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El Vicario resalta en la Misa Rociera que, con su vida, la Virgen de la Victoria nos da el mejor ejemplo

La Plaza de Toros volvió a ser “Catedral”, ayer, en el júbilo por nuestra Patrona como lo es en la Semana de Pasión. Todas y cada una de las Cofradías y hermandades melillenses arroparon a la Madre de Dios, bajo la dulce advocación de la Victoria. La voz y guitarra del maestro Gallo, la de hombres y mujeres de los coros de la Hermandad del Rocío y de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Nuestra Señora de la Victoria, y el baile de la Escuela de Danza constituyeron las ofrendas que junto a la de cada uno de nosotros también son representadas en una flor, como así mismo hizo el presidente de la Ciudad Autónoma, Eduardo de Castro. La decisión del Vicario, Eduardo Resa, de trasladar la Novena desde el Sagrado Corazón hasta ese otro Altar, ya en pleno albero, ha sido un acierto, ya que en este 2.019, a pocos metros y a la misma hora, no es aconsejable orar separados. Vuelven tiempos de sumar y Eduardo Resa, desde su llegada hace ahora once meses se ha granjeado, con su esfuerzo, aunque él diga que “es mi obligación”, la confianza basada en escuchar a todos. Las lecturas de este Domingo nos inciden en la humildad necesaria o en una nueva entrega a aquellos que más lo necesitan. Por eso en la homilía, el Vicario nos animó a que seamos hijos de paz y que frente al orgullo y la vanidad, Jesús, ofrece otro estilo, el de la mansedumbre. En palabras de Santa Teresita de Lisieux, “la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás”. Jesús, dijo Resa, no responde con un golpe a otro golpe, sino con sus palabras. Y la mansedumbre es la misericordia, pidiendo que Él nos ayude a reaccionar así. Para Eduardo Resa, la Virgen de la Victoria da con su vida el mejor ejemplo.

Por Ángel Gil

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