La Navidad no es una fiesta. Es unas efemérides. Un aniversario que nos sitúa, no allá donde pasó, sino acá donde está pasando. Porque nosotros somos seres navideños.
No podemos eludir la Navidad auque queramos. Estamos configurados en ella y de esa configuración surge todo lo que somos en nosotros y en los demás. La luz eléctrica es Navidad. El coche es Navidad. El átomo, la T. V., la técnica es Navidad, porque no son máquinas. Son expresiones del ser nuevo, distinto, que se alza por encima del hábitat que vive en pos del hábitat que le reclama. Somos la Navidad andando, pensando, muriendo. Somos una Navidad en acción, porque la Navidad no trataba de nacer en uno solo, sino de nacer en los demás, por eso no se detiene en un recuerdo ni se para en una festividad. Se hace itinerario ineludible. Corriente que lleva a un mar preconcebido: Nacer.
No acabar, sino empezar. Andamos hacia el principio, hacía ese inconfundible y confundido aliento de nuestras ilusiones. Cristo condenó al hombre a ser eterno. Le construyó primero un porqué hacía esa Eternidad, y le entregó el itinerario y en él andamos. Sin salirnos un paso, sin pararnos un instante. Dormimos y soñamos en Navidad. Hablamos, discutimos y peleamos navideñamente.
Todas nuestras acciones son latidos de un nuevo acontecimiento que cada día, minuto a minuto, se va desarrollando dentro de nuestro propio organismo. Un corazón diferente mueve al hombre en pos del mismo hombre, creándole crisis y ganancias acordes a un ideal: Nacer. Esa es la consigna. La única orden. Nacer. Y todo tiende a ello. Sociedad, política, arte, economía, historia…todo tiende a ello; al gran hallazgo de la vida en el mismo corazón de lo humano. Al gran hallazgo de Dios en el mismo corazón del hombre.
Buenos dias y buena nueva
