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Carta del Editor

Esta ciudad martirizada

El gobierno tripartito… es una quimera: un monstruo de tres cabezas y además un imposible

Según la mitología griega Atenea (Minerva en la mitología romana) era la diosa de la sabiduría y brotó de la cabeza de Júpiter, totalmente crecida y dotada de armamento completo, como habitualmente es representada. Si Atenea fuera consultada hoy sobre el futuro del actual Gobierno de Melilla casi con toda seguridad contestaría que es imposible que este Gobierno continúe. El Gobierno local se mantiene sobre tres pilares: Mustafa Aberchán, Gloria Rojas y Eduardo Castro. Aberchán, con una grave condena judicial recurrida, controla un partido, una secta según Duddú y muchos musulmanes más, cuyo elemento de cohesión es la religión, algo democráticamente insoportable. Rojas manda en un PSOE local extraordinariamente débil, como sus resultados electorales indican desde hace muchos años. Castro, antidemocráticamente aupado a la presidencia, cree que es un presidente de verdad, aunque solo se representa a sí mismo, ni siquiera a los pocos que votaron al partido Ciudadanos el pasado 26 de mayo. Tres pilares muy débiles para acometer una tarea muy difícil en una ciudad muy complicada, rota por dentro y acosada por fuera. Según la mitología griega Atenea (Minerva en la mitología romana) era la diosa de la sabiduría y brotó de la cabeza de Júpiter, totalmente crecida y dotada de armamento completo, como habitualmente es representada. Si Atenea fuera consultada hoy sobre el futuro del actual Gobierno de Melilla casi con toda seguridad contestaría que es imposible que este Gobierno continúe. El Gobierno local se mantiene sobre tres pilares: Mustafa Aberchán, Gloria Rojas y Eduardo Castro. Aberchán, con una grave condena judicial recurrida, controla un partido, una secta según Duddú y muchos musulmanes más, cuyo elemento de cohesión es la religión, algo democráticamente insoportable. Rojas manda en un PSOE local extraordinariamente débil, como sus resultados electorales indican desde hace muchos años. Castro, antidemocráticamente aupado a la presidencia, cree que es un presidente de verdad, aunque solo se representa a sí mismo, ni siquiera a los pocos que votaron al partido Ciudadanos el pasado 26 de mayo. Tres pilares muy débiles para acometer una tarea muy difícil en una ciudad muy complicada, rota por dentro y acosada por fuera.

Melilla ansiaba un cambio. Las elecciones locales del 26 de mayo fueron más un rechazo a lo que durante tantos años venía gobernando que una valoración positiva de lo que se ofrecía, que no se podía llamar nuevo, porque tanto Aberchán, como Castro y, en menor medida, Rojas, no representaban novedad alguna. Aberchán (el patronímico -que significa “negro”- marroquí del ciudadano español Mustafa Hamed Moh), por citar un solo ejemplo, precedió a Imbroda como presidente de la CAM, presidencia que logró apoyado por el denostado GIL de Marbella, por cierto.

Es, además, un espectáculo difícil de entender el de la estructura política de la Ciudad Autónoma de Melilla. Se entiende que hay muchas personas deseosas de ganar dinero, pero se entendería mejor que lo intentaran sin depender de lo público. Se entiende que Melilla, una ciudad de 85.000 habitantes con un Ayuntamiento/Ciudad Autónoma que hace años se manejaba con un alcalde y un secretario, ahora tenga una estructura política más amplia. No se puede entender, sin embargo, que la estructura política de nuestra ciudad -presidente, vicepresidentes, consejeros, viceconsejeros, directores, miembros (casi infinitos) de (casi infinitas) comisiones, de organismos públicos, etc, etc.- se parezca más, en cuanto a número de personas, a la que puede tener el gobierno del país más poderoso del mundo, los EEUU, que a los de una ciudad de tamaño pequeño, como la nuestra.

Lo último, muy llamativo, ha sido lo de las “Comisiones” de la Asamblea. Nada menos que 9, con 11 diputados en cada una de ellas. Los diputados, por el simple hecho de serlo cobran 1.500 € brutos mensuales, excepto los portavoces, que cobran 1.800. Los diputados sin cargos de consejeros o viceconsejeros cobran 115 euros por cada asistencia a cada comisión, además de 215 € por asistencia a cada Pleno. Algunos diputados, como Aberchán, Delgado o Castro están en todas las Comisiones (9), por lo que cobrarían algo más de 1.000€ semanales o mensuales, según la frecuencia de las reuniones, excepto Castro cuando cobre como presidente. Es un disparate más en una ciudad del tamaño de Melilla. Un disparate que no es de ahora, pero al que el autodenominado “gobierno del cambio” podría haber puesto coto, si pretendía de verdad que el ansiado cambio se produjera. Un Gobierno tripartito y mal avenido que es, en sí mismo y nacido disparatadamente, un disparate mayúsculo e indescriptible (como lo define mi amigo Jesús Morata) más, en esta ciudad martirizada.

En el Gobierno actual hay 17 cargos retribuidos, que con Yonaida Selam pueden ser 18, si la nombran viceconsejera para que cobre. El Gobierno de Imbroda tenía 20, demasiados. Castro dijo en la oposición que no debía haber viceconsejeros. Los hay y el adelgazamiento del que presumieron es prácticamente imperceptible. No hay cambio alguno, la razón esgrimida por el nuevo tripartito para justificar su existencia político gubernamental. Tampoco habrá, como era de esperar, corderos marroquíes el 12 de agosto, el otro punto de apoyo electoral del tripartito, especialmente de Aberchán que, por muchas cantinfladas que siga mascullando, no va a poder explicar a sus votantes por qué no ha podido resolver lo que prometió y por qué no abandona el Gobierno, como anunció. (Y ahora, Mustafa, sigue ordenando a tus esbirros que continúen insultándome, en vez de responder a mi petición de que digas con claridad que no tienes ni usas la nacionalidad marroquí).

Corolario. Tras el pacto socialista en Navarra, un día después de la fallida investidura de Pedro Sánchez, para gobernar con los comunistas de Podemos, los separatistas de Geroa Bai y la colaboración de los proetarras de Bildu, la cuestión es qué futuro político puede tener España. Está claro que Sánchez no se va a ir y que la dividida derecha es, más que su contrincante, el enemigo a exterminar. Tan claro como que con Sánchez esto no tiene solución. Algo parecido a lo que ocurre en la política melillense, ahora con Aberchán.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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