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El polvorín de Cabrerizas Bajas: 90 años de una tragedia La solidaridad de los melillenses

Imágenes de la catástrofe de Cabrerizas

Aquel ya lejano mes de septiembre de 1928 podría calificarse como "aciago". En Madrid, el día 23 el Teatro Novedades sufría un aparatoso incendio que terminaba con la vida de 80 personas y dejaba heridas a más de 200.

En tanto que España no se había recuperado de semejante noticia una nueva tragedia tenía lugar en otro punto: Melilla.

La noche del 25 al 26 de septiembre el polvorín que había en uno de los fuertes militares, en el barrio de Cabrerizas, explotaba. Noventa años han transcurrido desde aquel día. He aquí unas breves líneas como homenaje no solo a las víctimas sino a todo el Pueblo de Melilla que demostró una vez más su solidaridad y grandeza de corazón. Su comportamiento fue reconocido meses después cuando el 9 de febrero de 1926 la Presidencia del Consejo de Ministros otorgaba a esta Ciudad el tercer título que la adorna: "Muy Caritativa". Así mismo a la Corporación municipal le concedía el tratamiento de Excelencia.
De todo lo ocurrido se hizo eco El Telegrama del Rif. En la portada del miércoles 26 un gran titular encabezaba la batería de noticias:
"La explosión del polvorín de Cabrerizas Bajas, causa numerosas víctimas y llena de consternación al vecindario"
A continuación y debido al poco tiempo transcurrido los reporteros intentaban aportar algo de información:
"Cuando aún no se hallaban secos los ojos de llorar la catástrofe de Novedades, que tantas víctimas causara, Melilla se ve bajo el peso del dolor, transida de pena ante la magnitud de las desgracia que la abruma.

El reporter no encuentra frases con que narrar los hechos: lo sucedido superara a cuantos sucesos se han registrado en la ciudad. La tarea que se impuso anoche fue ardua y penosa, llena de dificultades, para poder hallar una versión exacta, para recoger el detalle, para dar al lector una idea de lo que, sin duda, constituye un día de luto para Melilla.

De un lado, la emoción que nos produjo la catástrofe, y de otro lo avanzado de la hora, nos impide entrar en minuciosos detalles, lo que haremos en nuestro número próximo."
Y así fue durante los día siguientes lo ocurrido en este barrio habitado por gentes humildes y trabajadoras, fue la principal noticia de sus páginas. Con toda seguridad lo primero que se preguntaron los melillenses tras oir aquella fuerte detonación fue ¿Qué ha ocurrido?, el miedo y la confusión debió circular a mayor velocidad que los datos. Con gran profesionalidad los periodistas de entonces se pusieron a trabajar recabando la información que deseaban publicar cuanto antes para tranquilizar a la población. He aquí una breve muestra de su labor de aquellos días:
"¿Aerolito o explosión?
A las doce y cuarenta de la madrugada, cuando muchas personas regresaban a sus hogares, y otras permanecían a la puerta de sus viviendas disfrutando de lo agradable de la temperatura, enrojeció el cielo y momentáneamente se dejó oir una formidable explosión que produjo una trepidación tan intensa, que la mayor parte de los moradores de las viviendas, las abandonaron, lanzándose a la calle.

Aumentó la confusión la caída de cristales de casi todas las casas, el destrozo causado en escaparates y en fin el estrépito producido por venir al suelo muchas puertas, ventanas y tabiques.

Fue indescriptible el momento. La gente, presa de la natural alarma, se dirigía a sus domicilios para interesarse por el estado de sus deudos; los automóviles, precipitados, y dando una buena prueba sus conductores de heroísmo y amor a sus semejantes, se dirigieron adonde creían se había registrado el suceso.

A dicha hora terminaban los espectáculos de los teatros Alfonso XIII y Jursaal y merced al buen sentido de algunos espectadores, no hubo que lamentar accidentes, pues algunos, azorados, trataban de alcanzar la puerta y huir.

Pero cuantas personas se hallaban en la calle se hacían la misma incontestable pregunta ¿Qué ha sido?
Afirmaban los más, por la onda de la sacudida, que se trataba de un aerolito, otros que había explosionado un polvorín, pero sin decir que un modo concreto de cual se trataba."
Tras saber con certeza donde había ocurrido el trágico suceso, pronto se tr se trasladaron al lugar, donde reinaba la confusión y la intranquilidad:
"Hacia el lugar del suceso
Apenar el reportero iniciaba el ascenso por la cuesta de Cabrerizas, dióse cuenta de la magnitud del accidente. Los primeros heridos no sabían dar cuenta de lo sucedido. Inquiridos, no acertaban a explicar lo que había pasado. Lo cierto es que la caravana trágica descendía lenta, pausada, acompañada de familiares y amigos.

