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Atril Ciudadano

Antonio Ruíz, el último cuchillero

Las ciudades las integran personas en su gran mayoría anónimas. Son hombres y mujeres muy conocidos en su entorno laboral, familiar, personal, pero que rara vez transcienden al conocimiento general, pero que están ahí y componen el gran tapiz de las relaciones en una ciudad.

Antonio Ruíz era una de esas personas. Era el cuchillero del Tesorillo, al menos esta fue su última actividad laboral. Falleció el pasado 21 de abril, apenas unos días antes de cumplir los 59 años. Aprendió este oficio de su padre, aunque antes de ejercer esta profesión de modo único, también tuvo una empresa de obras e intervino en la construcción de algunos de los edificios más representativos de la Melilla en su última etapa.
En el mundo del consumo y de comprar de nuevo, antes que reparar, era ya difícil encontrar un artesano de oficios antiguos, como el de la cuchillería, o el de la zapatería. Su taller estaba ubicado en la calle Cabo Noval, casi junto a la plaza de Daoiz y Velarde.

Sin embargo, la cuchillería Melilla no era solo un taller al que ir a reparar un bolso, un cinturón o a afilar un cuchillo de cocina, o de monte. Era un punto de encuentro y de tertulia. Antonio siempre tenía una conversación que ofrecer, un vaso de agua fresca o un vasito de vino. Su buena ubicación fomentaba ese ratito de charla y de descanso, junto con la amabilidad de Antonio, siempre dispuesto a conversar o a ofrecer consejos sobre el uso de los cuchillos, o la posibilidad de reparación de un mango. Su versatilidad permitía la solución de casi cualquier problema que se le presentara.

El ruido político ocultó esta noticia, pero Antonio Ruíz merece este instante de recuerdo, mediante estas pocas líneas. Ese instante de atención que él dedicaba siempre en su taller, junto a su permanente sonrisa.

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