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Atril Ciudadano

Ya está bien de tanta delincuencia

¿Pero qué está pasando en esta Melilla nuestra, y al decir nuestra me refiero a los que somos naturales de aquí; a los que aquí tenemos nuestras raíces; a los que aquí convivimos pacíficamente y en la mejor armonía desde siempre? ¡Bueno, desde siempre hasta hace algunos años! Exactamente, desde que empezamos a bajar la guardia, a ser excesivamente complacientes (me refiero a las autoridades competentes, nacionales y locales) y esta hermosa y siempre acogedora Melilla, se ha convertido en un gueto de delincuentes que campan a sus anchas por donde les viene en gana pese a las actuaciones policiales que, nos consta a todos, hacen cuanto pueden y más para combatir a tanto latrocinio como hay por todas partes. Mangantes, todos ellos, procedentes del mal llamado país vecino. . Sí, mal llamado así porque un buen vecino es el que se muestra respetuoso, servicial, dispuesto a ayudarte si fuera necesario mientras que lo que tenemos al lado sólo está para, en todo, hacernos a los melillense la puñeta. Y ahí tenemos, por calentito, el caso del cierre de la Aduana para el paso de mercancías de nuestras industrias; la entrada ilegal de los niños y algunos no tan niños conocidos como los “Menas”, y, como antes he dicho, de unos rateros que allí, en su Reino, no tienen cojones de cometer ningún delito mientras que aquí lo hacen a sus anchas y todo, vuelto a insistir, por culpa de las autoridades competentes a nivel nacional y local.

Un día, sobre la una y media de la tarde, regresaba mi mujer del mercado y cuando estaba abriendo la puerta de la casa, se le echó encima un marroquí y la agarró del cuello para arrebatarle la cadena que llevaba con una medalla, lo que no logró porque, al oírla gritar, me asomé por la ventana y el ladrón salió huyendo. Pero el susto lo tuvo en el cuerpo durante varios días.

Hace unos días, según me contó ayer una señora, un hijo suyo, sobre las nueve de l anoche fue atracado en el barrio del Real por dos zagalones marroquíes que ocultaban sus rostros con los bajos de las camisetas que llevaban puestas. Atraco que evitaron los ocupantes de un coche que, al ver lo que ocurría se acercaron en ayuda del chaval. Pero el susto se lo llevaría en el cuerpo. Y el martes, sobre las ocho y media de la tarde, en plena Avenida Juan Carlos I, tres jovencitos, también del Reino alauita anduvieron detrás de mi hija durante un trecho de su recorrido con intenciones de darle el golpe para arrebatarle el bolso.
¿Es esta la Melilla que, según alguna que otra de sus autoridades no tiene muchos hechos delictivos? Y una mierda. Hoy Melilla parece más bien una ciudad gueto, antro, de buen cobijo para los delincuentes porque nuestras leyes penales son para películas cómicas, por no decir igualmente que son otra mierda. Y no es que lo diga yo porque esté indignado con lo que está ocurriendo. Es que lo estamos viendo a diario. Las fuerzas de seguridad, Policía Nacional, Guardia Civil, Política Local, etc., etc., no paran de hacer intervenciones, de detener a los mangantes. Ocurre que, por esas leyes, el atracador, el ratero, el violador, el aprendedor de droga, etc., se le detiene, pasa una noche en el calabozo, al día siguiente pasa al juzgado y, según las repetidas leyes, después se le deja en libertad a la espera de juicio al que, por lo general, no se presenta ninguno para esperar la nueva ocasión que se le presente para volver a “su trabajo”, en el que no le importa, si fuera preciso, para lograr su objetivo, causar lesiones a su víctima.
¿Por qué tanta tolerancia actualmente en nuestra ciudad, que siempre fue un modelo de seguridad, tranquilidad y mejor convivencia, con tanto delincuente suelto? Eso me pregunto yo desde hace tiempo, ¿por qué?

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