Los automóviles que voluntariamente, en su mayoría se acercaron a Caberizas bajaban llenos de heridos. Muchas personas se ofrecieron al humanitario traslado y bien pronto la Casa de Socorro quedó convertida en un hospital de sangre.

Como en dicho establecimiento era imposible atender a todos, se procledió a su traslado al hospital de la Cruz Roja. Los camiones de Sanidad Militar coadyuvaron con diligencia a la evacuación, y a los pocos momentos se iniciaba la penosa tarea de extraer a los heridos y a los cadáveres.

Conforme íbamos acercándonos a Cabrerizas, conocíamos de lo sucedido. Las numerosas barracas, albergue de gente humilde, en su mayoría, aparecían abatidas y cubiertas de piedras de gran tamaño. Las calles trasversales veíanse ocupadas por los vecinos que en paños menores demandaban auxilio. La confusión era enorme, dificultando grandemente la misión que allí nos había llevado. Todos señalaban a un lugar, pero sin concretar. Ni en las proximidades de la catástrofe, los perjudicados sabían de un modo cierto lo que sucedía."
Lo que fue del fuerte
¿Dónde está el fuerte?- preguntamos. Y hacíamos esta interrogación, porque la luna, con su claridad, no alumbraba el albo fortín que debía hallarse a la izquierda de la carretera. Penosamente llegamos hasta el lugar de su emplazamiento. En efecto, allí, en aquel lugar había un fuerte. La explosión fue tan tremenda, tan enorme, tan formidable, que no quedó ni el más leve vestigio de cimiento y muro; nada, absolutamente nada. Solo un foso a modo de silo. Tal fue la explosión, producida sin duda, de abajo a arriba, que no quedó ni rastro.

Pensamos en seguida que la guarnición había muerto toda, creyendo que permanecerían allí varios soldados. Solo lo guarnecían un plantón, un soldado perteneciente a la Comandancia de Artillería, cuyo nombre no pudimos inquirir.

Montones de escombros
El populoso barrio de Cabrerizas Bajas, unido con el de Batería J, presentaba desolador aspecto. Las inmediaciones del fuerte, en un círculo de cien metros de diámetro, aparecía lleno de escombros. Las barracas habían quedado sepultadas y bajo los escombros sus modestos moradores.

No es posible detallar la impresión recogida. Aspecto trágico, que no podremos olvidar. Los gritos de dolor se sucedían continuamente; las peticiones de auxilios se hacían cada vez más insistentes. Familiares buscando a sus deudos. Mujeres alocadas, traspuestas de dolor. Cuadro de honda emoción que no nos detenemos a describir para evitar al lector la molestia de acompañarnos en este caminar por el lugar del suceso y hacerle pasar por la amargura que el reporter pasó."
Rápidamente las autoridades civiles y militares se desplazaron para ver in situ la magnitud de lo ocurrido. Era necesario desescombrar cuanto antes, por ello el general de la Circunscripción dio orden para que subiera el personal, bajo su mando, que fuese preciso.
"Todos los soldados dieron comienzo con inusitada rapidez a los trabajos, provistos de palas y picos. De vez en cuando extraían una víctima, que cuidadosamente era llevada a la camilla, y de aquí al automóvil, si no era grave y a las ambulancias.

Como decimos, los trabajos se hacían con extraordinaria dificultad, pues la obscuridad era casi absoluta. Sólo la luz de la luna permitía separar los escombros con lentitud e ir retirando a los heridos."
Realmente, en palabras del reportero, el causante de esta destrucción generalizada de los viviendas colindantes no había sido la explosión en sí: "Forma el barrio de referencia, como ya queda anotado, un círculo de casas modestas, barracas, en su mayoría, y todas ellas quedaron reducidas a escombros. Si la caída de ellas se hubiera registrado por la explosión las desgracias habrían sido menores, pero el abatimiento fue debido a la lluvia de cascotes del fuerte destruido, desde una altura muy superior a quinientos metros, y como es lógico, al caer, aplastaron las casas, alcanzando a sus ocupantes. Así puede explicarse el hecho de que muchas de las víctimas sufrieran heridas gravísimas, y los cadáveres aparecieran con horribles mutilaciones."
Dantescas y dolorosas debieron ser las imágenes que captaron las pupilas de quien escribió estas líneas que hoy rescatamos; él mismo las tituló "Cuadros de dolor"
"Los cuadros de dolor eran frecuentes. Una madre, alocada, daba grandes gritos llamando a sus cinco deudos que, según pudimos conocer después, habían perecido unos y otros se hallaban gravísimos.

