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Atril ciudadano

El ¿milagro? Pontevedrés.

Pocas son las veces, pero en alguna ocasión excepcionalmente en la vida, se alinean los astros, no sabe uno de qué forma, pero lo que en un primer momento puede parecer fruto de la casualidad, no es ni más ni menos que un proceso lógico de aprendizaje y desarrollo tanto personal como social. Las necesidades que un individuo o grupo observa en su día a día, quedan completamente justificadas al comprender, que esa desazón que le atormenta, pues sabe que algo, que “no funciona bien” en la gestión de su entorno, está ampliamente logrado en ciudades muy parecidas a la nuestra.
Cierto discurso derrotista en mi ciudad, que es usado como moneda de cambio, es incluso lógico en una sociedad conformista, acomodada, intransigente con los cambios sean buenos o no, así no en vano agarrarse en los últimos años cualquier intento de “cambiar” las cosas se ha enfrentado no con poca beligerancia mediática, política o ciudadana. Y no creo que esta negativa a desarrollar nuevas acciones, contrastadas en otras ciudades durante más de veinte años, sea propio de una sociedad que mire de forma valiente, a su fututo inmediato. A veces en la vida debemos dejar de ser originales y copiar lo que funciona, adaptando dichas medidas a nuestra idiosincrasia, pero no por ello negarnos a un desarrollo pleno de ciudad, donde nuestra acción local será responsable de ese tan esperado cambio global.

Si una ciudad española logra a través de una gestión política valiente y decidida, como no ha intentado nadie en su tiempo, reducir a CERO los fallecidos por siniestros viales en los últimos 6 años, si en dos décadas evitó la enorme sangría que suponían los más de 100 heridos graves y consiguió solo 5 en un año, si pudo reducir el espacio público del vehículo privado el 70% al 30% en toda la ciudad, cediendo ese “sobrante” al peatón, si ha reducido la huella de carbono en más de 230.000 T al año, si invento el Metrominuto, si se cobran más del 98% de las denuncias interpuestas por sus agentes de la policía local, ciudad donde el multacar de las 11.000 anuales sanciona más de 8.000 denuncias, donde se han reducido los atascos hasta desaparecer, siendo la primera Ciudad30 de España y donde más de 400 pasos de peatones elevados impiden que el vehículo privado corra más de lo que debe y hasta el propio Francesco Tonucci (Frato, 40 años con ojos de niño), afirmó que Miguel Anxo (alcalde de Pontevedra) había diseño su ciudad, una ciudad donde los niños pueden jugar en las calles, “la ciudad de los niños”.

Tan difícil es que en mi ciudad, el anciano pueda caminar libremente por las aceras, donde el coche respete al peatón, donde los conductores valoren más la vida que las prisas, donde el niño juegue en las calles, una ciudad donde el aire no te queme la vida, donde el ruido no te ahogue los pensamientos y donde según me dijo Daniel Macenlle (jefe de la policía local de Pontevedra ), “el peatón sea el rey de la ciudad”, y es que yo también creo en los milagros, “el milagro pontevedrés”.

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