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Más fotos que palabras

A Eduardo De Castro no le gustan los micrófonos, pero sí los objetivos de las cámaras. Hace unos días, el PP comentaba con sorna que el presidente de la Ciudad Autónoma estaba compitiendo con la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, por ver quién se hacía más fotos. Parece una exageración, pero la realidad es que el modus operandi de De Castro desde su proclamación se basa más en la imagen que en la palabra, especialmente en las últimas semanas, en las que está aplicando su propia versión de la comparecencia sin preguntas: la comparecencia sin declaraciones A Eduardo De Castro no le gustan los micrófonos, pero sí los objetivos de las cámaras. Hace unos días, el PP comentaba con sorna que el presidente de la Ciudad Autónoma estaba compitiendo con la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, por ver quién se hacía más fotos. Parece una exageración, pero la realidad es que el modus operandi de De Castro desde su proclamación se basa más en la imagen que en la palabra, especialmente en las últimas semanas, en las que está aplicando su propia versión de la comparecencia sin preguntas: la comparecencia sin declaraciones. De este modo, la prensa solo puede captar la imagen del presidente asistiendo a actos, pero sin poder hacer lo propio con su voz, porque no habla. Así tampoco se da posibilidad a los periodistas de que pregunten sobre asuntos de actualidad, al parecer temidos por Eduardo De Castro por su esfuerzo en esquivarlos, y a cambio se lleva la gloria de salir en televisiones y periódicos poniendo su mejor cara. Buena estrategia de marketing que recuerda al postureo de las redes sociales, pero nefasta para el derecho a la información de los ciudadanos para los que gobierna y que, no debe olvidarlo nunca De Castro, fueron quienes le situaron en el sillón en el que está, aunque no fuera directamente, sino a través de PSOE y CPM. Los melillenses merecen un presidente que les dé explicaciones, además de fotos.
Ejemplos de esa preferencia por la imagen sobre la palabra hay unos cuantos en los últimos días. Uno muy evidente lo tuvimos durante la recepción de unas obras de rehabilitación de la fachada de la Casa del Gobernador, en las que se anunciaba la presencia del presidente de la Ciudad Autónoma. Y De Castro acudió, saludó, le explicaron en qué habían consistido las obras, firmó el acta de recepción, se hizo la foto junto al resto y se marchó, dejando las declaraciones al consejero de Urbanismo. Hasta ahora, el último paso, el de las declaraciones, había sido cosa también del presidente, que hablaba de la decisión política de la actuación en cuestión y, de paso, se sometía a las preguntas de los periodistas sobre otras cuestiones. Quizá De Castro no quiso hacerlo porque la obra que estaba inaugurando no era suya, sino del anterior Gobierno. O podría ser una muestra de su falta de voluntad para explicar la gestión que está realizando el suyo.
Todo hace pensar que es más bien por lo segundo, dado que las convocatorias de rueda de prensa del presidente son muy escasas. La última fue hace más de dos semanas y, como en las anteriores, De Castro tenía prisa, la excusa para atender las preguntas con pobres respuestas, compuestas casi con monosílabos, y prácticamente huyendo del atril. Podría alegar el presidente que no está para perder el tiempo en responder a las críticas de la oposición, pero eso sería menospreciar el lugar del que él y sus compañeros de Gobierno proceden. Además, tampoco valdría el argumento cuando apenas comparece motu proprio para explicar las líneas de su trabajo de su Gobierno, las que está llevando a cabo ahora y las que piensa hacer en un futuro. En definitiva, hacia dónde quiere llevar la ciudad y cómo piensa hacerlo. Los melillenses quieren saberlo, porque hasta el momento no se les ha dicho y la incertidumbre y los problemas pesan. De momento, tendrán que conformarse con su foto.

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