta para corroborar lo que acabo de escribir. Por ejemplo, leo a esa gran persona que es Daniel Ventura, consejero de Bienestar Social, que en Melilla hay ya más de 800 menores y adolescentes, todos marroquíes y que, además de los 180 nuevos menores que han entrado en los centros de protección de la ciudad en el último mes y medio (el tiempo en el que la Delegación del Gobierno está en manos socialistas), se "desconoce" cuántos más menores han cruzado la frontera en ese período y viven en las calles melillenses, en esta ciudad que se está convirtiendo en "un pozo sin fondo", como denunciaba nuestro Editorial del viernes, aunque Melilla ni es un pozo sin fondo, ni lo es "la paciencia de sus habitantes, que sufren las consecuencias -de tal descontrol- en sus calles". Otro ejemplo, lo que ha ocurrido en cierta Dirección Provincial de nuestra ciudad tras el cambio de gobierno nacional. En esa Dirección el Director fue, durante muchos años de gobierno del PP, un socialista, hasta que un día le anunció el anterior Delegado del Gobierno que lo iban a sustituir, momento en el que el Director se dio (le dieron) de baja, baja que duró poco menos de un año y medio, hasta que el PSOE se hizo con el poder nacional y, siguiendo la política socialista habitual -tan diferente de la del PP- anunció al Director Provincial existente -de gran valía profesional- que iba a ser cesado y sustituido por el socialista anterior, quien inmediatamente se dio (le dieron) de alta, milagrosamente curado.

Sin embargo la gran noticia de estos últimos días ha sido la elección del nuevo presidente nacional del PP, el primer partido de España. El viernes el día fue, sobre todo, el del adiós de y a Mariano Rajoy, que hizo, como en él es habitual, un buen discurso, sin tanta emotividad como el de María Dolores de Cospedal, con esa retranca gallega que le caracteriza ("me aparto, pero no me voy"), recibido con fervor, respeto y cariño por los 3.082 compromisarios asistentes y votantes y sin comprometerse -como era esperable- con ninguno de los dos candidatos a la presidencia. El sábado empezó con los discursos de los dos candidatos, con mucha diferencia ilusionante, cualitativa y emotiva a favor de Pablo Casado ("somos el partido de la libertad") y terminó con la votación y la comunicación del resultado, que fue el de la clara victoria de Pablo Casado, una gran noticia para el PP y, lo que es aun más importante, para España. Su discurso tras ser nombrado nuevo presidente y candidato a la presidencia de nuestro país dejó claro que la renovación, el cambio, la ilusión por fin han llegado a la cúspide del PP.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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