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….”CARCOMA DE LOS HUESOS”… Prologo del Desastre de Annual (II)

Camino de Annual. A la derecha, el brocal del pozo donde murió el coronel Morales. Primeras casas del poblado de Annual. Al fondo el monte Abarrán

El Chej AMAR BEN MOHAMED AFQUER
””En las campañas de pacificación desarrolladas por el Ejército español en Marruecos, era básico partir de una buena información. Principalmente eran las que facilitaban la Policía Indígena primero y luego el servicio de Intervenciones, “Las Oficinas”.

1920 fue un año de hambre en el Rif, siendo nulas las cosechas y causa de la emigración a Argelia de muchos hombres, factores que contribuyeron de manera importantísima a la fácil ocupación de cábilas tan belicosas como Beni Said y Beni Ulichex y favorable predisposición de los tensamanis que escribieron a Silvestre pidiendo una entrevista para someterse, dificultando esta acción el licenciamiento de las tropas españolas.
Cuando el general Berenguer va a Melilla y visita el territorio, la pista hasta Annual no está aún terminada. Tiene que ir a caballo. Desde Buimeyan examina el terreno. Le saludan allí los Jefes y llama la atención su corto número y sobre todo que falte el Caid Bu Kadur y otros de importancia con los que se había tenido contacto. En la harka en Yub el Kama hay algunos tensamanis, pero las fracciones están dispuestas a darnos apoyo para ocupar el contrafuerte. Silvestre se muestra conforme en que no haya llegado todavía la oportunidad de avanzar y que solo intentará ocupar un puesto delante de Budinar y otro en la loma de los árboles sobre el zoco del Jemis y Axdir, para contentar a los Jefes indígenas que así lo han pedido con objeto de cubrir sus poblados.

Así se llega a los días de Abarrán y nadie ha hablado de quien es después de Abdelkrim el principal promotor de cuanto sucede, el Chej AAMAR BEN MOHAMED AFQUER o familiarmente Chej Amar. Como aparte de unos pocos especializados su figura resalta casi desconocida y por extraña circunstancia los cronistas silenciaron o ignoraron su importancia, forzoso será dar una ligera explicación de quien era este Jefecillo… cuya actuación final tanta importancia tuvo en la gestación de tan luctuosas jornadas para nuestra Patria.

Nació el Chej Amar en la fracción de Trugut, mirando a la llanada del Nekor. Vió la luz en 1851, es decir que en los días de Abarrán tenía 70 años. Como su figura ha entrado en el terreno de la leyenda y ya es difícil poder desprender la fantasía a ella adherida, producto de exageraciones románticas, se procura pues relatarlo de las notas biográficas que pudieron obtenerse. Fue de baja estatura pero de robustez extraordinaria. Consumado cazador se le tuvo siempre por un tirador excepcional. Pasaba mucho tiempo dedicado al deporte cinegético eligiendo a veces como pieza humana la de algún enemigo o rival político. Su vestido corriente solo lo componía una sencilla túnica de lana como ropa interior, sobre la que se colocaba una clásica chilaba tensamania. Jamás gastó turbante o tarbuch, solo los días de “baro” un sucinto cordón de lana. Le gustaba acoger amablemente a las gentes siempre que reconocieran en él la fama que le precedía. Su temperamento era sumamente enérgico y resultaba un enemigo implacable y de una tenacidad sin otros desmayos que en los que en ciertos casos aconsejaba una elemental prudencia. Llevarle la contraria era expuesto, sino se era fuerte y avispado. Apasionado defensor de las gentes que acudían a él en busca de protección, que sabían fácilmente dispensaba, era corriente que hubiera en su casa muchos visitantes a los que acogía con cariño y atendía con largueza. Se mostró siempre caritativo con el desvalido y con el pobre.

El Chej Amar en tiempos del Roghi (Bu Hamara), influyó mucho en el ánimo del general del Pretendiente, el negro ex esclavo Yilali Muluduh, para que este penetrara a sangre y fuego en Beni Urriaguel (especialmente, claro está empezando por Suani) salvándoles la primera vez la eficaz presión que el general Marina efectuó cerca del señor de Zeluán. Siguió después imponiendo su criterio parcialmente en la Kábila. Cuentan que ya viejo, iba cazando, cuando saltó una liebre. Sus acompañantes le gritaron “Chej Amar, ahí va”. Disparó enseguida y como la matara de un tiro en la cabeza, arrojó el fusil al suelo lamentándose ¡ya estoy viejo! Pretendía, por lo visto, seguir cobrando las piezas atravesándolas de parte a parte del cuerpo como tenía por costumbre.

