Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

El rincón de Aranda

Mis conversaciones con un anciano en el Parque Lobera

Siendo yo un mozalbete, de apenas 14 años, mientras jugaba con los amigos en el Parque Lobera, en un banco en la cuesta de entrada por la puerta central, frente a la llamada “Casa de Cabanillas”, siempre se hallaba sentado un anciano, amigo de la familia leyendo un pequeño libro, que parecía muy antiguo, ya que se notaba que las páginas eran de color sepia, pero primorosamente forrado con un fino papel de envolver. Yo pensaba que era para que no se estropease aún más, pero era para que nadie leyera el título, por ser uno de los libros “proscritos” por el régimen, de Manuel Azaña. Se titulaba: “El Jardín de los Frailes”, publicado por primera vez por entregas en 1921 y 1922, y años después, con el formato de libro. Este anciano, liándose un grueso cigarro picadura, me decía que todas las entregas de aquéllos años, que él llegó a coleccionar, las perdió siendo cabo del Rgto. Ceriñola 42, en la retirada cuando el “Desastre” (Annual): “…Los moros nos llamaban Ceriñolos a los de mi regimiento…, pero después, en la oprobiosa y dura dictadura, un librero amigo me lo proporcionó ya en formato de libro, que es el que puedes ver”.

Me comentaba que era una novela, autobiográfica del autor, en la que cuenta la educación de unos chavales en un colegio de religiosos. A pesar de que por mi edad, no sabía quién fue Azaña, y sin entender el motivo de que ese libro pudiera estar “proscrito”, como el nombre del autor, me comentaba que éste, siendo Presidente de la II República, estuvo muy convencido de que, en aquéllos años, era necesario limitar el poder de la Iglesia, para así afrontar la regeneración política en España; y fíjense lo que vino después, que hasta colocaban bajo palio al dictador, que hizo de España: “Una, Grande,… y Suya”, pero no libre, por supuesto. Me decía que el golpe militar, “…que Dios debió confundir con su divino poder, arrasó los poquitos derechos de las personas alcanzados durante la joven República…, desapareciendo el derecho humanista, incluso el derecho militar lo deshumanizó para que se adaptase a la realidad que él implantó”. Como ejemplo, me decía, que en sus algaradas charlas radiofónicas, el general Queipo de Llano, en julio de 1938 en Sevilla, proclamaba que del Diccionario Español tenían que desaparecer las palabras: perdón y amnistía. Pero un año antes, el 26.11.1937, el Gobernador Civil de La Coruña, José Mª Arellano, dictaba el infame auto, como el arrancar la hoja del nacimiento, del libro del Registro Civil, del que fuera ministro de varias carteras, en la República: “…Siendo indigno de figurar en el Registro Oficial de Nacimientos que se lleva en el Juzgado Municipal instruido para seres humanos y no para alimañas, el nombre de Santiago Casares Quiroga…”.

En uno de sus últimos discursos de guerra dirigidos a conseguir la paz, Manuel Azaña dejaba de lado los argumentos políticos para recordar la profunda conmoción moral y la obligación de pensar en todos (sic) los muertos: “…Tantos hombres que han caído en las batallas luchando magnánimamente por un ideal grandioso, y que ahora ya no tienen odio, ya no tienen rencor, nos envían despierta la palabra del presidente de la República cuando dejamos, libres de prejuicios, que su eco resuene en todos nosotros, seamos hijos o nietos de vencedores, de vencidos o de quienes, sin quererlo, se vieron arrastrados a tomar las armas en una guerra de exterminio…”.

Años más tarde, supe que Azaña fue un intelectual y político, de mayor relevancia, que ha existido en la primera mitad del siglo XX. Su actividad política lo convirtió en uno de los grandes protagonistas de la dictadura de Primo de Rivera. En “La Velada en Benicarló” puede considerarse como una de las reflexiones acerca de lo ocurrido en las décadas de los años 1920-1930 en España.

En sus “Diarios Políticos y de Guerra”, el 12.08.1931, fiel reflejo de su paso por el Ministerio de la Guerra, y Presidencia de la República, con gran premonición, escribía la información de los “raros manejos” de los generales Orgaz y Franco, pero que éste era el más temible del generalato, cosa que todos los españoles pudimos comprobar, desde 1936 hasta su muerte en 1975.

Como sé que esto que han leído, para los fulastres epígonos del pobre, y casi desaparecido, Parnaso melillense, solo son cosas del pasado, para otros puede que sea una humilde pincelada ilustrativa de nuestra reciente Historia nacional. Que nunca viene mal.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€