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La columna de Salido

Más recuerdos navideños de mi Melilla natal

En mi escrito del pasado lunes día 17, creo que hice un recorrido bastante extenso referente a cómo eran mis navidades, o más bien nuestras navidades, entre los años 60 y 70 de los melillenses. No obstante, siempre quedan cosas en el “tintero” (ahora se emplearían las palabras, archivo, ordenador, etc.), la frase esa de “quedar cosas en el tintero”, quien la patentara acertó de pleno creo yo, por ser muy antigua, tanto como esos mismos “tinteros” que se usaban en los pupitres de nuestras escuelas, los cuales disponían de de un orificio donde el mencionado tintero se introducía para evitar que se volcase y consiguiente derrame, entonces escribíamos con plumieres (creo que ese era su nombre), mojábamos en la tinta y a escribir, también disponíamos de papel grueso secante, pero a pesar de ello, muchas veces no podíamos evitar por haber mojado mucho el plumier que esa tinta se corriese o expandiese en nuestro cuaderno. Mucho antes, escritores de la edad media muy famosos escribían mojando una pluma de ave.

Volviendo a la Navidad, a las costumbres de aquellos tiempos, por ejemplo, no eran tan abundantes ni masivas las casi “obligadas” comidas actuales de empresas, de alumnos, de amigos, etc. en los días próximos al 24. Los “posibles económicos” de entonces eran muy limitados y quizás se lo pudiesen permitir las clases más altas de las familias melillenses.

Eso sí, nuestra cervecita, vinito y tapa al salir de los trabajos entre amigos, especialmente en esas fechas eran una tradición y bien que lo agradecían los dueños de los distintos bares melillenses, no se ahora, pero, en mis tiempos nada más aparecer por la puerta ya te preguntaban que era lo que ibas a tomar aunque estuviese el bar a rebozar… “Y de tapita que ponemos”, entonces echábamos una mirada a la acostumbrada pizarra donde con tiza estaban todas las “tapas típicas de ese bar”.

Jugueterías, pastelerías, joyerías, tiendas de regalo y de vestir…Todos estos establecimientos engalanaban sus escaparates para la ocasión, ya que con las celebraciones navideñas y los festivos de Año Nuevo y Reyes después tenían la oportunidad de dar un empujón destacable a sus negocios, para afrontar los meses siguientes con mayor tranquilidad (en esto poco ha cambiado la situación o los aspectos navideños, cada época siguiente, lógicamente, habrá ido mejorando a la anterior, en luminosidad, decorado, engalanamiento, etc.).

Todas las familias hacían un esfuerzo económico considerable esos días dependiendo de la mayor o menor “paga extra navideña” y sus posibles ahorros. En mi casa la diferencia era poco significativa, mis padres con cuatro hijos y un solo sueldo de albañil en aquellos tiempos poco se podían estirar (algunas veces le encargaban algún trabajo extra, que tenía que realizar en domingo y así llevar algo más de dinero a casa, recuerdo que incluso, algún tiempo, hasta eso estaba prohibido realizar en domingos por “orden iglesia/estado”, y lo tenía que hacer a escondidas.

Mi madre era muy buena cocinera y con poco nos ponía “gloria bendita en la mesa”, la cena de Noche Buena casi siempre consistía en una sopa de picadillo de cocido (puchero le llamábamos en Melilla) ilustrado con pan tostadito y unos trocitos pequeños de jamón y detrás…lo que se podía, cuando se podía, si había comprado pollo, gallina o conejo, más bien quedaba para la comida de Navidad el 25, posiblemente a la sopa le seguía un filete y patatas o bien solamente los dulces navideños y una copita de sidra “el gaitero”, de cava nada (además, nos gustaba más la sidra), pero, estábamos todos juntos, padres e hijos o hermanos, mis padres vivían y lo pasábamos con poco, pero con mucho cariño, de maravillas.

Debajo de mi barrio (Monte Mª. Cristina), estaba el Mercado Central (nosotros siempre le llamábamos “La Plaza”, Antoñín ve a la Plaza y tráeme un kilo de boquerones o de jureles, sardinas, o salmonetes lo que veas más barato me decía mi madre, ella siempre padeció mucho de las piernas y esas escaleras para subir al barrio la mataban).También estaba el cuartelillo de la “Guardia Urbana” (ahora será Policía Local) y al lado estaba la plaza de “Los Huevos”, allí te vendían los huevos frescos a granel, sin los envases de ahora, casi todos eran magrebíes/musulmanes melillenses, incluso, algún vecino del barrio, normalmente a él se dirigía mi madre y en Navidad le compraba un pollo, gallina o conejo vivo, que luego se encargaba de sacrificar mi padre (de ese espectáculo yo pasaba, no me gustaba verlo).

Recuerdo también, que unos dos o tres días antes de Navidad en la tienda que yo trabajaba (KIRA), el chófer encargado de los repartos, Trino y yo de acompañante, con una DKV íbamos a muchas tiendas vecinales de barrios de Melilla, vendíamos al por mayor también, y en esas fechas, su hermano Ramón, el dueño, previamente había encargado unos regalos navideños para sus clientes (cestas, cajas de navidad, cajas de vino, etc.), en una ocasión, se le ocurrió regalar dos pollos grandes a cada cliente, normalmente lo hacíamos de noche al acabar la jornada, menudo jaleo, alboroto y “cacareo”, los llevábamos atados por las patas de dos en dos y metidos en unos saquitos, aquello fue un auténtico espectáculo, alguna “propinilla caía y alguna copita también”, menos mal que en aquellos tiempos no hacían tanto control de alcoholemia, Trino no era de mucho beber y yo tampoco, muchas copas eran agradecidas, pero, rechazadas.

Nosotros, los jóvenes, luego nos lo montábamos bien con nuestros “guateques particulares”, donde buenos y baratos “cubatas” caían y cuando no, pues a bailar al Club de la Juventud, a la Hípica o al Casino en la Avenida, nos lo pasábamos bien y yo lo recuerdo todo como si fuese ayer y con mucho cariño.
¡FELIZ NAVIDAD QUERIDOS/AS PAISANOS/AS! Y QUE EN EL 2019 TODO SEA SALUD, AMISTAD, TRABAJO Y BUENAS NOTICIAS, Y SI PUDIERA SER, EL ADIÓS DEFINITIVO A ESTA TREMENDA CRISIS ECONÓMICA Y POLÍTICA, ESPECIALMENTE POR EL TEMA CATALÁN Y ESOS IMPRESENTABLES SEPARATAS.

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