Pero pasemos ya a los tiempos de Abarrán, en los que el comandante Villar y el capitán Margallo preparaban la política de Tensaman. El caid Alal Boaza no se atreve a presentarse, aunque escribe carta tras carta. Después de lo expuesto la explicación parece fácil. Casi todos los jefes acuden a las primeras conversaciones. Son personajes de segunda fila. El Chej Amar como buen cacique rifeño era desconfiado, creía que le ganaban los otros la mano y que al precederle serían preferidos por nuestros jefes. El no podía dar el paso a la sumisión, pues los suyos más allegados geográficamente pertenecían al valle del Nekor, dominado por los ya decididos políticamente beniurriagueles que además le habían apoyado siempre. Tenía que tomar el partido de la oposición. El caid Alal con un padre y un hermano muertos, deuda de sangre imperdonable, hubiera acudido de buena gana a ver a Silvestre y aún se opuso por las armas, al principio, a la harka de Beni Urriaguel pero seguir en esta actitud era sellar su aniquilamiento por el bando del Chej Amar cristalizado en cuarenta años de lucha. ¿Vió esto la “Oficina” de Annual? Casi puede afirmarse que no. Si hubo lucha con los Beni urriagueles, no fue por causa que atañara a la política con los españoles sino, debida a la servidumbre de viejas costumbres. Tanto el caid Al-lal como el Chej Amar, para esto unidos, comunicaron a Abdelkrim, ya considerado como jefe, que no permitirían el paso de sus guerreros sino por el camino que ellos previamente marcaran, con objeto de que no molestaran en sus poblados, pudiendo matar a quien saliera de él. Ante la resistencia armada Abdelkrim se avino a convenio. En realidad no había oposición política sino regionalismo de kábila. Abdelkrim por muy jefe que fuera, tenía que respetar los cauces consuetudinarios para pasar sus gentes armadas por territorio extraño.

A Villar debió de obsesionarle, cuando mirara con curiosidad detallista el terreno que tenía enfrente, para ir descifrando el enigma de lo que encerraban en incógnitas aquellas cimas y barrancos de fuerte tono arcilloso, y sobre todo la más destacada por su forma y su dominio sobre la parte llana de la Kábila e imprescindible jalón en la dirección del soñado avance. Aquella cresta a la que los naturales llamaban Dahar u Barran en donde se mezclaban el árabe Dahar (espolón) y el bereber barran (macho de perdiz). Los españoles lo convertimos en Abarrán. Algunos han querido ver en tal designación una explicación árabe de la palabra “barrani” que significa forastero, amparados en el hecho de tener en su ladera Sur el poblado de Ifasien, cuyo nombre indica sin duda haber estado habitado por gentes de Fez, pero la realidad es que los tensamanis rechazan unánimemente tal explicación y afirman el origen netamente bereber con que designan al monte.

No cabe duda de que Villar en su oficina de Dar Buimeyan tendría sus soluciones a los problemas geográficos y políticos, aunque como es natural encaminara sus trabajos a saber la composición de las guardias enemigas y su disposición para hacer la guerra. Tuvo que pensar y elegir el camino de ida y el de retirada, impuesto éste según se presentara el enemigo, pero sobre todo para precisar su informe sobre como llegarían los convoyes libres (es decir por indígenas contratados, a veces respetados por sus hermanos del campo contrario) cuya continuidad sería necesaria desde el momento que se imponía una servidumbre si la posición a fortificar debía tener una batería y una compañía de Regulares, tropas diferentes a la Policía Indígena, más flexible, exenta casi de preocupaciones de aprovisionamiento. Si hubiera conocido a fondo la historia del Chej Amar y llevado sobre un croquis la situación de los poblados donde éste declarado adversario contaba antiguo arraigo, habría sacado la consecuencia de que desde el primer momento tendría que contar con un semi bloqueo de la posición, envuelta a la distancia por poblados donde aquél ejercía singular influencia. Una cosa era encaramarse por una sorpresa nocturna salvando casi prohibitiva pendiente y otra buscar un trazado de pista que permitiera la subida de las piezas de posición que tendrían que relevar a la Batería de montaña que allí quedaría los primeros días, además de los materiales de ingenieros que serían necesarios para ir haciendo habitable el áspero picacho, así como un servicio a la lejana aguada. Sobre los convoyes se había convenido fueran “libres”, contratando las acémilas, cuyos dueños buscarían la forma de hacerlas llegar en horas y formas convenientes.

