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COLUMNA SANITARIA

¿Y ahora qué hago?

El Génesis recoge el pasaje referido al trabajo cotidiano, independientemente de creencias, cuando a Adán se le ordena que «deberá ganar o comer el pan con el sudor de su frente hasta que vuelva a la tierra de donde salió». Desde ese preciso instante queda instituido el «trabajo como medio para poder vivir», pero del cese de la actividad laboral a una edad determinada no dice ni pío, claro está que tampoco había patronales ni sindicatos y por tanto tampoco había JUBILACIÓN que es de lo que vamos a hablar hoy.
Eso mismo es lo que se pregunta mucha gente cuando le ha llegado el turno de descanso permanente o de vacaciones ilimitadas, que para el caso es lo mismo. ¿Qué hago yo a partir de mañana?
Y no vamos a hablar de pensiones, de momento, que también crean sus problemas en esta hora que nadie sabe si dos más dos son cuatro, cinco o tres.
Vemos pues, que desde los tiempos más remotos de la Humanidad el trabajo ha estado unido al hombre y la mujer también hacía el suyo, que no era poco, y estaba ligado al cuidado del hogar y de la prole, trabajo infravalorado por el hombre, hasta tiempos recientes en los que se ha incorporado al mundo laboral fuera de casa.
Pero el tiempo avanza sin que nos demos cuenta y llegó el momento «de parar», laboralmente hablando, a determinada edad y este parón laboral definitivo es lo que conocemos como Jubilación, palabreja que viene del latín y que significa alegría, júbilo. ¿Pero de verdad es motivo de alegría?, en gran parte sí y en otras personas es un calvario hasta que con el paso del tiempo se van acostumbrando a esta nueva y definitiva situación o estilo de vida.
Cada vez estoy más convencido que esta última etapa en la vida de las personas hay que programarla porque el cambio que produce, de la noche a la mañana, es bastante grande y si no se tiene asumida de antemano y con actividades a desarrollar, los batacazos pueden ser grandes y duraderos sobre todo pasados los dos primeros meses y en trabajos que no han supuesto un tormento para la persona. Vemos cómo transcurrido este tiempo hay personas que no saben qué hacer, echan de menos a sus amigos y compañeros de trabajo, caen en situaciones de tristeza, que incluso pueden llegar a Depresión, deambulando de un lado para otro como alma en pena, sin norte ni guía, con medios económicos reducidos en bastante proporción que obliga en muchas ocasiones a apretarse el cinturón porque la pensión no estira y los ahorrillos van menguando y si no se han tenido aficiones para ponerlas en práctica ahora que sobra el tiempo se llega a una situación de aburrimiento, si no permanente, sí duradero.
Por todo ello, con la mirada puesta en el día (y con tiempo por delante) que esto ocurra hay que programar la actividad de la inactividad, buscando ocupaciones quizá dormidas o aparcadas por falta de tiempo cuando se estaba en activo, como pasear por las mañanas, leer tantas cosas bonitas que nos traen los libros, echar una mano en los diferentes voluntariados de ONGs (según afinidades), escribir, cultivar plantas ( que produce mucho relax y entretenimiento) y tantas y tantas más diferentes, según son diferentes las personas.
Todo menos quedarse inactivo y aparcado como un mueble y pensando erróneamente que uno ya no sirve para nada. Seguro que este negativismo conducirá a situaciones que afecten al estado de ánimo, porque el ser humano vale hasta que llega la Parca.

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