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El futuro de la izquierda no pasa por Pablo Iglesias

Ha sorprendido a muchos una declaración de Irene Montero -claro que hay que mirarla en su contexto- asegurando que 'pronto' será una mujer quien ocupe la secretaría general de Podemos. Es decir, que Pablo Iglesias (Turrión) dará, o habrá de dar, un paso a un lado para cedérselo a una sustituta, quién sabe si la propia Montero, hoy 'número dos' de la formación morada y compañera sentimental del controvertido Iglesias. Ya digo que hay que estudiar el marco en el que se produjeron las palabras de Montero, que serían claramente inoportunas y nocivas para el liderazgo de Iglesias si verdaderamente no están, de alguna manera, anunciando una retirada de este más o menos a corto plazo, incluso ya antes del comienzo de la campaña electoral.

De cualquier forma, aprovecho estas manifestaciones de Montero en la televisión pública, en horario de bastante audiencia, para insistir en una consideración que ya algunas veces he tenido oportunidad de expresar: la redefinición de la izquierda española no sé si pasa por la figura de Pedro Sánchez, ideológicamente no muy consistente, pero sí estoy seguro de que ya no pasa por Iglesias, sistemáticamente el líder político español peor valorado en todas las encuestas sobre intención de voto desde hace, al menos, dos años.

Tengo para mí que el declive de Pablo Iglesias, el hombre que intentó dar el 'sorpasso' al PSOE fundado por el 'otro' Pablo Iglesias, comenzó mucho antes de que forzase su favoritismo político hacia Montero, mucho antes también del famoso chalet en Galapagar, al que tiene perfecto derecho, como cualquiera, aunque él hace tiempo no se lo reconociese a nadie: un chalet era símbolo de la 'casta' y qué sé yo cuántas cosas más. Creo que la decadencia comenzó exactamente un 22 de enero de 2016, cuando, tras ser recibido en audiencia por el Rey después de las elecciones, se plantó ante los periodistas diciendo que, para apoyar a Pedro Sánchez en una investidura, él se conformaba con controlar los servicios secretos, TVE y varios ministerios clave; a Sánchez le dejaba, "como una sonrisa del destino", propiciada por el propio Iglesias, la presidencia del Gobierno. Y todo esto, sin que Sánchez tuviese la menor noticia.

Fue en ese momento cuando muchos españoles descubrieron que los afanes del fundador de Podemos no se agotaban en una regeneración de la vida política, económica y social en un país desgastado por los abusos del bipartidismo. Iglesias no se conformaba con ese papel, sin duda glorioso, de encauzar hacia el sistema a esos 'indignados' que salieron a tomar la Puerta del Sol. No: Pablo Iglesias quería gobernar. Y a ello ha dedicado sus afanes desde entonces. Algo que obviamente asusta a no pocos ciudadanos, que sí, que admitían y hasta aplaudían, aplaudíamos, un papel reformista, y hasta rupturista en ciertos aspectos, de Podemos. Pero que de ninguna manera querían, queríamos, ver a Iglesias en las dependencias vicepresidenciales de La Moncloa, ni a Monedero rigiendo la televisión pública, ni a Echenique regentando el Centro Nacional de Inteligencia, pongamos por caso. Vade retro.

En estos tres años, en los que la crisis se ha encarnizado con nuestra situación política, ha pasado mucha agua bajo los puentes podemitas, hasta llegar al portazo dado por Iñigo Errejón, sin duda la figura más atractiva de la formación que de pronto se reveló como poseedora de cinco millones de votos. Y no todas esas cosas, que amenazan con dejar en las raspas –¿cuántos quedarán de esos cinco millones de apoyos?- a Podemos se han gestionado ni con transparencia bastante ni con demasiada democracia interna. Hasta el punto de que la mayoría de los fundadores iniciales de este partido, que nació montado en el desplante y en el desprecio a muchas capas de la sociedad y al pasado, hoy ya no están en Podemos, y muchos han acabado irremisiblemente enfrentados con la pareja Iglesias-Montero.

No sé si la 'número dos' podrá enderezar un partido que capota. Irene Montero aspira a ser una especie de 'Pasionaria contemporánea': es buena oradora, fogosa. Tiene enorme ambición política. Y quiero pensar que cree de veras en todo lo que dice, que, una vez analizado a fondo, tampoco es tanto. Pero tiene una posibilidad de sobrevivir políticamente, porque algo como Podemos, o como todas las ramas que le han salido a la formación morada, es necesario, como lo fue el mejor PCE en la época de Carrillo, para impulsar reformas y criticar a la izquierda 'rosada'. A esa socialdemocracia europea que, incluido el PSOE de Pablo Iglesias (Posse), se desgasta ahora buscando puertos y rumbos seguros y ciertos.

Nadie soy para dar consejos a un partido de cuyos avatares ignoro múltiples cosas (tampoco facilitan a los periodistas muchas introspecciones, la verdad); pero me parece que sería mucho más conveniente ahora para el futuro de una izquierda coherente una retirada de Pablo Iglesias que el que se mantenga a la cabeza de la candidatura contra viento y marea. Y, ahora que hablamos de Mareas, recordar que andan en plena sublevación contra el Podemos de Iglesias, lo mismo que la andaluza Teresa Rodríguez, que los valencianos de Compromís, que los madrileños que rodean a Carmena -dos listas contrincantes, en cada una de las cuales figuran sendas hermanas, son un dato bien sintomático–, que los cántabros escindidos en cuatro, que los catalanes acéfalos…

Así, con los 'anticapis' ya como un residuo arqueológico, con Errejón volando mucho más alto que su ex jefe, con Ada Colau que ya no parece querer saber nada de alianza como la del pasado, Podemos no puede seguir. Necesita esa regeneración que ellos predicaban para otros: ya no representan, al menos Pablo Iglesias no representa, lo que muchos quisimos figurarnos que podrían haber representado. Iglesias tiene que irse, y sospecho que, desde su retiro anunciado como temporal, y persona inteligente como indudablemente es, lo está meditando. Lo ha sugerido, a su difusa manera, la persona que mejor le conoce, su mujer y madre de sus hijos, además de su más cercana compañera política. Iglesias pasará 'pronto', sí. Pero ¿cuándo es ese 'pronto', que ya hemos visto, con el ejemplo del propio Pedro Sánchez, que es un término flexible, sobre todo cuando se trata de irse?.

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