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Melilla ante la realidad de un nuevo desafío migratorio para Europa

Las entradas por mar a Melilla han experimentado un “boom” en este 2018

Melilla afronta con incertidumbre lo que va camino de ser un nuevo desafío migratorio que implicará a todo el entorno europeo. Tras años de calma debido a la apertura de la ruta libia, la estabilización de la región reconduce las migraciones hacia nuestro perímetro, hasta el punto en que las entradas al territorio han aumentado un 30% por tierra y un 164% por mar en lo que llevamos de 2018. El crecimiento demográfico de África, que en 2020 doblará en población a Europa, y el hecho de que la región de África Occidental (cuya vía natural de migración es el Estrecho) sea la más “móvil” del continente, ponen a España, y más concretamente a Ceuta y Melilla, en una situación delicada. Melilla afronta una nueva crisis migratoria con la incertidumbre que produce a la ciudadanía el saber que seremos, venga lo que venga, el primer “dique” contra el que chocarán las olas.
Tras años de relativa calma “gracias” al colapso de Libia y la apertura de una gran nueva vía migratoria en el Mediterráneo a través de Grecia e Italia, la estabilización de Libia bajo el mando de Fayez Al-Sarraj y Khalifa Haftar ha propiciado la reapertura de las refinerías dedicadas a la exportación de petróleo, lo que ha traído de vuelta la presencia militar gubernamental al yermo desértico que, hasta ahora, utilizaban las mafias para trasladar a decenas de miles de inmigrantes procedentes principalmente de centroáfrica. El cierre de la “ruta libia” devuelve los flujos migratorios a su ruta natural, que cruza países como Argelia y Mauritania para desembocar en Marruecos, Ceuta y Melilla.

Morfología migratoria
La migración irregular es un fenómeno multifacético, difícil de definir, y pese a que las grandes migraciones puedan parecer una constante, sobre todo para aquellos que percibimos su enormidad desde nuestros sitiados doce kilómetros cuadrados, lo cierto es que oscilan constantemente, en tanto en cuanto se ven afectadas por una considerable cantidad de variables, que abarcan desde complejas carambolas geopolíticas hasta factores climáticos.
Los datos referentes al número de inmigrantes que han conseguido acceder al territorio nacional en 2018 entrando por Melilla, hasta el pasado 31 de julio, dejan entrever que este año ya va camino de batir récords.
Según el Ministerio del Interior, un total de 3.214 inmigrantes han llegado a Melilla en lo que llevamos de año, habiéndose producido un aumento del 30% en los accesos por tierra y del 164% en los accesos por mar.
Pese a que el Ministerio mantiene al día los datos de la inmigración irregular, cuando tratamos de conocer la procedencia de los migrantes la cosa se complica bastante. No existen datos fiables que permitan llegar a conclusiones en torno al país de origen de las miles de personas que llegan de manera irregular a nuestra ciudad, si bien diversas fuentes relacionadas con el trabajo en frontera admiten que existen diferentes perfiles: los subsaharianos, por su piel oscura, son los que más arriesgan, saltando la valla o escondiéndose en el interior de motores y depósitos de combustible, mientras que los argelinos, sirios y marroquíes acceden normalmente haciendo uso de documentación falsa.
Pese a que los datos relativos al origen de los flujos migratorios, como ya se ha expuesto, son inexactos, un gran estudio realizado por la ONU (2004) determinó que África occidental es la parte más móvil del continente, con una población migrante internacional estimada de entre 6 y 10 millones de personas. A este hecho ha de sumársele el considerable número de países “diaspóricos” que se ubican en el “cercano” hemisferio occidental del continente africano -cuya ruta natural de migración es el Estrecho-, como son Ghana, Guinea Conakri, Nigeria o Senegal, entre otros.
La estimación de crecimiento demográfico para África en 2020 indica que el continente alcanzará los 1.340 millones de habitantes, lo que supone casi doblar la población de todo el continente europeo.

Zona de paso
Pese a que España (especialmente Melilla y Ceuta) es el país que recibe a los migrantes, no suele ser su destino final.
Las barreras idiomáticas, la ausencia de vínculos históricos (como los que existen entre los paises emisores y las ex-potencias coloniales), la inexistencia de apoyo familiar en destino y la mala situación económica del país provoca que la mayoría de los migrantes opten por continuar su camino hacia Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido y Holanda, principalmente. Sin embargo, la ausencia de barreras internas en la UE impide conocer con certeza el porcentaje de migrantes que usan realmente España como trampolín.

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Fernando Lamas Moreno

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