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El Torreón del Vigía

Alunizado

Sin ella los días serian de seis horas, imagínese si con veinticuatro… . Ahí está colgada, pálida, fría, inerte, satélite, pero que de ella también dependemos. Poderoso también su influjo en mareas, partos, atrae al ser humano, le cambia de humor, le quita el sueño, hace disparar la imaginación e inspira a otros. Abrimos nuestros libros para ver que “la luna se puede tomar a cucharadas”, o “¿puedo pintar la luna de escarlata o con vestido rosa?”, o hubo alguien que la llamó “la máscara del sol”, o aquel que la miraba “porque ella se ocultó tras el biombo de nubes”.Así la vieron Sabines, Rébora y Lugones. En Melilla, cada anochecida, emerge del Pueblo. Por eso fue una buena aliada aquel Septiembre cuando D. Pedro arribó al abandonado promontorio Rusadir y ayudó con su blanca luz a hacer, aquella noche, un escenario de torres, baluartes para que al día siguiente los vecinos dijesen que era mas obra del diablo que de seres humanos. Decía Jesús Hermida aquella madrugada de 1.969 en las imágenes rescatadas del archivo de tve, en el instante en que la humanidad alunizó y algo mas, “el pie de un astronauta se ha visto como tantea como un recién nacido para abrazar a la madre”. El presidente norteamericano, Jhon F. Kennedy, quería hacer el sueño americano al ir a ella, y en un discurso dijo: “Elegimos ir a la Luna en esta década, y también afrontar los otros desafíos, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esta meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y aptitudes, porque es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, que no estamos dispuestos a posponer, y que tenemos toda la intención de ganar, también a los demás”. Para él, sí que América y sin decirlo, era lo primero. Cincuenta años de aquel salto de la humanidad de aquellos arcángeles, según Raul del Pozo. Mientras Sinatra cantaba… “llévame volando y déjame jugar entre las estrellas”. En este 2019 nos quedamos alucinados por tanta lucha de sillones, por como las manadas se reproducen o como el hombre aún tiene miedo de decir lo que le pasa en su casa, mientras seguimos hablando de techos de cristal que no somos capaces entre todos de romperlos, de como las maneras se pierden o mejor nunca se tuvieron. “Tonto el que no entienda”.

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