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El rincón de Aranda

Franco jefe del Estado, ¿desde cuándo?

La mayoría de los historiadores opinan que Franco, fue jefe del Estado desde el 27.02.1939, cuando Inglaterra y Francia dejaron de reconocer a Manuel Azaña, tras su dimisión, como Presidente de la II República. Otros, siguiendo la propaganda franquista, en la actualidad, creen que fue desde el 1.10.1936, cuando fue nombrado Generalísimo por los militares golpistas, en la Junta Nacional de Defensa, órgano creado por esos golpistas para ostentar el poder Ejecutivo en las zonas controladas por ellos. Pero si nos remontamos a la reunión que hubo en Matilla de los Caños, Salamanca, el 21.09.1936, donde los generales y coroneles golpistas unificaron el mando en busca de una mayor eficacia en la guerra, y en ausencia del líder indiscutible del levantamiento, General Sanjurjo (fallecido en accidente de aviación), eligieron a Franco como jefe supremo: “Mi general, señores generales y jefes de la Junta, podéis estar orgullosos, recibisteis una España rota y me la entregáis unida en un ideal unánime y grandioso. La victoria está de nuestro lado. Ponéis en mis manos España y les aseguro que mi pulso no temblará, que mi mano estará siempre firme…”. Y ya quedó comprobado que, durante los cuarenta años siguientes, con su firme mano apenas le tembló el pulso.

Suárez Fernández, dice que Franco jamás consideró que su mando procediera de elección, sino de una proclamación, como con los reyes españoles. Los generales y jefes en esa Junta Nacional, fueron la representación del Movimiento y desde esa posición lo proclamaron Generalísimo.

Por otra parte, Manuel Azaña definió la rebelión como “Crimen no de lesa patria, sino de lesa humanidad”, acusando a sus responsables el delito de haber desgarrado el corazón de la Patria. Azaña nunca encontró justificación ni explicación alguna para ese delito, porque: “Aunque hubiesen sido ciertos todos los males que se cargaban a la República no hacía falta la guerra. Era inútil para remediar aquellos males. Los agravaba todos, añadiéndoles los que resultan de tanto destrozo”. Fue su respeto por los combatientes. La causa misma de la República era la ley, el orden, la convivencia, la democracia y a esos valores entregó su vida: “… El reconocimiento de un Gobierno legal en Burgos por parte de las potencias, singularmente Francia e Inglaterra, me priva de la representación jurídica internacional para hacer oír de los Gobiernos extranjeros, con la autoridad oficial de mi cargo, lo que no es solamente dictado mi conciencia de español, sino el anhelo profundo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. (…) En condiciones tales, me es imposible conservar ni siguiera nominalmente mi cargo al que no renuncié el mismo día que salí de España porque esperaba ver aprovechado este lapso de tiempo en bien de la paz…”.

Ya moribundo, fue perseguido con saña y crueldad, por el “cuñadísimo” Serrano Suñer como Ministro de AAEE, y el embajador franquista en Francia, José F. Lequerica. Una vez fallecido Azaña, y solicitado por su esposa que fuese enterrado con la bandera de la República, y denegado por las autoridades francesas, el diplomático mexicano, Luis I. Rodríguez Taboada, uno de los héroes que, en medio del crimen y la cobardía triunfalista, hizo posible el mayor gesto de solidaridad que se recuerde en México y en España, como fue el socorro y asilo de miles de exiliados republicanos españoles, en su gran mayoría intelectuales. Pero lo más significativo fue cuando dijo: “Está bien. Lo cubrirá la bandera de México; para nosotros será un privilegio; para los republicanos una esperanza; y para ustedes una dolorosa lección”.

Bueno pues yo pienso, no sé ustedes queridos lectores, que esa dolorosa lección, que decía el diplomático mexicano, aún no se la han aprendido muchas autoridades que se sientan en las distintas poltronas oficiales de este país, llamado España.

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