Cuando los usuarios del Club Marítimo de Melilla y otros clientes de sus establecimientos hosteleros se encontraban disfrutando anoche de sus instalaciones, su bar y restaurante, empezaron a oír unos alaridos desde el mar que llevó a muchos de los presentes a situarse al filo del muelle.
Era un aspirante a polizón que quería ir nadando desde el Cargadero del Mineral hasta uno de los barcos que enlazan nuestra ciudad con la península pero a mitad de trayecto ya sus fuerzas no daban para más y empezó a gritar. Un policía de paisano y otro usuario del club no dudaron en lanzarse al mar y auxiliar a esta persona que decía tener 15 años de edad.
Por fortuna en este caso pudo salvarse la vida del inmigrante gracias a la heroicidad de estos dos hombres anónimos. El polizón fue atendido y cubierto con una manta ya que presentaba un cuadro propio de hipotermia y calambres, según explicaron a este periódico testigos presenciales.
En otros casos no han tenido la misma fortuna porque han sido varios los inmigrantes que han muerto en sucesos similares en Melilla, tanto cuando intentan alcanzar los ferrys nadando, como sucedió en marzo de 2016 con un chico de 16 años, e incluso cuando iban escondidos en dobles fondos, como el joven que falleció a finales de octubre de 2017 al caer del camión en marcha cuando accedía al buque y quedó aplastado.
Es el drama de una inmigración que no sólo no cesa, sino que, por cuestiones diversas, como el deseo de lograr un futuro mejor, sigue desgraciadamente en aumento.
