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El Torreón del Vigía

Calles de Victoria

Dicen que hay balcones en el Cielo y a ellos ayer se asomaron, Carlos Castañeda, Juan Paredes, Nuria Quiles, y Francisco Ruiz Ripoll. Justo cuando la Madre, al salir, rompía el silencio de una tarde que iba de caída. Cada ocho de Septiembre y ya de amanecida, Melilla huele a Victoria, y también la hace mas suya a las doce en la Eucaristía, o cuando el pueblo renueva su Juramento como Patrona o en su procesión. Y ese momento es así descrito por el último guardián del Convento, el franciscano Fray Fernando Linares, “Clero y fieles exponen por la ciudad a la contemplación esta Reina que nos dice: yo he alcanzado mi meta que es la plenitud de unión con mi Hijo, ahora a vosotros os toca alcanzar la vuestra”. Pero mientras eso llega, el día a día se nos hace largo, hay valles pero también cuestas, y en el caminar nos hace falta ese Peregrino de Emaus o a María. A Ella no se la puede entender sin su Ciudad, aquella que con una mirada quiso quedarse entre murallas. Como abogada nuestra sigue escuchando las suplicas…sus manos calmaron temporales, la libertad ganó la batalla al asedio o la tierra, pese a temblar, no logró destruir ni la Vieja Melilla ni el Llano. ¡Gracias Madre!. Hoy también te pedimos consuelo o por la salud o el desempleo, por unas manos que paren las guerras o que unidas sacien el hambre de demasiados y así poner fin al daño o la violencia que de palabra u obra, nos sigue acechando. A su paso las calles de Melilla se cubren de esperanza, mientras miramos su rostro y el de su hijo, y una oración se lee en unos ojos, mientras los labios invocan. Ella que guardaba todo en su corazón entra en la tarde de cada ocho de Septiembre no solo en los hogares sino en las moradas de cada ser humano, para mirarnos desde dentro diciéndonos: “haced lo que Él os diga”. Su Sí incondicional no solo supuso su confianza en el Padre sino el mejor regalo al género humano. María es vida, esa que dio y que El nos la aseguró en las verdes praderas eternas. En la Novena de este año no se ha dejado de hablar del amor, del que quiere nacer, del que se hace servicio, del que viene de Dios como palabra encarnada, el que crece en la familia, o como sacrificio total o que cumple con la Ley. Hoy María nos volvemos hacia Ti para pedirte por nosotros por todo cuanto hacemos o lo que en proyecto tenemos. Melilla nunca ha dejado de confiar en Ti porque has sido intercesora ante tu Hijo. Danos la medida justa, la palabra de alivio o tu mirada protectora. Que la fe nos ayude mientras María nos concede su Victoria.

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