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In Memoriam

Bendito seas Jesús Cautivo

Bendito seas por haberme dado a conocer a un hombre bueno, a un hombre servicial y humano con los demás, a un creyente humilde, atento a cualquier necesidad del prójimo, a un bastión del Cristianismo. Bendito seas por darme la oportunidad de conocer y tratar a mi amigo PEDRO, sí con Mayúsculas, sin apellidos. Pedro era Pedro, sin más… que no era poco.
Nunca las cosas por esperadas producen menos dolor; todo lo contrario. Somos ambivalentes porque queremos y no queremos a la vez que se produzca algo irremediable, y cuando se produce lo sentimos como un enorme mazazo en lo más hondo, allí donde duele más.

La vida tiene sus limitaciones y un inexorable final, porque la vida y la muerte son dos pasos de una misma existencia. Y si ese final es súbito nos abate y desespera por impensado, pero si es lento mascamos el sufrimiento que supone y pedimos a Dios que no lo haga sufrir en esa espera por llegar.

Hoy recibí ese mazazo con forma de teléfono, era el anuncio que tanto deseaba y temía y que me arrancó lágrimas de alegría y de pena a la vez y es que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Mi amigo Pedro iba con su Cofradía, que es la mía, todas las Semanas Santas a la puerta del Hospital cuando en la tarde del Domingo de Resurrección la Virgen del Rocío se iba a encerrar en la Casa Hermandad, para llevarles a los enfermos esperanza, calor y bálsamo para el dolor.

Vela por todos nosotros Pedro; estoy seguro que ya estás descansando a la vera de Jesús Cautivo y bendecido por Él como reconocimiento a tu enorme humildad y bondad que repartiste entre los más necesitados. Que así sea.

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