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Historias de nuestro cementerio

Julián Torralba Navarro – Galería C, fila 3, nº 12“El cementerio de la Purísima Concepción de Melilla es el guardián de las historias de sus moradores, de aquellos que un día fueron parte activa del devenir diario de esta ciudad milenaria.”

Más de tres décadas de investigación, de interés por conocer todo aquello que hay tras los encalados muros del cementerio de la Purísima han dado como fruto algunas publicaciones y programas de radio en Onda Cero Melilla. Muchas son las personas que demandan conocer “algo más” de saber de estas historias y sus protagonistas. Espero que esta nueva sección sea del agrado de aquellos que tienen un especial interés por nuestro camposanto. Poco a poco y gracias a Melilla Hoy iré desvelando que historias permanecen ocultas junto a sus protagonistas tras los mármoles de tumbas y nichos. Natural de Madrid, hijo de Julián y Genara.
El 22 de febrero de 1944 se presentan en Melilla ante el comisario-jefe Fresneda dos agentes de la Brigada Político Social de Madrid, González Bachiller y Bachiller García. Le explican que gracias a una confidencia en la capital se han trasladado a Málaga donde han desarticulado una “conjura comunista”. Pero a su vez han descubierto una red de informadores y radiotelegrafistas que trabajaban desde Málaga y Melilla para el Ejército de Ocupación americano en el norte de África.
Esta información la obtienen de un tal Garrido quien dice haber recibido entrenamiento como informador clandestino en un centro estadounidense en Oujda. De esta ciudad había salido en compañía de otro hombre llamado Emilio (el mismo que el 24 de febrero huiría por los tejado de Melilla a las dos de la madrugada).
Para cumplir su primera misión, reciben 15.000 pesetas, una bomba y una pistola de mano, cada uno. Quien dice llamarse Emilio respondía también al nombre de Diego Ruiz aunque en realidad era Salvador Rodríguez Santana, de 39 años, cabo telegrafista de la Armada y natural de Alhaurín de la Torre (Málaga). Éste debía operar a las órdenes de Garrido, de unos 27 años, alto, delgado, chófer de Madrid. El mismo que le delataría en Málaga.
Tras un período de formación Salvador y Garrido entran en Melilla donde son recibidos por la organización del Partido Comunista. El primero se instala en la ciudad, en casa de Adela García, viuda de un compañero fusilado en 1936. El segundo, en cambio vuelve a Málaga, vía Argel al quedarse sin dinero.
En diciembre llega un sustituto, Julio para acompañar a Salvador en su misión. Es entonces cuando ambos se hospedan en dos habitaciones que les han alquilado en una vivienda en la Ciudad Vieja. No tenían contacto apenas con el vecindario, como así declararían estos posteriormente. Comienzan pues a trabajar como radiotelegrafistas en la clandestinidad.
Eran alrededor de las dos de la madrugada del 24 de febrero de 1944, el inspector de Policía Julián Torralba junto con dos compañeros de Madrid deben cumplir con una misión en el número 4 de la calle Horno.
Entran en el domicilio, Agustín Coca y su esposa, los propietarios del inmueble dicen estar solos. Los policías miran habitación por habitación, hasta llegar a una puerta cerrada. ¿Quién está detrás de la puerta?. No obtienen respuesta.
Bachiller carga contra la puerta que al abrirse da paso a un comedor y observan que hay una nueva dependencia donde se ha encendido una luz que rápidamente vuelve a apagarse.
Delante va el inspector; iluminan a dos hombres que se hallan en una cama. Les grita: “Sacad las manos o disparo” y apaga la literna. Ellos disparan y el intrépido policía cae abatido en tanto que los compañeros corren por el oscuro y largo pasillo.
Los habitantes de la casa se visten e intentan huir por el balcón pero en la calle les esperan.
El comisario Fresneda recibe noticia de lo ocurrido y con cinco de sus agentes registra la casa. En el dormitorio de los espías encuentra en un cajón del armario y cubierta por periódicos, una radio de campaña de fabricación americana. También estaban las claves para las transmisiones.
Un mes después, se reunía en Melilla un Consejo de Guerra Sumarísimo en el que fueron juzgados todos los participantes en la trama. Este tribunal no dictó ninguna pena de muerte pero, se convoca uno nuevo en el que son agravadas las condenas y Salvador Rodríguez, José López Iglesias y Francisco Muriel fueron condenados a muerte. A las siete de la mañana del 3 de agosto en el campo de tiro de Rostrogordo eran fusilados.

