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Vida Universal

Jesús, el Cristo no está colgado en la cruz. ¡El Resucitó!

La traición a la enseñanza de Jesús de Nazaret, que se convirtió en el Gólgota en nuestro Redentor, comenzó muy pronto después de Su crucifixión. ¿Por qué solo pocas personas conocen el verdadero significado cósmico del acto redentor de Jesús, el Cristo? Porque las Iglesias institucionales se apropiaron de su acto redentor también poniendo en alto el crucifijo con el cadáver de Jesús de Nazaret, supuestamente para adorarlo, pero en realidad es como una amenaza y un ejemplo intimidatorio para todos los que Le quieren seguir.
El mensaje de los sacerdotes es claro y comprensible para quien lo quiera entender: Mirad aquí. Nosotros, los sacerdotes, hemos vencido al Hijo de Dios. No queremos la libertad de los pueblos. Queremos que estén atados a ritos, cultos, ceremonias y a nosotros, los sacerdotes.

Los sacerdotes mantienen en alto la cruz con el cuerpo, el símbolo de la supuesta humillación del maestro de la Sabiduría e Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, como trofeo de las fuerzas que están en contra de Dios. Con el simbolismo de la oscuridad, el adversario intenta burlarse del acto redentor y de la Resurrección del Cristo de Dios, el Corregente de los Cielos, queriéndole confinar eternamente a la cruz, y al fin y al cabo, queriéndole reducir al cruel asesinato de Su cuerpo humano.
Él ha de permanecer eternamente en la cruz, como reiteran una y otra vez también los papas en el último tiempo. Quieren ver clavado a la cruz a la majestad de los Cielos, a Cristo. Desde allí, como un cadáver, ha de soportar en silencio todo el sufrimiento de los seres humanos que tienen hambre de alimento espiritual y de justicia, de modo que no lleguen a conocer nada de Su enseñanza de la Verdad, -que contiene la justicia, el sopesar y medir y el obrar correctamente – y no pueden seguir así Su enseñanza de la Verdad, con la que podrían salir paso a paso de las necesidades y de las aflicciones.

Los seres humanos tienen que quedar fijados a Su sufrimiento y a Su muerte, y el cadáver de Jesús de Nazaret ha de simbolizar que Él y Su enseñanza han de callar para siempre. ¿Quién quiere esto? Pues solo aquel cuyos planes frustró el Cristo de Dios con Su acto redentor, aquel cuyos siervos, abusando del nombre del Cristo de Dios, se ha establecido ante los seres humanos como mediadores necesarios para lograr la salvación, como administradores de la salvación.

Pero Cristo, el Espíritu Libre vivo, no está colgado en la cruz. El resucitó.

Los seguidores directos y discípulos de Jesús de Nazaret vivieron conscientes de Su Resurrección. Vivieron creyendo fielmente en Su promesa: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; (…) voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Jn 14,2). Desconocían el adorarle como cadáver en el crucifijo. Si Jesús de Nazaret hubiera querido que se le adorase colgado en la cruz, ¿no se lo habría dicho a sus discípulos, a más tardar cuando después de Su Resurrección se apareció a algunos de ellos? Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, resucitó. Por eso hay que bajar al hombre muerto de la cruz. ¡Bajemos Su enseñanza de la cruz!
Jesús de Nazaret nos enseñó el camino de regreso al Hogar, de regreso al Reino de Dios. ¿Quién es por tanto el que quiere ver crucificado al Cristo de Dios?

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