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Carta del Editor

Sonidos de libertad y de cambio

“Si el poder de la Unión Soviética decae, sus satélites tratarán seguramente de salirse de la órbita del Kremlin”, escribía el ya ex presidente norteamericano Richard Nixon en 1988. Ni imaginaba una persona tan inteligente y con tanta experiencia política como Nixon (el polo opuesto del lamentable político que es Jesús Delgado -a su edad es ya más que conveniente aprender a escribir de una manera inteligible- por citar solo un ejemplo próximo) que lo que vaticinaba se iba a producir tan pronto. “Si el poder de la Unión Soviética decae, sus satélites tratarán seguramente de salirse de la órbita del Kremlin”, escribía el ya ex presidente norteamericano Richard Nixon en 1988. Ni imaginaba una persona tan inteligente y con tanta experiencia política como Nixon (el polo opuesto del lamentable político que es Jesús Delgado -a su edad es ya más que conveniente aprender a escribir de una manera inteligible- por citar solo un ejemplo próximo) que lo que vaticinaba se iba a producir tan pronto. Las quince Repúblicas de la URSS se independizaron entre el 11/3/1990 y el 21/12/1991, siendo Gorbachov presidente. ¿Las razones? Fueron muchas, pero una sola fundamental e insalvable: la economía. La mala situación económica rusa terminó con esa artificial y efímera Unión de Repúblicas Socialistas.

La economía de la URSS, como la de Venezuela actual o la de cualquier país o ciudad que actúe al modo económico comunista (China, los chinos son empresarios natos, se ha salido de esa lista, Melilla está en ella), o sea, creyendo en la superioridad del control del Estado sobre la del mercado libre, con su inevitable corolario de una burocracia de miras estrechas, paralizante y sin la más remota idea de cómo juzgar los riesgos económicos que vale la pena correr, está condenada al fracaso económico y, con él, al social y político, salvo que se evite éste último con el terror y/o la opresión, como es el caso comunista.

Recuerdo, hablando de libertad económica, la “Redemption song” (canción de redención) con un estribillo repetido, “the sounds of freedom”(los sonidos de libertad) una de las canciones más conocidas del gran Bob Marley. La economía melillense necesita mucho esos sonidos de libertad, para que no le pase, como le puede pasar, lo que le ocurrió a las repúblicas de la URSS, que desaparecieron como tales.

Esta semana se ha hablado mucho de la conveniencia, o no, de que Melilla inicie los trámites para ser admitida, como Canarias, en la Unión Aduanera europea. La declaraciones del Consejero Daniel Conesa, incidiendo en las dificultades burocráticas nacionales e internacionales de tal posible petición, me parecieron lamentables, en el sentido de que son una muestra más del inmovilismo reinante en Melilla, de la burocratización comunistoide que lleva a nuestra ciudad al desastre económico en el que está incursa y que es una indisimulada e indisimulable catástrofe social.

Lo que es indudable es que con el actual sistema aduanero melillense no hay posibilidades de avanzar. Los hechos son más importantes que las palabras y lo que no ha funcionado durante muchos años -aunque haya beneficiado a unos pocos, que viven del caos- es razonablemente previsible que siga eternamente sin funcionar. El inmovilismo no es una solución económica, es evidente.

Cuando escribo esta Carta estoy participando en el XX Congreso de Periodismo Digital que se celebra en Huesca desde hace esos 20 años en un enorme Palacio de Congresos para cuya construcción fue fundamental precisamente la celebración de ese Congreso. Huesca tiene 55.000 habitantes, un poco más de la mitad de Melilla y sus instituciones públicas gobernantes son tipo podemita. A pesar de ello, se tiene, se siente, el respeto y la ayuda a los empresarios y a la tradición empresarial. Visité, invitado, y lo cito a modo de ejemplo, una tienda de ultramarinos, “La Confianza”, que está viva desde hace 148 años, tan viva como su actual propietaria, un museo que es la tienda más antigua con actividad ininterrumpida en toda Europa. La tienda es, sobre todo, ese museo, un orgullo para los oscenses, historia viva de la ciudad. Una historia que no es la foto de los consejeros políticos locales de unos años, repetida una y otra vez, colocados en la primera fila de todos los eventos locales, como si lo hicieran todo, como si nada se pudiera hacer sin su permiso, que es lo que habitualmente ocurre en Melilla.

Entiendo que las elecciones están cerca y que el afán de aparecer en todas partes y salir en todas las fotos es poderoso, pero habría que reconocer que hay consejeros y políticos locales que es preferible, por el bien de sus partidos y de los electores, que aparezcan y se les vea lo menos posible. El cambio, como digo una y otra vez, es ya imprescindible y, en ese sentido, la noticia de que Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, ex comandante general de Melilla, será en nuestra ciudad el candidato del PP para el Congreso es una gran noticia en sí misma, porque Fernando es una persona enormemente valiosa y capaz, y también porque es una muestra palpable de que, por fin y sin que eso signifique criticar la gestión de Maricarmen Dueñas, empieza el cambio en el PP local, un cambio que, además y dadas las especiales características de parte de la población votante melillense, puede ser enormemente beneficioso para el Partido Popular en las elecciones generales, que son antes que las locales.

Posdata. “A la 5,30 horas del 28 de mayo de 2014 conseguí cruzar la valla entre Marruecos y Melilla. Era mi tercer intento. Es una fecha que nunca olvidaré”. Son palabras, recogidas por el diario deportivo Marca el pasado martes, del camerunés Thierry Feuteu, “Titi”, jugador de rugby que debutará este domingo con la selección española, nada menos. Es una historia humanamente apasionante, con un resultado feliz. Es una prueba evidente de que no todo lo que pasa por nuestras fronteras con Marruecos, a pesar de su actualmente lamentable situación, es malo. Para “Titi” sonó la libertad, que también es vivir sin miserias.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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