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El rincón de Aranda

Leyendo a Hilda Farfante

Hilda Farfante, nació en Cangas del Narcea en 1931, y dedica su vida a la Memoria Histórica. Fue galardonada en 2017, con el premio “Trece Rosas”. Pide justicia para las víctimas del franquismo en la Guerra Civil y la dictadura, y es protagonista del documental: “Las Maestras de la República”. Dice que la Transición los traicionó, e hizo una canallada con sus muertos: “…Me siento culpable de lo que le pasa a Garzón, veía que iba a por Pinochet, luego a por los argentinos: ¿Y mis padres, y la represión franquista?. Cuando dijo que se iba a ocupar de ello, me llevé la alegría de mi vida. Ahora tengo ganas de pedirle perdón”.
La II República apostó por la educación y por la mujer. Su madre llegó a ser directora de escuela, algo impensable años atrás: “¡Pienso tanto en ella ahora!. A sus 35 años, consiguió mucho en la vida, aunque procedía de una familia humilde, mi madre consiguió ser independiente, estudiar una carrera, casarse con el hombre al que amaba, trabajar, ser directora de colegio. Era muy difícil en aquella época, y ella lo hizo. En la escuela no solo enseñaba a niños y niñas, sino también a hombres y mujeres. En una fotografía de mi madre dando clase a adultas se la ve haciendo punto con mi hermana Berta, y las alumnas mayores también tienen a sus hijos de siete u ocho años al lado. Para que las mujeres fueran a clase, ella les dejaba ir con los hijos. En el reverso de la imagen, se lee una anotación de mi madre, para que fueran a aprender a leer y a escribir, había que enseñarles a hacer patucos. Mi madre quiso compartir la casa y la familia, con su trabajo. Ya ves, la mataron cuando iba a abrir la escuela. Mis padres protagonizaron un verdadero cambio en el sistema educativo, no pertenecían a ningún partido político, pero dieron un salto tan grande, modernizaron la educación con tantos proyectos… ¡Qué poco les duró y qué caro lo pagaron!. Siendo mi madre directora, crearon un Centro de Colaboración Pedagógica que, como el Concejo de Cangas del Narcea era muy grande, juntaba a más de cien profesores de aldeas chiquititas. Se reunían una vez al mes y, en julio de 1935, organizaron una Semana Pedagógica”.

Hilda tenía cinco años cuando mataron a sus padres: “…Se conocían desde pequeños, iban siempre juntos, nunca se habían separado. A mi madre fueron a buscarla cuando iba a abrir el colegio del pueblo, como si fuera un ´hecho de guerra´. Mi padre fue a buscarla al día siguiente y lo mataron también. A las tres hermanas nos separaron, cada una con un familiar. Ya nunca volvimos a estar juntas. ´El Espanto´; yo siempre lo llamo así: ´El Espanto´. Días terribles. Perdí a mis padres en dos días; me llevaron a los montes para ocultarme, me separaron de mis hermanas”. Desde entonces, Hilda quedó a cargo de su tía Guillermina: “…Teníamos un miedo a hablar que te comía las entrañas, un miedo a que pasara algo grave, a que podía morir alguien…, queda mucho que decir y que gritar, un grito que ya va siendo hora de que se sepa y ahora se va a oír en muchos sitios y por mucho tiempo…”. Ochenta años después del asesinato de sus padres no ha conseguido recuperar sus cuerpos, ni sabe con seguridad en que cuneta los enterraron. “Ochenta años y no hemos conseguido nada. Eso me desgarra las entrañas”. Por eso un homenaje a los maestros represaliados del franquismo, no podía cerrarse sin recordar los versos que escribió Hilda Farfante, hija de maestros asesinados por la barbarie franquista cuando ella era una niña. En recuerdo a ellos Hilda se dedicó al magisterio, fue maestra de escuela hasta su jubilación. En homenaje a todos los familiares de las víctimas del franquismo escribió su poema, “El Grito”: “A mis padres, y a tantos y tantos que, como ellos, aún están en las cunetas./ Grito, en primer lugar por ellos, por su injusta, terrible y cobarde muerte,/ Grito por su miedo, por su dolor, por su juventud truncada, por la vida que no vivieron./ Y grito por nosotros, que nos quedamos aquí sin ellos, pobres, huérfanas, y a merced de sus asesinos/ que se pasaron cuarenta años insultándoles, pisoteándolos, y diciendo mentiras y más mentiras sobre su vida y sobre su muerte./ Grito y vuelvo a gritar por todo lo que tuvimos que aguantar y que callar./ Y grito por las viudas, las madres y los familiares, que vivieron y murieron con la boca bien apretada/ para que no se les escapara este mismo grito nuestro./ Y grito por la verdad, su verdad, por la única verdad, que os inmolaron en estos montes por amar causas justas. Y grito por la justicia, por esa justicia que ellos tanto se merecen y nosotros tanto necesitamos.

Y con Miguel Hernández digo: Que mi voz suba a los montes/ Que baje a la tierra y truene/ Eso pide mi garganta/ Desde hoy y desde siempre".

Muchos irresponsables, debieran reflexionar sobre lo que dijo Saramago: que somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos, no somos; y sin asumir responsabilidades, tal vez no merezcamos existir. Me refiero a las declaraciones que hizo el actual y flamante Presidente del PP, Casado, al referirse a lo de la Memoria Histórica, como “la Guerra del Abuelo….", (Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura). ¿Pedirá disculpas por éstas palabras?. Eso espero…pero sentado, claro.

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