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España: el lazo que nos une y engrandece

Un domingo más publicamos la "Carta del Editor" del Diario MELILLA HOY, Enrique Bohórquez López-Dóriga, en esta ocasión bajo el título "España: el lazo que nos une y engrandece", donde analiza la actualidad. En su artículo señala por ejemplo que "Melilla se acerca a las elecciones de mayo, ya próximas, con una peligrosa radicalización cristianos-musulmanes y una urgente necesidad de cambio económico" El pasado lunes, 17 de septiembre, celebramos (muchos, no todos) el 521 aniversario, nada menos, de la españolidad de nuestra ciudad, Melilla. Según escribió en la revista Aldaba ese gran melillense e historiador que es Antonio Bravo Nieto: "El 17 de septiembre de 1497 se ocupa la abandonada villa de Melilla en la Costa Norteafricana…. era un planteamiento defensivo lo que determinó la conversión de la abandonada villa de Melilla en una fortaleza, y no en una cabeza de puente ofensiva…no es extraño, por tanto, que no hubiera otros impulsos para expandir la ciudad ni un palmo más allá de sus murallas… la ocupación de Melilla la ejecuta el Duque de Medina Sidonia y concretamente su contador, Pedro de Estopiñán…fue una iniciativa ducal con aprobación de los Reyes… Melilla fue una plaza defensiva con poco interés productivo o económico".

Lo importante del acto del lunes fue el hecho en sí de que se celebrara, en un marco tan maravilloso como el de El Pueblo, y que nos recordara y festejáramos que, desde hace ya 521 años, Melilla es una ciudad de España, este gran país al que deberíamos de estar agradecidos por poder formar parte de él. Porque España es, falsas leyendas negras y autocriticismos exagerados aparte, un gran país en el que, en conjunto, se vive muy bien en términos comparativos con casi cualquier otro país del mundo, apreciación compartida por muchos españoles y muchísimos extranjeros. España no es, como decía Ortega y Gasset, "una ilusión, una idea abstracta, sino la encarnación de un destino universal que se ha plasmado mediante acontecimientos concretos". Por cierto, Ortega ya consideraba en su tiempo que Europa debería ser el horizonte de España y que europeizarse no implica renunciar a la propia identidad, "sino henchirla, dilatarla". Él nunca ocultó su hostilidad hacia los separatismos catalán y vasco "que pretenden romper la unidad de España". Ortega, si hubiera resucitado y conocido al mentiroso plagiador Pedro Sánchez, al comunista venezolano Pablo Iglesias o al racista -y feísimo- Quim Torra, se hubiera querido morir de nuevo, probablemente.

La ya habitual ausencia al acto del 17 de septiembre del segundo partido político de Melilla, CPM, volvió a ser la constatación de un error mantenido sobre una hipótesis falsa: que el 17 de septiembre se produjo "un acto de sangre" y que fue "una conquista", cuando lo históricamente demostrado -como bien documentaba Antonio Bravo- es que fue una ocupación de un lugar abandonado sin más sangre que la que se pudiera haber causado alguien con su cuchillo cortando el pan, por decir algo. La tesis que defiende la cúpula de CPM es que el Día de Melilla debería ser el 25 de marzo, porque ese día de 1995 se aprobó el Estatuto de Autonomía de nuestra ciudad. Fue un día importante, sin duda, pero ese día, como tantos otros hechos importantes más, sólo fue posible porque Melilla era española desde el 17 de septiembre de 1497. Conviene no olvidarlo y conviene festejarlo, por encima de razonamientos partidistas, comprensibles en toda democracia pero que deberían ser superados ante un interés superior, como el de reconocer, agradecer y preservar la españolidad de nuestra ciudad, el lazo que nos une y engrandece. Si ponemos en riesgo la españolidad de Melilla tomaría vigencia la frase que tantos ciudadanos pronunciaban días antes de una gran catástrofe: aquí esto no puede pasar. Pero sí hubo guerras civiles, guerras mundiales y comunismos genocidas. Melilla, como tal, como ciudad española, europea y desarrollada, puede desaparecer. Es más que conveniente dejar de jugar con fuego.

En un panorama tormentoso, se acercan las elecciones. España se la juega y la necesidad de que haya elecciones generales pronto, como prometió Sánchez cuando accedió, sin elecciones, a su ansiada presidencia del Gobierno, parece lejana porque el lamentable plagiador, que jamás ha ganado unas elecciones, no quiere someterse al juicio popular. Melilla se acerca a las elecciones de mayo, ya próximas, con una peligrosa radicalización cristianos-musulmanes y una urgente necesidad de cambio económico, porque lo que es evidente -más allá de las discusiones terminológicas partidistas- es que la economía melillense no puede depender de las decisiones oficiales de un país, Marruecos, cuya postura oficial es que Melilla es una ciudad "ocupada" a la que habría que desocupar de españoles. Como decían Acemoglu y Robinson en su libro "Por qué fracasan los países", lo importante es transformar las instituciones extractivas en instituciones inclusivas – las que crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove- y, sobre esa base, lograr una "una reforma política duradera". Cuando me preguntan a quién voy a votar contesto: a quien más baje los impuestos o, dicho de manera más vulgar, al que menos nos robe y más libertad operativa nos permita.

Posdata.

A lo largo de mucho tiempo -porque mucho duró el agravio- hemos venido criticando en este periódico que el Gobierno de la Ciudad Autónoma pagara tan extraordinariamente mal y tan a destiempo a sus proveedores. Si afirmo que el período medio de pago estaba muy por encima de los tres meses, me quedo corto, muy probablemente. Pero si ahora digo, como me señala la Consejera de Hacienda, Esther Donoso, que el período medio de pago está en 22,96 días, me atengo a la realidad, y los suspiros de alivio de tantas empresas melillenses que proveen de productos o servicios a la CAM son, ahora, evidentes. Además, tras una dura batalla encabezada por Esther, que muchos consideraban perdida, la CAM ha podido pagar bien sus deudas y hacer frente a "inversiones financieras sostenibles", obras, entre otras inversiones para la ciudad que antes no podía afrontar por no cumplir el preceptivo período medio de pago de 30 días.

Esther Donoso y su insistencia rocosa han conseguido que su equipo funcione -sin equipo no hay resultados positivos posibles-, que los centros gestores de cada una de las muchas Consejerías vayan tramitando diariamente, con más frecuencia que antes, las facturas que les llegan, en vez de meterlas en un cajón, que las devuelvan inmediatamente si están mal (en vez de paralizarlas) que, en resumen, prioricen el servicio a los melillenses, a la ciudad en general. La batalla contra la laxitud la ha ganado, contra todo pronóstico, y eso ha beneficiado, mucho, a la economía melillense global. Ahora falta terminar la faena y ayudar a ganar la guerra de la modernización y del cambio económico que Melilla urgente y casi dramáticamente necesita.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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