No cabe duda que los jefes sometidos, queriendo ver protegidos sus poblados le hicieron ver fácil lo que ardientemente deseaban, precisamente por saber que el Chej Amar no enviaba amenazas en vano. Ninguno le habló de la fama del monte, que le habría hecho prudente, aunque no fuera supersticioso, pues los antecedentes históricos deben ser siempre tenidos en cuenta.

Una elemental curiosidad por conocer la vida religiosa de la cábila le hubiera puesto en alerta. Con los gemelos tenía que haber curioseado un bosquecillo que en una loma de la falda pone la discrepancia verde de sus zarzas y acebuches. Su nombre “Ahessab u megar”, el bosque del jefe, unido al blanco morabito debió llamar su atención para la ampliación de datos. El barranco próximo llamado Uad el Qala, claramente indicaba que allí antiguamente había habido una fortificación o un lugar donde los naturales se retiraban con el ganado y cosas de valor en caso de ataque. Este es un reducto de acceso difícil en la que los Ben Isi se escudaban cuando las tribus se arrancaban contra ellos.

Esta tradición era claro indicio de la importancia militar de Abarrán, sitio donde se había dirimido siempre el dominio o la libertad del valle del Amekram. Al existir una disidencia armada, más numerosa y fuerte de lo que el valle suponía, no podía caber duda que el monte tendría que ser disputado.

Una buena información, desinteresada, pudo obrar como complemento para suponer el ardor combativo que les animaría. Nada de esto se debió hacer cuando el general Silvestre cedió en una entrevista, convencido de la oportunidad del momento y rápidamente se organizó la operación, que parece había desechado inclinándose a efectuar otra distinta hacia Beni Tuzin el día 4, para cuyo objeto estaban ya concentradas varias Mías de policía en Dar Drius, unidades que al saber la caída de Abarrán emprendieron una marcha nocturna a Annual para reforzar el frente.

La fecha de la operación estuvo mal escogida. Si se aprovechó que aquél día se celebraba el hoy extinguido zoco del Arba de Beni Urriaguel, lo que podía restar contingente a las guardias enemigas, la experiencia africana tenía demostrado que precisamente en el día de mercado era cuando se producían los más furiosos y nutridos ataques.

Basta leer detenidamente la parte del expediente Picasso relativa a la preparación y ocupación de Abarran para darse cuenta que no fue una operación hecha de improviso y que se caldeara solamente el cerebro del Comandante Villar. Allí declararon jefes, oficiales, simples policías y notables indígenas, desprendiéndose que el deseo de ocupar el Monte llevaba tiempo en gestación y que hubiera sido hasta fácil antes de que se hubiera aceptado por el Chej Amar y su circunstancial aliado el caid Al-lal el paso y establecimiento de la harka de Beni Urriaguel en la divisoria de Quilates flanqueando a lo lejos la subida a Abarran por el fondo del Uad el Qala y sendero del poblado de Ifasien, cuyo Chej nos era afecto. Los notables de Tensaman que se habían presentado era natural que empujaran para que la operación se hiciera, ya que entonces sus fracciones quedarían a cubierto de los golpes que la harka que adivinaban próximos a desencadenarse. Así debían de insistir continuamente a Villar comprendiendo lo que se avecinaba. Al ocuparse Annual se le arrojaba el guante. Más adelante, en Abarrán o incluso más avanzado habría de darse el combate y cabía preguntarse si se tenían fuerzas suficientes para salir airoso. Antecedentes de una situación parecida no faltaban.

