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Cultura

El Levantamiento del Sitio de 1774-75 Homenaje a unos héroes del siglo XVIII

Monolito al mariscal Juan Sherlock

La firma del Tratado de Paz y Amistad de 1767 entre Marruecos y España, no fue impedimento para que el sultán Sidi Mohammed ben Abdalah en septiembre de 1774 enviase una carta al rey Carlos III en la que le comunicaba su intención de recuperar las plazas ocupadas por los cristianos, desde Ceuta a Orán. Argumentaba que en dicho documento solo se hacía referencia a la paz por mar y no por tierra. En el primero de los artículos se establecía que: “La paz será firme y perpetua por mar y por tierra, establecida con la más recíproca y verdadera amistad entre los dos soberanos y sus vasallos respectivos.”
El gobierno español no podía aceptar tan caprichosa interpretación de los Tratados. Fue entonces cuando el monarca respondió con una Real Cédula (23 de octubre de 1774) declarando la guerra a Marruecos. No obstante se concedió seis meses de plazo para que los súbditos marroquíes pudieran retirarse libremente con bienes y efectos.

El 22 de noviembre contestaba el sultán con un documento titulado Manifiesto del Rey de Marruecos sobre la declaración de guerra del Rey de España. En él decía que no pretendía obtener ventaja alguna y que su única intención era defender su ley de la misma forma que el monarca español defendía la suya.

Ante un inminente ataque mandó reforzar las defensas y vigilar las costas con el fin de que los marroquíes no pudieran recibir ningún tipo de ayuda por mar.

Para aumentar la guarnición, que apenas superaba los 700 hombres y siendo muy escasas las piezas de Artillería, fue llegando personal y material desde distintos lugares de la Península.

Carlos III nombró comandante general de Melilla al mariscal de campo de origen irlandés, Juan Sherlock cuya familia se vio formada a emigrar a España perdiendo gran parte de sus posesiones en el condado de Waterford.

En la mañana del día 9 de diciembre de 1774 comienzan a llegar las fuerzas del sultán, asentándose en los cerros de Santiago, Horcas Coloradas, la Puntilla, etc. En pocos días aumentaron a más de 30.000 hombres así como los cañones y morteros que fueron ubicados en los lugares referidos.

Los sitiadores emplearon la táctica denominada “El rosario de Mahoma” que consistía en disparar a la vez todos los morteros. Debido a la limitada extensión de Melilla, la lluvia de granadas cubría prácticamente toda su superficie. En estas circunstancias era muy difícil que no hubiera heridos e incluso fallecidos.

El 12 de diciembre embarcaron rumbo a la Península las mujeres, niños y ancianos, quedándose solo las personas útiles para la defensa.

Muy importante fue el papel que jugó la ciudad de Málaga. Desde su puerto partían los navíos con el socorro para Melilla y a ella llegaban los heridos y enfermos que no podían ser atendidos en los hospitales que había en la Plaza que resultaron ser insuficientes. Encomiable fue también la labor desempeñada por el personal sanitario.

Durante cien días sufrió esta ciudad el asedio del Ejército del sultán que no logró traspasar los límites ni doblegar la voluntad de sus habitantes.

Lanzaron sobre la población más de 8.000 bombas, que ocasionaron 105 muertos y 584 heridos.

La férrea y épica defensa que sostuvieron los moradores de Melilla hizo que el 18 de marzo de 1775 se levantasen los distintos campamentos
Antes de partir izaron la bandera de paz y un alcaide se dirigió a la Plaza para comunicar que su señor había decidido marcharse. Solicitó una entrevista entre el comandante general, Juan Sherlock y Hamed el Gazel. Una vez reunidos, este anunció que ningún vasallo español permanecería cautivo en Marruecos durante el reinado de Carlos III con quien su señor deseaba mantener relaciones amistosas, establecer una paz sólida y reanudar el comercio en unas condiciones todavía más ventajosas que las del tratado anterior.

A tenor de lo ocurrido en Melilla hubo un resurgimiento entre algunos ministros de la idea de abandonar la Plaza e incluso destruirla. Este pensamiento quedó en nada ya que el propio rey no lo apoyó y con el tiempo se olvidó.

Cinco años después, el 30 de mayo de 1780 se firmaba en Aranjuez un convenio de amistad y comercio entre España y Marruecos.

El que fuera secretario de guerra del rey Carlos III, Ambrosio de Funes Villalpando Abarca Bolea, a la sazón conde de Ricla, dispuso en nombre del monarca la institución de una fiesta religiosa anual en honor a San José que conmemorase la constancia y resistencia de los moradores de Melilla que resistieron heroicamente durante los cien días que duró el asedio de Muley Mohammed Ben Abdelah.

Es pues una celebración que se remonta al mismo siglo XVIII; desde entonces cada 19 de marzo se rinde homenaje a quienes defendieron Melilla.

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