El Telegrama del Rif de 25 de febrero de 1944

Muere en acto de servicio el Inspector de Policía D. Torralba Navarro
El entierro constituyó la más imponente manifestación de duelo que se vió en la ciudad

En la madrugada de ayer, cayó en acto de servicio el Inspector de Policía don Julián Torralba Navarro. Su muerte ha constituido un hondo pesar, si que también una manifestación de carácter general que supo asociarse al duelo que la desgracia ha producido en la ciudad. A las dotes personales del Inspector señor Torralba, queridísimo de todos aquellos que habían cultivado su trato, han de unirse otras muy relevantes que hicieron de su figura el arquetipo perfecto de nuestro Cuerpo de Vigilancia; austeridad, corrección, exquisito y afable trato, cultura y valor. Con la expresión de este cayó en acto de servicio.
Ayer tarde, a las cinco y media se verificó la conducción de su cadáver, desde la casa mortuoria sita en la calle de Carlos de Arellano al Cementerio de la Purísima Concepción. Pocas manifestaciones de duelo fueron tan imponentes. El pueblo de Melilla se asoció a este acto que tuvo una grande, profunda y sentida significación de carácter espiritual en su aspecto de adhesión, al propio acto que llevó a la muerte al Inspector Torralba. Es decir que la ciudad supo responder con unanimidad pocas veces conocida a esta manifestación que era a la vez el homenaje póstumo a quien de modo tan abnegado se había dado al mejor servicio de España.
Desde mucho antes de la hora anunciada para el entierro, las inmediaciones de la casa mortuoria hallábanse atestadas deun público numerosísimo que se asociaba al acto. A las cinco y media se puso en marcha la comitiva fúnebre, a la que precedía el Clero Parroquial con Cruz Alzada. De la carroza fúnebre prendían soberbias coronas de flores naturales dedicadas de modo muy sentido al que cayó en cumplimiento de su deber. Eran éstas de S.E. el Alto Comisario y Gobernador General de las Plazas de Soberanía, General Orgaz; de S.E. el General Jefe del Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, señor Bartomeu; de la Delegación del Gobierno; del Excmo. Ayuntamiento. Cuerpo General de Policía, Policía Armada, Guardia Civil, Cuerpo de Policía del Protectorado, Guardia Municipal y de los familiares del finado.
Constituían la presidencia S.E. el General Gobernador Militar, don José Redondo, que ostentaba la representación de S.E. el Alto Comisario, S.E. el General don Pablo Arias, que representaba a S.E. el General Jefe del Cuerpo de Ejército del Maestrazgo; el Ilmo. Sr. Secretario del Gobierno D. José M.ª Manresa Llopis, como Delegado accidental del Gobierno General en Melilla; el Ilmo. señor Alcalde accidental don Eduardo García Sánchez; el Ilmo. señor Comandante de Marina don José Luis Genera; el Ilmo. señor Vicario Eclesiástico don Sebastián Carrasco, el Ilmo. señor Juez de Instrucción don Miguel Granados; el Comisario de Policía don José Fesneda; el hijo del finado don Julián Torraba; el Jefe Local accidental de F.E.T. de las JONS don Emilio Lorenzo; el Capitán Jefe de la Policía Armada señor Moreno.
Como queda dicho el fúnebre acto constituyó una importante manifestación del más profundo y sincero duelo, asistiendo nutridas comisiones de jefes y oficiales de los Cuerpos de la Guarnición; representaciones de todas las entidades oficiales y particulares pues, según dejamos anotado, la ciudad entera se sumó al justo dolor.
La comitiva fúnebre pasó por la Avenida del Generalísimo, siendo presenciado su paso por una muchedumbre que se asoció al pasar que la desgracia ha producido. El comercio cerró sus puertas.
Recibida la apenada familia del testimonio de nuestro pesar, por este dolor, al que ha de servir de lenitivo, la asociación al duelo que toda la ciudad ha tomado, en admiración póstuma a quien cayó en cumplimiento de su deber como lo ha sido el Inspector don Julián Torralba Navarro.
Una calle del barrio del Mantelete ostenta el nombre de este miembro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

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