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Carta del Editor

Precipitarse hacia el Armagedón

Precipitarse hacia el Armagedón, es un término bíblico, del Apocalipsis, para referirse al fin del mundo o al fin del tiempo mediante catástrofes. Conviene no precipitarse en él, aunque a veces, al contemplar tanta idiotez y tanta maldad humana, al analizar las andanzas de Pedro Sánchez y Torra, por ejemplo, te pueda parecer inevitable despeñarte o que nos despeñen. Por cierto y como titulaba el jueves José María Carrascal en el diario ABC, “El mal existe”, conclusión a la que él llega tras leer el libro ‘The criminal personality’, de Samuel Yochelson, que concluye que el delincuente nace, no se hace, como había mantenido Rousseau y sostiene la mayoría de los progres. Precipitarse hacia el Armagedón, es un término bíblico, del Apocalipsis, para referirse al fin del mundo o al fin del tiempo mediante catástrofes. Conviene no precipitarse en él, aunque a veces, al contemplar tanta idiotez y tanta maldad humana, al analizar las andanzas de Pedro Sánchez y Torra, por ejemplo, te pueda parecer inevitable despeñarte o que nos despeñen. Por cierto y como titulaba el jueves José María Carrascal en el diario ABC, “El mal existe”, conclusión a la que él llega tras leer el libro ‘The criminal personality’, de Samuel Yochelson, que concluye que el delincuente nace, no se hace, como había mantenido Rousseau y sostiene la mayoría de los progres.
¿Se precipitó el torpérrimo Pedro Sánchez hacia su particular Armagedón tras su última ocurrencia de celebrar y gastar una enorme cantidad de dinero público en un Consejo de Ministros en Barcelona y mantener previamente un curioso y asqueroso bis a bis, una vergonzosa cumbre entre iguales, un rendimiento en toda regla, una traición a España y muy especialmente a los catalanes que se sienten españoles y todo ello ante el feísimo y golpista Torra? Sánchez y su partido, probable y merecidamente, se precipitarán hacia el Armagedón, pero el grave problema es que, si “el doctor plagio” sigue mucho tiempo en la presidencia, no será sólo Cataluña, sino España entera la que se sumirá en la catástrofe.

A propósito de las importantes elecciones de mayo en Melilla, interesante el artículo de Marcos R. Pérez, “Melilla y la incógnita Vox”, que publicamos el pasado domingo. En opinión del articulista, que comparto, que se haya producido “un intento de subvertir el orden constitucional desde una región española”, Cataluña, ha sido el punto clave que ha permitido a Vox obtener un buen resultado electoral en Andalucía. A continuación, los torpes ataques a Vox asegurando que es un partido anticonstitucional que “han mantenido de manera reiterada algunos periodistas y políticos sin escrúpulos… declaraciones muy graves que sólo pueden ser entendibles en el marco de una profunda corrupción del sistema político y periodístico español”, han potenciado las expectativas electorales de Vox que, inteligentemente y a pesar de su “aún balbuceante estrategia de comunicación”, no ha respondido a esos infundados e incluso ridículos ataques.
¿Qué futuro podría tener Vox en Melilla? Marcos R. Pérez hace tres matizaciones previas: 1/El voto en Melilla ha sido conservador durante las últimas cuatro décadas, 2/ Existe una fuerte abstención electoral (en torno al 40%) y 3/ La eterna cuestión de las relaciones con Marruecos, de la que depende el modelo de gestión fronteriza “que está acabando poco a poco con Melilla”, unas relaciones que ahora, con el gobierno socialista, “el puntal del lobby promarroquí en España”, se ha limitado a cumplir el papel “que el PSOE ha realizado siempre en favor de los intereses de la dictadura marroquí”, que continúa, según Marcos R., “en esa guerra silenciosa que lleva a cabo contra España y en particular Melilla”. En ese contexto, “las opciones para Vox están de momento abiertas” siempre que se centre en “las grandes cuestiones que atañen a nuestra ciudad: Frontera, Marruecos, inmigración, seguridad, vertebración social y cambio del modelo productivo”. ¿Lo hará Vox Melilla? El tiempo, hasta mayo, nos lo irá diciendo y su resultado electoral local, aparte del previsible tirón nacional, dependerá mucho de lo que aquí, unos y otros, hagan. Los que se basen en un programa creíble de cambio, de verdadero y visible (listas diferentes) cambio, ganarán.

Carta de la Plataforma de empresarios de la catastrófica frontera, incidentes con un menor y denuncias mutuas, entradas irregulares de inmigrantes, etc. Tienen, empresarios y ciudadanos en general, toda la razón al criticar la mala praxis que hay en toda organización humana, incluidos, por supuesto, policías, jueces, periodistas, políticos, sindicalistas, profesores, médicos, etc., etc., en resumen, incluidos todos los gremios, sin excepción. El corporativismo, un sistema o concepto económico y político en donde el poder de decisión se encuentra en manos de las organizaciones y no de las personas, es usado contemporáneamente como un término peyorativo, por lo que se considera, a menudo, como una corporatocracia caracterizada por la rígida intervención del Estado conformado por los representantes de los gremios, que son los que dictan -o intentan dictar- las leyes específicas que atañen a cada sector. Es obvio, o al menos debería serlo, que criticar la mala praxis, el mal hacer, de alguien no es criticar al colectivo completo en el que el criticado milita o trabaja. También es obvio, o debería serlo, que él o los que critican unas veces tienen razón y otras no. Pero en una democracia se puede criticar, incluso a los agentes del orden, a las autoridades varias -demasiado numerosas, frecuentemente-, a los políticos, a todo el mundo. Y es evidente que el corporativismo excesivo, la corporatocracia, es un mal. Muy extendido en España, por cierto.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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