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CARTA DEL EDITOR

No permitamos que en España ocurra lo mismo que en Venezuela

Dos de diciembre de 2018: Día histórico para España. La región con más habitantes de España, la que tiene mayor potencial de desarrollo (tirado a la basura por el PSOE, sus podemitas amenazadores comunistas venezolanos y los naziseparatistas aliados ocasionales), la región que ha padecido durante nada menos que 40 años el expolio de la izquierda, Andalucía, ha dado el primer gran paso para echar del poder a los colaboradores de la anti España y del comunismo. Un día histórico para el “Yo soy español, español, español”, un cambio, al menos un posible cambio, encabezado -aunque las encuestas dijeran lo contrario y se equivocaran una vez más, como es habitual en los últimos tiempos- por el PP, por Ciudadanos y por Vox, cuya suma es, lo quiera o no Albert Rivera y por mucho que les disguste a los comunistas y a los progres profesionales de vivir del cuento, lo único que posibilitaría el cambio (¡el cambio, por fin!) en Andalucía.
¿Es esto extrapolable a Melilla? Se pueden parecer en algunos aspectos Andalucía y Melilla -siempre tan cerca esta de aquella- pero no son lo mismo, ni estaban de origen en la misma situación Andalucía y Melilla (el PSOE gobernaba allí desde hace mucho tiempo, el PP lo hace aquí). Melilla es una ciudad, la nuestra, que necesita el cambio aún más que el comer y en la que las estructuras políticas existentes, paralizantes y económicamente un lastre, por su inmovilismo político-administrativo, son más o menos las mismas de hace muchos años y no muestran síntomas convincentes, más bien no muestran síntoma alguno, de que, de verdad, aspiren a cambiar. El cambio es imprescindible en nuestra ciudad, pero también es cierto que no se debe cambiar lo malo por lo peor. El cambio se puede producir desde dentro o desde fuera, pero se ha de producir, siempre sobre la base de que con los mismos mimbres no se puede hacer un nuevo cesto. Vox puede estar legítimamente orgulloso de lo que ha conseguido en Andalucía, pero las expectativas de ese partido en Melilla, a pesar de lo que puedan creer los arribistas sin experiencia, dependen mucho de quienes y cómo lo dirijan aquí, no en Madrid. En resumen: Una cosa serán las elecciones locales y otra las nacionales; ya iremos viendo lo que va pasando.

Inmigración ilegal, aplicación de la claramente inconstitucional ley de violencia de género, altos impuestos, corrupción política generalizada, intento de exterminio de la derecha y de todo aquel que no piense como ellos, que no se someta a lo que ellos han impuesto como “lo políticamente correcto”, exterminio de la propiedad y de los empresarios, exterminio de la libertad. ¿Le puede gustar este panorama a alguien que no sea un sectario? A los andaluces ha dejado de gustarles, por fin. El resultado de las elecciones andaluzas ha sido, en fin y por fin, un paso fundamental para evitar que España siga recorriendo el camino de Venezuela, por citar sólo el ejemplo más próximo y más cercano.

Un ejemplo que nos recordó el miércoles noche el opositor huido venezolano Antonio Ledezma, en una conferencia en el Salón Dorado de lo que fue el Ayuntamiento de Melilla, hoy Ciudad Autónoma. La conferencia fue buena y se basó en la defensa de la libertad individual, la única que existe. Es fácil vender, y que te compren, ese anhelo mundial e individual de libertad. Ledezma lo hizo muy bien, porque la angustiosa situación actual de Venezuela se presta a ello, aunque pueda parecer poco apropiado utilizar como base de su discurso a Francisco de Miranda, considerado el precursor de la llamada emancipación Americana contra el Imperio Español. Miranda fue un español hijo de español y nacido en la por entonces española Caracas, partícipe -como capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa- en la defensa de Melilla en 1774 cuando fue sitiada por las tropas del sultán marroquí Muhammed ben Abdellah, y, posteriormente considerado uno de los “libertadores”… de España, la “Madre Patria” a la que ahora Ledezma apela, con toda razón y justicia, para que le ayude en sus justificados anhelos de que la Corte Penal Internacional condene y actúe contra al repugnante régimen comunista venezolano.

De entre las intervenciones del público asistente a la conferencia del ex alcalde de Caracas me llamó especialmente la atención la de un venezolano afincado en Melilla, quien, aprovechando que el jueves celebramos los 40 años de nuestra Constitución, base de nuestro desarrollo, nos aconsejó que no olvidáramos que, pocos días antes del golpe de Estado de Chávez en Venezuela, nadie creía que ese país se pudiera convertir en una segunda Cuba comunista, en una catastrófica narcotiranía, en un país sumido en la hambruna y la miseria. “No permitan que en España ocurra lo mismo”, recomendó el interviniente. Una magnífica y muy oportuna recomendación, como la de recordar que, días antes del inicio de nuestra Guerra Civil, ningún español de a pie creía que eso, la guerra civil, pudiera llegar a suceder.

Posdata. El Madrid-Melilla, como el Melilla-Madrid, más allá del obviamente previsible resultado, han sido una fiesta para el fútbol y la sociedad melillenses, un afortunado y merecido premio a la gran campaña liguera que el equipo melillense está haciendo y que, espero y deseo, ha de terminar con el sueño cumplido del ascenso a la Segunda A, lo que sería un salto cualitativo y cuantitativo extraordinario para nuestra ciudad, que ahora, gracias a la confrontación futbolística con el Madrid, ha estado presente, para bien, por fin, en los medios de comunicación nacionales.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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