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El suma y sigue

Entre tanto se logran soluciones, la lucha intestina entre administraciones se mantiene, al igual que la pugna entre partidos políticos más interesados en obedecer eso que se llama disciplina de partido que en defender en realidad los intereses de Melilla. Colaboración parece el camino, pero el diálogo, a veces es imposible si los interlocutores no se dirigen la palabra Que el número de menores extranjeros no acompañados en Melilla sigue creciendo no es solo una cuestión de números, aunque Delegación del Gobierno maneje unas cifras que difieren a las de la Ciudad Autónoma y que aporta la Policía Local, sino que es una realidad aplastante que corre el riesgo de convertirse en un grave problema de ciudad. La Ciudad Autónoma se declara desbordada, con un centro como Purísima que ha tenido que sobredimensionarse a lo largo de los últimos años para intentar dar respuesta a la constante entrada de menores. Aulas, zonas comunes y todo aquel espacio utilizable, se reconvierten al llegar la noche en dormitorios de literas apiñadas, donde conviven más de 600 jóvenes de distintas edades. Todos ellos llegaron buscando algo mejor, un futuro que ni sus familias ni su país les ofrecía. Ellos han decidido quedarse, aceptar normas, para integrarse, formarse y cuando lleguen a los 18 años, poder lograr el ansiado permiso de residencia.

Pero en la calle pululan otras decenas de jóvenes, adolescentes principalmente (también adultos), que rechazan estar en un centro de acogida, que prefieren dormir a la intemperie para intentar hacer el llamado 'riski', el abordar un barco como polizón, pero sus intentos han ido a menos gracias a las medidas antiintrusión articuladas por la Autoridad Portuaria. El lado positivo de ello es que se reducen los peligrosos intentos de acceder a los barcos, aún a riesgo de perder la vida, como desgraciadamente ha ocurrido en más de una ocasión. Pero la parte negativa es que el número de jóvenes que pulula por la ciudad, sigue creciendo. Melilla se ha convertido para ellos en una ratonera insalvable y además, carecen de recursos para subsistir.

Sin entrar en la injusta correlación de vincular menor con delincuencia, lo cierto es que, según el consejero de Seguridad Ciudadana reconoce, los datos oficiales del Ministerio del Interior, indican que el índice de delitos presuntamente cometidos por menores se ha disparado. Es más, asegura el consejero que si antes se hablaba de inseguridad subjetiva ahora no se trata de una sensación sino de una realidad objetiva.

La solución a todo ello resulta hartamente complicada. La Ciudad pide a la Delegación del Gobierno que logre del Ejecutivo central un aumento de efectivos de Policía Nacional y Guardia Civil para reforzar el control fronterizo, y al mismo tiempo busca modificaciones en la Ley del Menor que permitan diferenciar entre menores en desamparo y migrantes precoces, para que estos casos sean tratados por la Ley de Extranjería. Entre tanto se logran soluciones, la lucha intestina entre administraciones se mantiene, al igual que la pugna entre partidos políticos más interesados en obedecer eso que se llama disciplina de partido que en defender en realidad los intereses de Melilla. Colaboración parece el camino, pero el diálogo, a veces es imposible si los interlocutores no se dirigen la palabra

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