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Los radares ya están aquí

Una cosa está clara, y es que el que cumple las normas de circulación no debe temer a que se instalen radares y se establezca una política de mano dura para revertir este problema de siniestralidad vial que sufrimos en Melilla Melilla tiene un problema vial importante en sus calles que nos hace a todos los que vivimos en ella mucho más vulnerables. Y ello, a pesar de que los datos de siniestralidad vial están teniendo una tendencia a la baja en los últimos cuatro años, gracias a las medidas que en materia de movilidad se están llevando a cabo. En 2018, según los resultados que dio a conocer ayer la Ciudad Autónoma, se produjeron 351 accidentes de tráfico que se saldaron con al menos un lesionado, dando lugar a 463 víctimas. Es decir, que cada día del año pasado hubo en la ciudad más de un herido producido como consecuencia del tráfico.
Estas cifras han bajado más de un 40% en comparación con 2015, pero dejan un sabor amargo porque en 2018 hubo el triple de víctimas mortales que en los tres años anteriores. Tres personas perdieron la vida por la siniestralidad vial que sufrimos en Melilla y que sigue siendo elevada, pese a los avances logrados, lo que hace necesario adoptar medidas sancionadoras, aunque una parte de la población las vea como una persecución o crea que detrás de ello hay un afán recaudatorio. Es una percepción equivocada, fruto posiblemente de la pasividad con la que se ha actuado hasta ahora, hasta el punto de que algunos en la ciudad no han sabido identificar como radares los aparatos que ya se están empezando a instalar en algunas calles de Melilla, por la sencilla razón de que aquí no existían hasta ahora. En el resto de España son una constante en cada punto negro, y su presencia ha ayudado a que los conductores más rápidos levanten el pie del acelerador.
Ese es el efecto que aquí se busca porque hace falta. Cualquiera se da cuenta de ello si observa cinco minutos lo que pasa en nuestras calles, donde se sigue abusando del uso del coche y, lo peor de todo, de un mal uso por parte de aquellos que se sienten impunes al volante cuando exceden los límites de velocidad establecidos o dejan sus coches mal estacionados, por poner solo dos ejemplos de las constantes infracciones que se dan a diario, muchas de las cuales terminan en accidentes de tráfico.
Una cosa está clara, y es que el que cumple las normas de circulación no debe temer a que se instalen radares y se establezca una política de mano dura para revertir este problema de siniestralidad vial que sufrimos en Melilla. Hay que terminar con la idea generalizada que hay en esta ciudad de que no pasa nada si no se respetan las normas de tráfico, que son a su vez las normas de convivencia de todos los usuarios de la vía pública. Y sobre todo, es necesario aparcar de una vez por todas el egoísmo a la hora de circular por las calles y ahondar más en el terreno de la concienciación entre los usuarios de la vía pública, que somos todos, para erradicar esa enorme vulnerabilidad a la que estamos sometidos en nuestras calles cada día. En Melilla nos queda mucho por hacer en este sentido.

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