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Carta del Editor

Españoles y marroquíes

Decían los griegos que la Atlántida era un lugar, una isla, donde héroes-espíritus vivían en una felicidad desconocida para el resto de la tierra, un lugar donde solo podían penetrar las almas de los héroes que llegaban allí sin morir, porque llevaban consigo el secreto de la vida.

Eduardo de Castro creyó, tras un momento inicial de profunda tensión nerviosa y balbuceos/negativas, que, aunque de manera harto complicada y claramente antidemocrática, tras un estrepitoso fracaso electoral, había llegado a su particular Atlántida, su isla de la felicidad, con la forma de presidente de la Ciudad de Melilla. Desde ese día, 26 de mayo de 2019, pasó a considerarse un héroe poderoso y feliz, con una felicidad desconocida para el resto de los mortales y poseedor del secreto del éxito, que los mortales antecesores suyos habían sido incapaces de alcanzar. Decían los griegos que la Atlántida era un lugar, una isla, donde héroes-espíritus vivían en una felicidad desconocida para el resto de la tierra, un lugar donde solo podían penetrar las almas de los héroes que llegaban allí sin morir, porque llevaban consigo el secreto de la vida.

Eduardo de Castro creyó, tras un momento inicial de profunda tensión nerviosa y balbuceos/negativas, que, aunque de manera harto complicada y claramente antidemocrática, tras un estrepitoso fracaso electoral, había llegado a su particular Atlántida, su isla de la felicidad, con la forma de presidente de la Ciudad de Melilla. Desde ese día, 26 de mayo de 2019, pasó a considerarse un héroe poderoso y feliz, con una felicidad desconocida para el resto de los mortales y poseedor del secreto del éxito, que los mortales antecesores suyos habían sido incapaces de alcanzar.

De disparate en disparate, del no al balbuceo, de indefinición en indefinición, de promesa en promesa, de inauguración en inauguración, fueron transcurriendo los días y las semanas del nuevo héroe atlante, que ya pronto va a empezar su más que probablemente largo calvario multi judicial y al que le van, le vamos, a recordar una y otra vez lo que dijo sobre lo que debían de hacer los políticos denunciados.

Que el actual Gobierno tripartito y gafado de nuestra Ciudad, presidido por el político peor valorado, es un fracaso inevitable que ni siquiera puede justificar el fracaso final del anterior, es un hecho que los melillenses, incluidos los que se declaran “esperanzados” con el cambio, van comprobando día a día. Es un hecho que no resultan creíbles -no se las cree ni su socia de Gobierno y portavoz de tal Gobierno, Gloria Rojas- las cantinflescas declaraciones de Aberchán sobre su salida del Gobierno en el momento en el que sea público y evidente que el borrego marroquí -del que hizo bandera y argumento electoral principal- no va a entrar en Melilla. Me resistía a pensarlo, pero ya me parece evidente que, para que la política melillense tenga alguna solución, Aberchán (al que no deseo ningún mal)-como Imbroda, aunque por diferentes razones- debe apartarse de la política, incluso antes de que le aparten judicialmente.

Hay más argumentos para ello. “Coalición por Melilla, el partido que preside el marroquí Mustafa Aberchán”. Es una de las frases, nada originales, del diario marroquí La Mañana en un artículo, con Melilla como fondo, publicado el pasado miércoles y ampliamente reproducido en las redes sociales. El citado rotativo añadía, en el párrafo final de su artículo, que algunos activistas marroquíes solicitaban que “se promulgue una ley que prohíba a los poseedo¬res de cualquier nacionalidad extranjera poder presentarse a unas elecciones en Marruecos”, a lo que añadía nuestro periódico del viernes:” sin duda una medida que sería más que conveniente que España pusiera también en marcha, con especial énfasis en Melilla”.

Es sabido que España no admite la doble nacionalidad con Marruecos. Que eso sea conveniente o no en estos tiempos es algo que se puede debatir, pero el hecho jurídico actual es ese, el de la incompatibilidad legal de poseer la doble nacionalidad española y marroquí. Para Marruecos -como vuelve a recordar el diario marroquí al que antes citaba- Mustafa Aberchán es “el marroquí Mustafa Aberchán”, que estudió la carrera de medicina en España con pasaporte marroquí, con el apoyo económico de ese país, y que en su condición de marroquí la terminó. Que se sepa, Aberchán no ha hecho pública renuncia de su condición de marroquí, ni en público, ni en privado. Aun dando una importancia muy pequeña a lo que dice el periódico marroquí, sería conveniente que, por su condición de político en ejercicio, Aberchán lo dejara claro.

Ahora algunos marroquíes, como dice el diario La Mañana, piden que se promulgue una ley que prohíba a los poseedores de cualquier nacionalidad extranjera presentarse a unas elecciones en Marruecos. En España tal ley ya existe, en su sentido más amplio. Es cierto y se sabe que, para Marruecos, cualquier musulmán con nombre y apellidos musulmanes y de origen marroquí es oficialmente considerado marroquí. Pero, dado que Aberchán es diputado melillense y que su pasado como marroquí es público, ¿no sería conveniente que hiciera pública su condición de no marroquí, para desmentir a los que, como los del diario La Mañana, le consideran como tal, lo que, a la inversa y en el caso marroquí, le podría impedir presentarse a las elecciones de ese país?

Posdata. Estamos, nos sentimos amenazados por el poder político. No importa. Tenemos el poder de la mente activa, el poder del pensamiento, de la elección, de la determinación y del propósito. Suficiente poder.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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