El Artículo 20 de nuestra Constitución consagra el derecho a expresar y difundir libremente pensamientos, ideas y opiniones mediante palabra, escrito o cualquier medio de reproducción; también a la producción literaria. Sin que el ejercicio de este derecho pueda verse restringido por ningún tipo de censura previa. Por ello resultan tan escandalosas y repulsivas las declaraciones públicas de un partido político sobre determinados poemas contra la violencia criminal machista, que han sido fijados en espacios públicos de Melilla.
Este partido político viene destacándose por la defensa intelectual y objetiva de la criminalidad de género, y por su pretensión de imponer una moral pública análoga a la que sufrimos los españoles durante siglos con el nacional-catolicismo.
Esta es la deriva que se viene imponiendo por este partido político, cuyo portavoz en el Parlamento andaluz declara en una sesión solemne que la ideología de su partido se basa en San Juan; o en el que saltan como hienas contra una parlamentaria del partido político Ciudadanos, del mismo Parlamento, que se atreve a criticar razonadamente las manifestaciones públicas de la Semana Santa en Andalucía. Estas actuaciones serían desternillantes si no atacaran la libertad de expresión, y ofendieran gravemente los sentimientos religiosos de muchos creyentes, que no consideran admisible manipular los fundamentos de una confesión religiosa.
Durante siglos hemos padecido en España la utilización espuria de la religión para imponer a la sociedad una moral pública, que no tenía nada que ver con la moral privada de esos que la imponían, en un ejercicio de santurronería farisaica; y que servía exclusivamente para mantener un sistema político de opresión. Ahora parece que hay un partido político que pretende hacerse con la “marca” de esa nefasta ideología, la cual ha sido tan negativa y perturbadora para España.
