El 6 de enero, como marca la tradición, amaneció muy temprano para los niños melillenses que apenas si aguantaron las primeras luces del día para abandonar sus camas y descubrir el vergel de regalos diseminados por casa depositados por los entrañables Melchor, Gaspar y Baltasar. Día de ilusión y alegría, día largo de juegos y roscón, de salidas a la calle para estrenar patines y bicicletas y de salir a almorzar con la familia para despedir las fiestas navideñas. Los adultos, también felices por el regalo de Sus Majestades, se enfrentan ahora al temible mes de enero y su menos terrorífica cuesta.
Ayer, mágica mañana de Reyes Magos, fue el momento de comprobar, a través del número de regalos recibidos, si uno se había portado bien a lo largo del año. Lo cierto es que los Reyes de Oriente pasaron ayer por Melilla llenando los hogares de metros y metros de envoltorios de múltiples colores y de regalos de todos los diseños y sabores. Los mayores también volvieron a la infancia y cumplieron con la tradición de desayunar una sabrosa porción del roscón de Reyes. Los niños volvieron a ser los madrugadores, los que apenas sin haber conciliado el sueño, en permanente vigilia por la emoción de la mágica noche, se levantaron para disfrutar de la visión indescriptible de encontrar la mesa del salón coronada por una montaña de juguetes, o los pies del árbol de Navidad.
Los adultos también se contagiaron pronto de esta algarabía, intercambiando regalos con amigos y parientes. Después, como marca la tradición, aún vestidos con las batas y batines de abrigo (algunos recién estrenados), todos a la cocina a desayunar una taza de chocolate con una porción de roscón de reyes relleno de crema o nata.
Afortunadamente la climatología acompañó, por lo que padres e hijos se lanzaron a la calle para probar los nuevos patines, el coche teledirigido o la bicicleta, la reina de los regalos. El lugar escogido, sin duda, la Plaza de las Culturas y la Plaza de San Lorenzo.