No estaba después de todo tan lejano el tiempo en que el general del Roghi, el negro Yilali Muluduh había fracasado ante los Beni Urriaguel, sublevándose instantáneamente el territorio a medida que pasaba en su retirada. ¡Si al menos Annual hubiera sido una base suficiente, dotada de fácil pista y con los depósitos necesarios! Además militarmente Villar, pese a todo lo que se ha dicho después, desarrolló la operación coronando el objetivo y fortificándolo a continuación con el mayor éxito, sin baja alguna. La harka auxiliar de Kasba el Fokani (Tensaman) parece ser que cumplió su palabra y guardó el flanco izquierdo (el peligroso) hasta que en retirada cruzó el Amekram. La otra parte de la harka auxiliar acompañó a Villar en su retirada, menos los pocos que quedaron en la posición para ulteriores trabajos políticos.

La visión militar y política la debía tener el coronel Morales, Jefe de la Policía Indígena, a quien los supervivientes de aquellas acciones y que le trataron de cerca, describieron como poco partidario de la operación y aún del avance general, si no se contaba con más medios de los que se disponía. Su informe del 18 de febrero bien claro decía “que un combate simplemente reñido que dificultase nuestra acción, pondría en riesgos la seguridad del avance”.

El capitán Margallo había sido relevado por Huelva en vista de sus pocos exactos informes y escasa labor, según el general Silvestre, pero como Villar estaba al tanto de todo, no era ninguna medida improcedente, aunque la declaración posterior de Margallo fue de que no vió “ninguna circunstancia favorable para hacer la operación”. El enemigo, mientras se procedía a la fortificación de Abarrán, estuvo a la expectativa, esperando la llegada en masa de la gente del zoco que venía de camino, pero en cuanto vió retirarse al ganado y el resto de la fuerza, atacó con ímpetu y ciegamente, pues para muchos de ellos era la primera vez que se batían con nuestros soldados y notaban su neta superioridad numérica. El Chej Amar a pesar de sus años daba ejemplo de arrojo no permitiendo ceder a los suyos, decidido a que se viera su optimado deseo de impedir nuestra penetración.

No hubo sorpresa. Los primeros disparos de fusil comienzan a los 20 minutos. Señal de que el enemigo debía de estar a kilómetro y medio en actitud expectante. La columna de Villar debió de retirarse casi por la máxima pendiente, pues en una hora de marcha ya cruzaba el río Amekram. El ataque no se formalizó sino dos horas después, señal de que acudieron en el intervalo, los contingentes del zoco para engrosar la harka que en las primeras horas del día era una simple guardia. El hecho de estar una hora tirando con bote de metralla indica que la cadencia no pudo ser rápida sin duda porque o se trataba de ahorrar municiones o sólo era necesario hacerlo según se iban frustrando las oleadas de asalto.

Por el expediente Picasso se sabe lo que fue la efímera posición. Un trapecio de 55 x 12 metros. En forma alargada para disminuir el espacio batido por un dominio al Norte de una protuberancia del espolón a 800 metros; una alambrada de dos líneas de estacas y un espacio muerto en el frente de la Batería (Oeste) de 1500 metros; y no pudiendo tener eficacia el tiro a cero sino a cincuenta metros de las bocas de las piezas cuyo parapeto era a la altura de la rodilla.

Los entonces enemigos se prestaron posteriormente, en tiempos del Protectorado, a evocar aquellos días, no certificaron defección de la harka amiga ni pánico alguno en la guarnición. Contaron que entonces no sabían hacer la guerra y no pensaron sino atacar lo más fuertemente posible, sin pararse en medir las consecuencias. Notaron que existía un ángulo muerto para la batería cerca de la alambrada; que sus tiros quedaban largos, y que a medida que pasaba el tiempo la defensa disminuía sus fuegos, tal vez faltos de municiones, pero que mientras vivió un oficial, éste con la pistola en la mano aguantaba la gente en el parapeto, que por una parte estaba muy bajo. Todos elogiaron el valor de los oficiales muertos, algunos cuerpo a cuerpo, al irrumpir en la posición.

Continuará

Bibliografía consultada:
El Telegrama del Rif
España en sus Héroes. Ediciones Ornigraf
Historia de las Campañas de Marruecos. Tomo III.

Igueriben. Teniente Casado Escudero.

Resumen expediente Picasso.

Algo Sobre Abarrán. Eduardo Maldonado Vázquez y Manuel González Scott.

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