Aumentaba la tristeza del cuadro, la presencia del sacerdote Director de las Escuelas del Ave María, que acompañado de varios acólitos y alumbrado por la tenue luz de las velas, administraba los Santos Sacramentos a los próximos a extinhuir su vida, o a los que, por desgracia habían ya perecido.

Allí donde se oían los desgarradores ayes, allí se personaba el Padre Ángel Fernández, cumpliendo el deber de su sagrado ministerio."
Los heridos iban siendo trasladados lo más rápidamente posible a los centros sanitarios existentes entonces para intentar salvar las vidas de los más graves y curar las heridas de los más leves.

Debieron ser horas trepidantes para los reporteros en su deseo de informar con la mayor veracidad posible y aportar la mayor cantidad de datos posibles. La población estaba consternada ante lo sucedido. El jueves día 27 otro gran titular en primera página: "La catástrofe del polvorín lleva el luto y la desolación a centenares de modestos hogares melillenses"
Cándido Lobera Girela era entonces el presidente de la Junta Municipal, y se hallaba fuera de Melilla cuando ocurrió la catástrofe. Desde Madrid enviaba la siguiente nota:
"En la prensa de la noche, leo la vibrante y consoladora alocución del Presidente interino de la Junta Municipal. Melilla puede contar con el incondicional apoyo del Presidente del Consejo, del Gobierno, del Alto Comisario y del Director de Colonias, y su noble ejemplo marca el camino a seguir.

Mi alma de melillense, dolorida por la tremenda catástrofe, y mi espíritu conturbado por la evocación de trágicas escenas, conservan alientos para emprender la elevada misión que nos incumbe de reparar lo reparable en unión de los compañeros de la Junta Municipal y autoridades locales.

Mientras oramos por los muertos, dulcifiquemos las amarguras de los heridos y consolemos a los deudos de las víctimas. España entera toma parte en nuestro duelo, y a la cabeza su amado Soberano. Quisiera tener alas para encontrarme hoy ahí y compartir las primeras horas de aflicción."
En esta primera página del diario figuraba también el texto del telegrama remitido en nombre del Monarca:
"Su Majestad el Rey, dolorosamente impresionado por noticia voladura fuerte Cabrerizas, se interesa muy de veras por suerte heridos y desea dé en su nombre el pésame a las familias de las víctimas, haciendo saber el interés tan grande que toma en el duelo de la población de Melilla."
El día 27 recibieron sepultura en la parcela 2 A del cementerio de la Purísima Concepción gran parte de los fallecidos. Un monolito recuerda a quien visita nuestra necrópolis la catástrofe de Cabrerizas.

Un manto de tristeza y dolor cubrió toda la ciudad en aquellos días. Nadie quedó impasible ante lo ocurrido y quedó patente no solo en la ciudadanía sino en sus calles:
"El aspecto que anoche ofrecía la ciudad con el cierre general del comercio, era en verdad, imponente.

El vecindario, aun bajo el peso del dolor, producido por la horrorosa catástrofe, se recogió en sus domicilios en las primeras horas de la noche, apareciendo las calles casi desiertas.

La espléndida iluminación de los establecimientos de nuestras principales calles, al dejar de lucir anoche, por el cierre total, daba la impresión, en la penumbra, de haber sido tendido sobre la ciudad un negro manto, pregonador del dolor que a todos embarga."
Setenta años después Melilla volvía a sufrir una nueva tragedia, el 25 de septiembre de 1998 un avión de la compañía PAUKNAIR se estrellaba en el Cabo de Tres Forcas, pereciendo todos los ocupantes del mismo. Un año antes, la rotura del depósito de Cabrerizas Altas, situado no muy lejos de donde estuvo situado el fuerte cuyo polvorín explotó en 1928, cercenando la vida de varias decenas de personas.

Son hechos de triste remembranza que perviven en la memoria de un Pueblo que no olvida a sus muertos y sobre todo a quienes han perdido la vida en circunstancias como estas, pero también al recordarlos manifestamos nuestro agradecimiento a quienes, sin dudarlo un instante, se pusieron al servicio de los demás. ¡Así es el Pueblo de Melilla: Valeroso, Humanitario y Muy Caritativo!
"La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente"
François Mauriac

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