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Carta del Editor

El 63,5% de los melillenses planea irse de la ciudad

En mi Carta del pasado 16 de septiembre mencioné La Apología -defensa o alabanza de algo o alguien, Sócrates en este caso- escrita por Platón. Me preguntan sobre ello y aclaro y amplio. El título completo es el de "Apología de Sócrates", que fue el maestro de Platón, quien siempre le permaneció fiel. El libro, en forma de diálogo, que fue el género literario que escogió Platón para expresar su doctrina, tiene como protagonista principal a Sócrates y es la versión de Platón sobre el discurso que Sócrates pronunció en su defensa ante los tribunales atenienses, que finalmente le condenaron a muerte, una muerte que aceptó como ejemplo de resignación y de acatamiento de las leyes humanas en una impresionante despedida: "Es hora de irse, yo para morir, vosotros para vivir. En mi Carta del pasado 16 de septiembre mencioné La Apología -defensa o alabanza de algo o alguien, Sócrates en este caso- escrita por Platón. Me preguntan sobre ello y aclaro y amplio. El título completo es el de "Apología de Sócrates", que fue el maestro de Platón, quien siempre le permaneció fiel. El libro, en forma de diálogo, que fue el género literario que escogió Platón para expresar su doctrina, tiene como protagonista principal a Sócrates y es la versión de Platón sobre el discurso que Sócrates pronunció en su defensa ante los tribunales atenienses, que finalmente le condenaron a muerte, una muerte que aceptó como ejemplo de resignación y de acatamiento de las leyes humanas en una impresionante despedida: "Es hora de irse, yo para morir, vosotros para vivir. Quién de nosotros va a una mejor suerte, nadie lo sabe, solo los dioses". Previamente, siempre según Platón, Sócrates había declarado: "la muerte debe ser una bendición pues o constituirá la aniquilación (trayendo paz a todas mis preocupaciones) o una migración a otro lugar en el que conocer las almas de gente tan famosa como Hesíodo y Homero, o héroes como Odiseo, con los que pueda continuar mi labor de preguntar todo". Preguntar todo, esa es la esencia del saber que utilizan los que saben mucho y resumen, como Sócrates: solo sé que no sé nada.çReconfortado con Sócrates, alejado de mí el miedo a los jueces injustos, a los altos cargos prepotentes, a la administración pública omnipresente e incluso a la muerte, vuelvo la mirada a nuestro país y a nuestra ciudad, tras seguir leyendo libros sobre lo que ocurrió en nuestra preguerra civil (que cada vez se parece más a lo que ocurre ahora) y oyendo acerca de grabaciones (¿estamos todos, o al menos muchos, permanentemente grabados?), grabaciones que producen, por encima del asco, el espanto de comprobar en qué manos de bandas mafiosas, masónicas, políticas, judiciales, policiales o lo que sea, estamos.

En lo que a España en general se refiere, leo a Arcadi Espada un artículo sobre "la lucha final" entre comunistas y excomunistas, una lucha que previó el comunista y prolífico escritor Vázquez Montalbán. Dice Arcadi: "Parece altamente probable que tras los resultados de Barcelona (elecciones a la alcaldía) el Partido Socialista entre en fase de liquidación, como justamente ha sucedido en Francia". Esa Francia en la dicen inspirarse el plagiador -en una tesis infumable- Pedro Sánchez y los separatistas y xenófobos catalanes tipo el feísimo Tarda. A mí también me parece altamente probable, cada vez más, que el Partido Socialista español, acogotado por los comunistas de Podemos y los separatistas varios (como sucedió en la II República), quede liquidado, a pesar de lo que digan las encuestas del CIS que ellos mismos cocinan y aderezan y que evidentemente -la no convocatoria de elecciones lo demuestra- ni ellos mismos se creen. España no puede seguir políticamente como está, en el lodazal en el que se encuentra y con el peligro de desaparecer como tal España.

