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Ventana abierta

¿Oportunidad o necesidad?: Ambas.

Transcurre el devenir de Melilla bajo la incertidumbre e inmersa en tiempos de cambio, especialmente por los bandazos del entorno. Ya nadie lo duda.

Son tiempos que abocan al ensamblaje de una comunidad política local fuerte y, al hablar de ella, conviene recordar que es algo pendiente de realizar. Una comunidad política con espacios comunes –cuantos más y singularmente los importantes, mejor- donde todos los actores se corresponsabilicen del cuidado de las instituciones participando en aras de determinados consensos imprescindibles y para ello en la confrontación de ideas, no cuestionando el derecho a defenderlas por parte de los adversarios, no enemigos. De esa manera se legitima fuerte y convencidamente la representación prestada por los ciudadanos al votar sin menoscabo del derecho y el deber de gobernar u opositar.
Pero esta tarea de ensamblaje es sobre todo, no únicamente, del gobierno. Una tarea, una labor, mas allá de la obligación por gestionar los servicios públicos con la complementación de la opinión de la oposición, que alcance a la vocación de fortalecer esa comunidad política por delante del faccionalismo. Encontrar la convivencia por el camino de la tolerancia. Esa vocación y sus efectos sería el mejor legado que un poder por tantos años refrendado podría dejar a los melillenses. La política al servicio de la realidad y no la realidad al servicio de la política.

Nadie duda aquí de la españolidad de nuestra tierra. Expresarla es un derecho pero exponerla como reclamo de frente político es un error cuando no una falacia, acentúa las diferencias. El pasado es un lugar de referencia y no un lugar de residencia y si ese pasado crea división de opiniones en su relato, hay seguro lugares en común que nadie pone en cuestión. No se quiere más a Melilla proclamando lo incuestionable; no se es más español porque lo cante Soto(respeto por el artista) o desfile y rememore una gesta militar el Ejército (desde la admiración y afecto por la institución castrense que tanto valoramos la generalidad de ciudadanos) que , por ejemplo, ensalzar el Estatuto de Autonomía que, como herramienta y contenido, nos hizo mas iguales.

Promover lugares de encuentro con lo diverso; dar cuerpo y consistencia a esa comunidad política cierta no hará desaparecer los problemas pero dotará de mayor fortaleza ante ellos y su tratamiento, se “mire” hacia donde sea y determine la rosa de los vientos.

Después y siempre, el voto pondrá cada cual en su cometido, pero “no sobrevive el más fuerte o el más inteligente, sino quien se adapta mejor al cambio”. No es una utopía, es algo que con sentido de presente y proyección y esperanza de futuro creíble, realizable. ¿Necesidad u oportunidad?, ambas.

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