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El Torreón del Vigía

Por capitán y timonel

“Una mañana de sol al abrir la primavera con el alma en bandolera se marchó”. Muchachas por abril que recitaba o las venideras golondrinas ha sido el del adiós para Alberto Cortés. Es de los pocos elegidos para pintar con palabras lo que el sentimiento dice con una mirada o con el silencio de dos. Andariego por mil caminos se fue lejos para volver donde su madre en invierno y recibir abrazos de sus hermanos en el límite del patio o la fiel espera de los perros. Con su letra “A mis amigos” … Alberto se volvió deudor de ternura y paciencia o del aliento como concepto de la factura de la vida. Y ahí se confesó cambiante en el humor, negligente, vanidoso o lleno de temores y de dudas o fracasos que el tiempo le brindó. Sublime ser humano con plena conciencia y corazón de guitarra que pedía con urgencia la fe, la esperanza y el amor. A partir de mañana dejó de ser ese aprendiz de Quijote. Y admiró a ese callejero “Fernando”, amante de la libertad, con el sol a cuestas sin amo ni a quien dar cuentas. Gracias a la vida fue su actitud con todos y principalmente con El. Por eso dijo que suerte he tenido de nacer por asistir al milagro de cada amanecer, por ser lluvia en lugar de ver llover, por aprender a escuchar, concretando la victoria de uno mismo en el ser y en el no ser. “Dijo de mí que la malquería. Y no se dio cuenta ¡lo que yo sentía! Nunca creí que me abandonara, como se abandona lo que no se ama”. “Hay tanto invierno que son palomas heladas las caricias”. “Allí viví la alegría. Distancia de aquel primer sentimiento que se ha quedado dormido. Entre la niebla del tiempo”. Alberto supo contarle a la gente con pocas palabras lo que pasaba por su mente sin caer en fanatismos, mezclando la baraja para que nadie jugara con ventaja, templando su guitarra apartando los cantos de cigarra. “Y eran tres, Pablo gorrión, Pablo poeta y marinero, Pablo arlequín, Pablo pintor, Pablo torero, Pablo y “el cant dels ocells”, Pablo maestro, Pablos de todos, Pablos de nadie… Pablos nuestros”. Como el, patrimonio de una humanidad que escucha a este Alberto Cortez decir de sí mismo mientras emprende el viaje más largo de su vida… “La vejez, la más cruel de las dictaduras, nos pillará distraídos a la vuelta de cualquier esquina”. Regresare a mis estrellas: Distancia. Para contarles mis secretos.

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