La convocatoria de nuevas elecciones es la única salida democrática posible, pero es también la única solución que no quiere aplicar el que tiene que aplicarla, que es, al mismo tiempo y en sí mismo, el problema político fundamental, el presidente Pedro Sánchez. Es así, la de España, una situación desesperada desde cualquier ángulo en el que se la observe, incluido el económico, en el que las expectativas de futuro, de las que habló Keynes, son cada vez peores y los augurios del robo generalizado, la subida de impuestos -jamás la reducción del gasto público empezando por el de los numerosos ministros y ministras- se anuncia como la única solución, defensa habitual de lerdos económicos y políticos comunistas que, ajenos a cualquier experiencia empírica, creen que cuanto más altos sean los impuestos más se recauda, aunque la experiencia económica demuestre todo lo contrario y el sentido común diga que con impuestos del 100% no trabajaría nadie, excepto que, como en el Gulag, los mataran si no hacían trabajos forzados.

Tampoco la estructura política actual de Melilla es soportable. Juan Jose Imbroda tenía buena parte de razón cuando, hace años, presidía un partido con el eslogan de "que no te mande Madrid". No es que "Madrid", o el Gobierno español, sea enemigo natural de Melilla o de cualquier otro lugar de España. Es que la política es un lugar de tiras y aflojas, de pesos y contrapesos, de lo que llaman los americanos "check and balance", comprobar y equilibrar, tras presión. Y un partido local podría hacer esa función de presión mejor que un partido nacional en Melilla que sea del mismo partido que gobierne en Madrid. En Melilla el único partido local es CPM, pero ese partido, por distintas razones, no es un partido local, sino un partido étnico, que, me dicen, aspira a dejar de serlo, pero en cualquier caso no antes de las elecciones de mayo. Un partido étnico origina, inevitablemente, una reacción étnica y esa bipolarización, peligrosísima, es la que cada vez con mayor énfasis, se está produciendo, se ha producido ya, en Melilla. No sé quién ganará esta batalla, pero sí sé quién la perderá, si sigue la cosa así: Melilla y especialmente los melillenses más desfavorecidos.

Que la situación de Melilla es mala lo demuestra la Pirámide de Maslow. En marzo publicamos un estudio del Colegio Oficial de Psicólogos de Melilla según el cual -como resume el magnífico artículo de Ramón Prada Gorgé que publicamos ayer- el 63,5% de los melillenses tienen planes, a corto o medio plazo, para irse de la ciudad. La explicación: que existe un generalizado malestar colectivo, "porque no se están satisfaciendo suficientemente las necesidades básicas" de los melillenses, descritas por Maslow en su Pirámide, en cuya base, que es necesario superar para pasar al siguiente nivel, están las necesidades fisiológicas (respiración, alimentación, etc.) y a continuación lo que Maslow engloba como Seguridad (física, de empleo, de recursos… de salud, de propiedad privada) nivel en el que, en mi opinión, está el quid del malestar de muchos melillenses y la razón por la que el 63,5% quisiera irse de la ciudad. Con poca seguridad física (menas, por ejemplo), un paro monumental y sin esperanzas de solución, con pocos recursos (una economía estancada), con un sólo hospital congestionado por extranjeros, con una llamativa falta de apoyo decidido a los empresarios e innovadores, que muchos melillenses no se sientan seguros en su ciudad es comprensible.
¿Tiene remedio la situación? Yo creo que sí. Hay melillenses muy capacitados para lograrlo, pero para eso es necesario, en primer e ineludible término, un buen Gobierno local, un poder Ejecutivo que, como su nombre indica, ejecute y, además, presione al Gobierno Central. Que ejecute no exclusivamente a base de obras públicas o planes de empleo (que realmente son planes de desempleo), no a base de más empleados públicos, sino perdiendo el miedo a actuar, eliminando pegas a los que quieran invertir y poniéndose al servicio de los ciudadanos, especialmente de aquellos que quieren emprender algo, que quieren ganarse el sueldo con su trabajo, que arriesgan su dinero y su tiempo, que no quieren tenerse que ir de Melilla.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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